2º Seminario sobre Saturno dado por Enrique Eskenazi, donde se sigue profundizando en la imagen y símbolos de Saturno por ejemplo en relación al clásico tema mítico del Puer & Sexex.

Transcripción literal por Charo Soriano y Silvia Lebrero del seminario que tuvo lugar el 1 de Octubre de 2005

Primera Parte

Giramos siempre en torno al mismo tema: Saturno, la melancolía; fundamentalmente en torno al tema de la depresión. Y qué sea la depresión es muy discutible, ya en el anterior Seminario le dedicamos muchas horas al tema de qué sea la depresión y vimos que nadie puede definir lo que es la depresión, que a lo largo de la historia solo podemos constatar lo que la gente pensó acerca de la depresión. La historia de la depresión es la historia de las distintas miradas sobre lo que nadie sabe. Es hasta posible que no exista una cosa así como “la” depresión. Es probable que no exista , sino que existan personas, cada una singular e irrepetible, que se ven abrumadas por una serie de estados de ánimo muy variados, con sintomatología muy distinta, y todo eso se cataloga como “depresión”. Porque no hay dos casos iguales: unos duermen poco, otros duermen mucho, unos adelgazan, otros engordan. La única constante es la tristeza, que también es una palabra muy vaga. Y el miedo.

Esta fue ya la definición que dio Hipócrates en el siglo III AC de la melancolía, que es como se llamaba entonces la depresión.

La melancolía se caracteriza por el miedo y por la tristeza sostenidos, decía Hipócrates. Aún hoy parece vigente eso de “si la tristeza dura demasiado”, (problema muy serio saber cuánto es demasiado y cuánto es demasiado poco)… “si la tristeza dura demasiado, podemos hablar de depresión”.

Luego hay muchas teorías, – no lo desarrollo ahora porque ya lo vimos la otra vez-, varias teorías acerca de si la depresión es lo mismo cuando “viene por” un factor que lo desencadene, como por ejemplo la muerte de un hijo, de un ser querido, la perdida del trabajo, en cuyo caso se clasifica como “depresión exógena”, o si “carece de factor (externo) desencadenante, en cuyo caso se la llama “depresión endógena”.

Cuando este estado se conecta con una pérdida (de una persona, de un trabajo, etc.), y si no dura “demasiado” entonces es comprensible, reconocible, aceptable y hasta saludable (acaso patético, pero no “patológico”): se llama “duelo”. El duelo es un tiempo de “bajón”, del que luego uno vuelve. Pero si dura “demasiado” entonces suele hablarse de depresión.

Pero también hay depresión “sin causa”: cuando no hay ningún acontecimiento al que “remitir”, referir o incluso “reducir” este estado, y entonces se habla depresión endógena. Pero todos estos son nombres que se ponen desde fuera. Ninguna persona que esté pasando por ésto tiene definiciones ni rótulos, como no sea los que toma prestados de los demás.

La descripción desde dentro de la depresión, desde el deprimido, es tan variada como variadas son las personas.

Pero lo que sí hay son constantes lingüísticas: hay palabras que recurren desde la época de Hipócrates, metáforas que recurren permanentemente en las descripciones de ésto, que no se sabe lo que es, que es la depresión.

Hay metáforas constantes y lo que nos va a interesar a nosotros, – no vamos a hacer medicina ni ofrecer cura ni nada por el estilo-, ya que vete a saber si tiene cura, vete a saber si incluso está para curarse. Vete a saber. No sabemos nada. Lo único que haremos al principio, es atender al lenguaje con el que se habla de la depresión, tanto el que lo padece como el que se encuentra por situación profesional o personal cerca a de esto. Casi se podría decir que la depresión es un lenguaje.

Eso no lo digo yo, esto lo dijo Julia Kristeva en su maravilloso libro “Sol Negro. Depresión y Melancolía”, que está en castellano (ver Bibliografía). Es una mirada sobre la depresión que ella misma ha vivido personalmente y considerada también como forma de arte; incluye interesantes reflexiones sobre “El hombre de los dolores” de Durero y otras obras. Kristeva, que emplea un enfoque lacaniano, insistió en que la depresión es una manera de entender la vida, y un lenguaje que determina cómo uno vive, cómo uno se siente. Hay que entrar en ese lenguaje para acercarse a este tema de la depresión: la depresión es un discurso con un lenguaje a aprender, más que una patología a tratar. Y en este Seminario seguiremos, en parte, esa sugerencia.

Pero el tema nos interesa también desde la perspectiva de la astrología y, fundamentalmente, la perspectiva de su imaginería y sus símbolo, no podemos dejar de lado que la melancolía irrumpe históricamente como una “patología”, que tiene una larga historia y que, según todos los anuncios, está actualmente en apogeo -nunca ha habido tanta depresión como hay hoy, y la prospectiva es que seguirá creciendo: la cantidad de paro por la depresión y de consumo de “antidepresivos” en Occidente es impresionante: los mayores se deprimen, hombres y mujeres se deprimen, los adolescentes se deprimen, hasta hay creciente depresión infantil; la depresión está entre nosotros, y seguramente algunos de nosotros estamos dentro del margen de los que, muy pronto, estarán en depresión. Es la enfermedad mayoritaria de Occidente: como luego veremos, según la Organización Mundial de la Salud, se calcula que actualmente hay 121 millones de personas deprimidas. Y la cifra crecerá…

Por lo tanto la depresión está ahí, aunque no sepamos qué es: un síntoma, un síndrome, una enfermedad, un estado del alma o, incluso una revelación del mundo, pero está ahí. La gente se deprime, la gente pierde las ganas de vivir, la gente no tiene energía, hay tristeza y hay desinterés. Y claro, se intentan las soluciones que se pueden intentar dentro del modo de vida que tenemos.

En la otra charla -y hoy no lo vamos a ver- explicamos cómo se llegó a entender y a explicar la depresión como un proceso químico. Las respuestas que puede haber hoy, en su mayoría, se inclinan por afirmar que la depresión es, en última instancia, una cuestión química o bioquímica.

¿Qué pasa en el cerebro? pareciera ser la pregunta dominante, la depresión considerada un problema del cerebro. Esto no es nuevo; ya en el Seminario anterior, y hoy lo repasaremos brevemente, vimos que las antiguas “explicaciones” médicas explicaban cómo “la bilis negra” podía afectar al cerebro. Pero el que se considere la depresión sólo como un “trastorno” de la química cerebral, eso sólo es posible en un mundo que ya no ve lo anímico sino como orgánico, y lo orgánico como una compleja maquinaria química. Como comenté la otra vez y vuelvo a repetir: es curioso que se considere que la depresión, – y no estoy en contra de los medicamentos, que quede claro; cualquier cosa que ayude en este padecer es bienvenida-, pero es curioso que una enfermedad pretenda explicarse mediante la química pero no pueda diagnosticarse por medios químicos: no hay ningún análisis que pueda determinar si tienes depresión o no. Por tanto, químico no es el diagnóstico, sino el tratamiento de… no sabemos qué!. No es que su origen sea decididamente químico: no hay ningún análisis que te puedan hacer que pueda decir que estás deprimido, o que vas a estar deprimido. Solo cuando aparecen estos síntomas, se recurre a la química. O sea que la química ofrece un paliativo pero no una explicación. Con la química se pueden modificar conductas pero esto no quiere decir que las conductas que uno tenia antes provinieran de la química.

La cuestión es: qué cuenta la depresión, qué hace la depresión aquí y qué significa la depresión; y también repasaremos distintas miradas, porque para cada mirada aparece algo distinto, si bien hay un lenguaje y una imaginería que permanecen relativamente constantes

Pero antes de este tema cabe preguntarse: ¿porque la depresión está unida con Saturno?

Voy a hacer un repaso de temas que tratamos en la otra ocasión, pero que vamos a necesitar. La depresión es antigua, antiquísima, esta ya en las raíces de nuestra cultura. Lo que no es antiguo es que sea masiva. Esto sí que es moderno, es un síntoma de nuestro tiempo, del siglo XX y lo que va del XXI. Que esté tan extendida, y aún en plena expansión, eso sí que es novedoso. Pero que estar, ha estado siempre; incluso en otras culturas hay la depresión, con otros nombres. Cada cultura se aproxima a ella de una manera distinta. Incluso que el que se la considere patología o no, depende en parte de los criterios culturales. Según en qué cultura tal conducta es estar enfermo, aunque en otra cultura la misma conducta (si se puede hablar de una “conducta” independiente de la cultura en la que brota!) ya no es estar enfermo.

Eso lleva a preguntarse hasta qué punto la enfermedad no está, en parte, también en la mirada cultural, y hasta qué punto la enfermedad es también un rótulo -porque la noción de enfermedad, claro, depende de otra que no se puede definir: la noción de salud. Y ¿qué es la salud? Otra vez nos encontramos con la ambigüedad.

Los griegos, que son los que bautizaron a esta enfermedad para nosotros, la llamaron “melancolía”. Hoy la palabra melancolía ha perdido su significado original, se ha quedado en esto de la tristeza, un temperamento taciturno, una inclinación introvertida y un cierto cansancio del mundo, pero en realidad lo que los griegos querían decir con melancolía es lo que hoy llamamos depresión.

Y no se referían sólo a ese rasgo un tanto poético de la tristeza, “Hoy estoy triste y melancólico”, no: la melancolía era una enfermedad desde el comienzo. Los griegos la vieron ya así: los melancólicos son personas que no pueden llevar una vida normal, desadaptadas, que lo pasan mal. Que sufren y que piden ayuda. No era simplemente un toque triste. Lo llamaron melancolía. Si bien bajo esa expresión abarcaban muchas cosas que con el tiempo se han diversificado y se han llamado “esquizofrenia”, “hipocondría”, “paranoia”, “delirio”… y también nuestra contemporánea “depresión”

Fíjense el origen de la palabra “melancolía”: “melas” en griego quiere decir negro, como en melanina: la sustancia que hace que el pelo sea negro

“Melas”: negro. “Kholé”: expresión griega que se conecta con cólera, la palabra “cólera” proviene del “kholé” griego, que se traduce como “bilis”. “Melancolía” = “bilis negra”.

Qué es esto de la bilis negra?.

En realidad la palabra “negro” ya se usaba en La Odisea y en La Ilíada no sólo para referirse al color negro, sino como metáfora de lo terrorífico: presagios negros, momentos negros, intenciones negras

La palabra “kholé” se puede traducir por “bilis” -y de hecho así la veremos traducida usualmente- pero la palabra “kholé” también quiere decir furia, rabia, enfado, que en griego se dice “kholas”. Así que sin alejarnos de lo literal, una interpretación de melancolía seria: horrenda furia, negro enfado y puede ser interesante porque esto sí que no lo vimos la otra vez: hoy tocaremos el tema de la conexión de la depresión y la ira, la depresión y la rabia, la depresión y el enfado.

Aparentemente una persona deprimida parece que no estuviera enfadada, parece, en casos serios, que no sintiera nada más que tristeza y terror. O incluso apatía, expresión que proviene de “a” que es “sin” y “pathos”, que podemos traducir por “sentimiento”. Y sin embargo ya en el origen de la palabra “melancolía” se la vincula con un estado de rabia o frustración. Ya veremos si es así; no digo que sea así, sólo miramos lo que la palabra dice.

Pero, y esto es curioso y significativo, además de verse como una enfermedad, por melancolía o “bilis negra” los griegos se refirieron uno de los cuatro humores del cuerpo.

“Humor” es líquido, quiere decir líquido. Y claro, la teoría humoral que es muy antigua también, que ya comienza con Hipócrates y que adquiere carta de ciudadanía con Galeno más tarde, y atraviesa toda la cultura Occidental hasta el siglo XVII, es la teoría que se basa en que hay 4 líquidos o humores que, cuando se equilibran generan el “buen humor”. Así esta fantasía es una fantasía fisiológica: lo que se esta viendo son cuatro líquidos fundamentales para el equilibrio del cuerpo, que es la salud.

La sangre es uno de estos humores o líquidos, indudablemente perceptible. La sangre se percibe, aunque más complejo es determinar qué se percibe en la sangre, ya que este “humor” es también, y ante todo, una metáfora y una imagen: como cuando decimos a “sangre fría” o “llevarlo en la sangre”, “hacerse mala sangre”, “tener sangre de horchata”. La bilis también puede percibirse, cuando vomitamos por ejemplo, sale bilis, a la que llamaban bilis amarilla. La flema, que expelemos cuando tosemos o escupimos, es otro humor; todos estos humores están en nuestro organismo y la salud sería el equilibrio entre ellos -ni exceso ni defecto. Pero hay un cuarto humor, justamente la famosa bilis negra, “melas kholé”, que en latín se traduce como “atra”=negra y “bilis” y, fíjense, de “atra” viene “atroz”. “Atrabiliario” es una expresión usual en castellano. La atrabilis, es la bilis negra en latín, no en griego; en griego es melaskholé. Pero fíjense: “atra” que quiere decir “negro” está en la raíz de la palabra “atroz”

Pero ¿qué era esta bilis que no es amarilla sino negra? Porque si bien podemos ver algo así como flemas, podemos ver la sangre, podemos ver la bilis llamada “amarilla”, nunca se ha visto la bilis negra. Nunca. Jamás.

La bilis negra, que se daba por supuesto que era uno de los humores fundamentales, está mas allá de la posibilidad de la experiencia directa. Y sin embargo se daba por supuesto que este humor, si desequilibrado, era el que ocasionaba la depresión o la melancolía.

La bilis negra no se ha visto nunca y hoy, en la fantasía actual, la bilis negra no ha existido jamás: sencillamente no existe. Así tenemos la paradoja de que se ha explicado la depresión por aquello que o bien no existe, o por lo menos no se puede observar. No puede menos de sorprender esta presuposición que hay en el cuerpo un humor, un liquido que es causante de la melancolía, y es justamente aquél que no se puede percibir.

Por lo tanto la expresión “melancolía” podía significar dos cosas: esta bilis negra, que si predominaba en la constitución, llevaba a un temperamento melancólico, y por otra parte la enfermedad, ocasionada por el desequilibrio eventual de este humor orgánico. ¿Cuál es el asiento orgánico de la bilis negra? La sangre se relacionaba con las venas, las arterias y el corazón. Pero ¿la bilis negra? Para la bilis negra las explicaciones se remitían a los hipocondrios. Si, si, tendremos que hablar también de la hipocondría, ya que esta “patología” tiene mucho que ver con la depresión.

El hipocondrio es la zona baja de los intestinos. El hipocondrio abarcaba el bazo. Y el bazo es lo que en ingles se llama “spleen” y “esplín” es el nombre que se le dio también al humor melancólico.

Se suponía que el bazo tenia el poder de generar este liquido que permitía coagular, dar solidez. Por eso los antiguos creían que la coagulación de la sangre dependía de la bilis negra. La bilis negra, si bien era necesaria, era muy peligrosa cuando se destemplaba. Si perdía el equilibrio podían pasar estos fenómenos: por un lado la rigidez, la pérdida de velocidad, el letargo, la quietud, la desconexión con el exterior, un estado -podríamos decir- frío, como cuando uno tiene frío: el frío no anima al movimiento: frialdad y sequedad.

Pero cuando la bilis negra se calentaba demasiado, se decía y se creía así, podía llegar a subir al cerebro, pasar del hipocondrio al cerebro y entonces originar visiones, estados delirantes, exaltación, lo que hoy llamaríamos el polo opuesto al polo depresivo: el estado maníaco.

Habrán oído hablar de la enfermedad bipolar, como se llama hoy, que es la alternación de polos de depresión y polos de exaltación. Pues ya los antiguos decían que la exaltación proviene de la bilis negra, cuando se ha calentado demasiado. Melancolía -bilis negra- “combusta” o “adusta”, la llamaban. Sus vapores suben al cerebro y entonces uno vive una exaltación, una manía. “Manía” en griego no sólo quiere decir locura, sino que quiere decir inspiración.

Un estado en el cual sube la inspiración, decían. Los melancólicos, en estos ataques de manía, pueden llegar a afirmar verdades proféticas, incluso intuir lo que nadie ve, y devenir poetas, profetas o adivinos.

Qué estado curioso que lleva a momentos en el que el ser humano casi conecta con dioses, o los demonios, que es lo mismo porque para los griegos, los daimones eran mediadores entre hombres y dioses.

En el estado de bilis combusta uno queda disponible para la posesión por un dios o un daimon. Entusiasmo quiere decir eso; pero cuando la bilis negra está muy fría viene el rigor, la rigidez, el endurecimiento, el retardamiento… la depresión.

Bueno, la historia de la melancolía y la historia de la bilis negra van de la mano. La explicación de la alteración de la bilis negra ha perdurado muchos siglos, prácticamente casi toda la historia de nuestra cultura, esto se daba por supuesto hasta el comienzo de la Edad Moderna. Hoy ya nadie habla de bilis negra. Hoy hay otras imágenes y otras metáforas.

Hoy podemos mirar hacia atrás y decir: veían entonces lo que no se ve. Y esto tendría que hacernos preguntar si lo que nosotros vemos se verá en otros tiempos, otras épocas. Porque cualquier hombre en la Antigüedad, en la Edad Media y en el Renacimiento estaba seguro de la existencia de la bilis negra. Seguro “experiencialmente”. Por ejemplo en las hemorroides, y hoy hablaremos – recuérdenmelo- de la conexión entre la melancolía, la depresión, Saturno y el ano- será importantísimo; en las hemorroides, junto a la pérdida de sangre por el ano, suele haber salida de coágulos, y se creía que esos coágulos eran “prueba” de la bilis negra. Uno de los tratamientos más constantes contra la melancolía eran unas purgas terribles con eléboro negro, una planta irritante que produce vómitos, diarrea y que se puede matar, ya que el eléboro negro es venenoso -en dosis altas- justamente para eliminar la bilis negra. Luego al ver estos coágulos de sangre se confirmaba: “ Ahí está la prueba de la presencia de la bilis negra”.

En realidad el papel de la bilis negra era dar consistencia, y cuando daba demasiada consistencia paralizaba, y cuando había demasiada poca, porque se calentaba, se te “volaban los pavos”, vamos a decir así, y te “inflamabas”. Claro esto lo vimos con más detalles la otra ocasión, en el seminario anterior.

En la historia de la melancolía, uno de los momentos fundamentales es cuando en la época de Aristóteles- estamos en el siglo III a. C. , se le atribuye a Aristóteles una obra que ha llegado hasta hoy, que sabemos que no es de Aristóteles, y por dice “pseudo Aristóteles” – se cree que es de Teofrasto- , y que es muy importante: plantea una serie de problemas y el que propone en el problema 30, se pregunta “¿Porque será que los grandes hombres, los grandes políticos, los grandes filósofos, los grandes artistas y los grandes creadores han sido todos melancólicos?”

Se sostiene que Heráclito, aquel gran filósofo, llamado el Oscuro, – volvemos a la negrura, a la oscuridad, grandes metáforas de la depresión, – era un depresivo. Heráclito de Efeso fue un hombre hosco que se retiró de la sociedad humana, que no quería contacto con los demás, se fue a vivir a un templo fuera de la ciudad y sólo aceptaba jugar con niños.

Se dijo que Demócrito, otro gran filósofo, era también un melancólico. Se ha dicho lo mismo de Sócrates, se ha dicho de Platón. Aún hoy existe la fantasía de que los genios son locos, esa fantasía arraiga en Problema 30, I, de Teofrasto. ¿ Porque será que ésto, que es una enfermedad, sin embargo es tan común en todos aquellos que destacan?

Yo no digo que sea verdad, pero desde el momento en que se enuncia esto, hay una combinación que muestra que la bilis negra y la melancolía conllevan una contradicción. Tanto la bilis negra como la melancolía convocan por un lado los estados más angustiosos, tormento del alma y por el otro lado la máxima elevación e inspiración. Así como la bilis negra puede llevar a la depresión pero también al “entusiasmo”, a la posesión por un dios, así la melancolía produce personas apáticas, sin vida -destruye la vida-, pero también produce los grandes genios. Esta es la contradicción que hay en el tema de la bilis negra, en el tema de la depresión y que atraviesa Occidente. Con el tiempo, y era lógico y casi natural, el tema de la bilis negra, de la depresión, se asoció inevitablemente a un dios y a un planeta.

Recuerden que en la cultura occidental la astrología ha sido también la trama básica permanente durante muchos siglos. ¿Cómo se asoció la melancolía con Saturno? Bueno hay muchas maneras:

Primero Galeno mezcló lo de los temperamentos con lo de las cualidades y sostuvo que hay cuatro cualidades fundamentales: caliente, frío, seco y húmedo. Cada temperamento resulta de una combinación: el temperamento sanguíneo, aquel en el que predomina la sangre, siempre fue visto como el mejor de los temperamentos y es resultado de la combinación de calor y humedad; el temperamento colérico, donde predomina la bilis amarilla, guerrero, irritable, lanzado, heroico -diríamos hoy- es aquel en que predomina lo caliente y seco; el temperamento flemático, en el que predomina la flema, se caracteriza por la tranquilidad pasiva, cierto dejar ser, cierta falta de conato o pasión -hoy hablamos, por ejemplo, de la flema inglesa, expresión que viene de ahí-; el flemático sería la combinación de frío y húmedo. Y por último el temperamento melancólico, también llamado bilioso, donde predomina la bilis negra, resultado de la unión de frío y seco.

Esta combinación de dos ejes: caliente-frío por un lado, seco-húmedo por el otro, se tradujo en la teoría de los elementos, según la cual hay cuatro elementos fundamentales en la naturaleza, en la psique y en todo lo que existe, así como hay cuatro estaciones fundamentales. Estos elementos son el fuego: caliente y seco; el aire: caliente y húmedo; el agua: fría y húmedo; la tierra: fría y seca.

Por lo tanto la tierra: fría y seca, la melancolía, la depresión, van de la mano. Con lo cual los temperamentos terrenales, los signos astrológicos de tierra, han llevado una mácula histórica: ser negros, asociados a la bilis negra, la melancolía y portadores de la sombra y lo sombrío. Las estaciones también corresponden al juego entro esos dos ejes.

Luego el flemático quedó también bastante en segundo ranking negativo y en un momento se unió históricamente con el melancólico y siempre los sanguíneos y secundariamente los coléricos quedaban como los mejores, vamos a decir así. Hay una cualidad de valoración aquí, no se trataba solamente de una mera descripción de lo que hay, sino de un ordenamiento jerárquico, de superior (el sanguíneo) a inferior (el melancólico). No es infrecuente este uso de clasificaciones aparentemente descriptivas para “filtrar” apreciaciones valorativas, y discriminatorias. Acaso en toda descripción se oculte una valoración No es raro que se condene como “enferma” a una conducta indeseable (política, moral o religiosamente). Lo que en una sociedad fundada en consideraciones religiosas es decretado “pecado”, se vuelve “inmoral” o “vicioso” cuando tal sociedad se laiciza, y luego se declara “enfermo” cuando se liberaliza, conservando siempre un matiz discriminatorio. Piensen en la homosexualidad, considerada como un pecado, luego como un vicio, luego como una enfermedad. Lo mismo ha ocurrido con la melancolía, que también fue considerada, en la Edad Media cristiana como un pecado, cuando no el estigma mismo del pecado original (Hildegard von Bingen), como lo vimos en el seminario anterior. Como he señalado, esta teoría de los cuatro elementos se aplicaba a todos los ámbitos del ser, como a las estaciones. En las edades de la vida que también se dividían en 4: infancia, juventud, madurez y vejez, como es lógico, la melancolía correspondía a la vejez, porque los viejos son fríos y son secos. Tenemos más frío cuando somos viejos. Baja la temperatura, esto es una fantasía -no digo que sea así-: baja la temperatura, hay poca movilidad, se añora el calor, ahí se ve el predominio de la bilis negra en la vejez.

Bueno, estas analogías entre la melancolía, la depresión, la bilis negra, la tierra, el otoño, la vejez y la negrura fue el calce perfecto para asociarlas a aquel planeta lento, frío, remoto. En el otro seminario ya vimos que los griegos incorporaron la astrología considerando los planetas como dioses, la tomaron así de los babilonios y de los asirios; la astronomía griega sólo conocía como planetas (aparte del sol y la luna, las luminarias) a Mercurio y a Venus que se ven en el horizonte inmediatamente antes o después de la salida del Sol. No ubicaban los otros planetas del sistema solar, -los aprendieron de los babilonios-, de ellos aprendieron a reconocer a Saturno, a Marte, a Júpiter; no los re conocían, pero los babilonios ya nombraban a estas estrellas con nombre de dioses. Cuando los griegos aprendieron a observarlos ya los aprehendían como dioses, viendo en los planetas a los dioses de su propio panteón.

Y al último, el más lento de todos los lentos -y es esta imagen: Se es lento cuando se está deprimido, viene la lentitud y no se puede correr, se pierde la aceleración, la lentitud es característica de la melancolía, característica de la depresión: es la detención, todo se detiene, todo se vuelve lento, el tiempo no pasa, los movimientos no brotan, detención, retardamiento. La metáfora de retardamiento es continua, todavía en los informes sobre la depresión se recurre a ella: no puedo moverme, he perdido agilidad, todo va muy lento, a veces hasta levantar un brazo es muy lento porque no hay energía. Todo se ha detenido. Esta es una de las constantes en las descripciones de la depresión.

Pues claro, el último de los planetas visibles, este planeta -que era a su vez expresión de un dios llamado Kronos, y Saturno después por los romanos-, tardaba en regresar al mismo sitio, en dar la vuelta, casi unos 30 años, y era así el mas lento de todos. Y al ser el más lento y el más lejano del Sol, es el más frío. Frío y lento, este planeta-dios se vio inevitablemente como manifestación en el cielo de lo que es la melancolía, al temperamento melancólico, la bilis negra y la depresión.

Era lógico, casi es natural porque había afinidad metafórica entre la depresión y este planeta que hoy conocemos como Saturno, que por cierto los griegos vieron ya como un dios y vaya qué dios! Porque el dios que vieron los griegos es aquel sobre el que hablaremos un poquito hoy, el señor de su panteón cuya historia sintetizaré puesto que ya la vimos en el seminario anterior.

Para la mitología oficial, ya que hay varias versiones de la creación, pero para la oficial, la homérica, repetida en Hesíodo, en el origen de los tiempos, antes del tiempo, surge todo de la unión de dos dioses poderosos: el Cielo llamado Urano, traducido Caelus en latín, y la Tierra llamada Gea, de ahí viene geografía, geología.

Urano, el Cielo estrellado abraza a la Tierra y la fecunda. Y de esta unión de estos dos poderosos dioses brota una progenie. Gea empieza a producir hijos, pero Urano, por ser monstruosos, no los deja salir a la luz, retiene a sus hijos en el seno de su madre. De tal manera que Gea, harta de llevar sus hijos dentro, y de que no pudieran salir, forja una enorme hoz y les pide a sus hijos que la ayuden a liberarla de ese marido cruel.

El menor de los hijos acepta esto y un día que el padre está durmiendo, impulsado por su madre coge la hoz y castra al cielo, castra a Urano. Los genitales de Urano caen al mar, pero antes de caer al mar caen sobre Gea su sangre y parte de su esperma, fecundándola y apareciendo así las terribles Furias, (una lección psicológica importante) y cuando caen al mar, al fertilizar la espuma del mar aparece Afrodita, que es la diosa de la belleza. Castrado Urano, el poder pasa a Kronos el menor de sus hijos, a quien apoyan sus hermanos y que se llaman Titanes.

Pero cuando Kronos castró a Urano, éste le advirtió: Así como me has castrado a mí, tu también perderás el poder a manos de tus hijos. Esta es una variante, porque hay muchas.

Así Kronos, que se une a su hermana Rea, cada vez que Rea queda embarazada, temiendo que se cumpla la terrible profecía de su padre, no es que los mantenga dentro de su madre, no, lo niños nacen, pero lo que pide Kronos es que se los entregue para devorárselos. Y así se va comiendo a uno tras el otro. Todos sus hijos salen de la madre pero no salen del padre, no llegan a crecer (esto también si nos da tiempo lo veremos) Pues Rea, harta al igual que antes lo estuvo Gea, cuando nace el último, en lugar de darle el bebé, le da una piedra vestida en pañales. Y Kronos se come la piedra, creyendo que era el menor de sus hijos, a quien la madre lo lleva lejos y lo hace criar a escondidas del padre. Cuando llega a ser mayor, este hijo, que se llama Zeus, también alentado por su madre, coge la misma guadaña, si bien antes le dan a Kronos un vomitivo, y claro lo primero que sale es una piedra, y detrás de la piedra todos los otros hijos. Todos los otros hijos se alían con su hermano menor que es Zeus y que finalmente castra a Saturno, cumpliéndose así la profecía de Urano. Y el que reina en el Olimpo hasta hoy es Zeus, el hijo menor de Kronos pero que, según leemos en Homero, se hace llamar “Padre de dioses y de hombres”.

Por lo tanto el tema de la castración se repite de otra manera, y hay una variante, por supuesto que Kronos pide ayuda a sus hermanos para luchar contra sus hijos. Los Titanes se alían y hay una época tremenda de lucha entre los Titanes y los que van a ser Olímpicos se esta por decidir la batalla. Finalmente gana Zeus y a Kronos lo encadena -no puede morir claro, Saturno no puede morir puesto que es un dios- y lo encadena para siempre en el Hades o submundo y aquí está Kronos encadenado, atado con cadenas, limitado en el submundo mientras en el mundo celestial y terrenal rige Zeus, Júpiter.

Con este dios tremendo, Kronos, el padre de todos los actuales dioses, se asoció este planeta lento, frío y seco que está en los confines del mundo conocido. Mas allá de Saturno, las estrellas fijas y eternas. De Saturno para aquí, el mundo conocido en cuyo centro está la Tierra. Esta era la visión antigua del mundo conocido en cuyo centro está la tierra. Era lógico que se asociara a Saturno con el más lejano de todos, el más lento y el más frío, y por lo tanto dada esta terrible historia de poder, de castración y de devoración, era natural que se asociara también con el tema de la melancolía y la cólera negra.

El color de Saturno es el negro, es característico suyo. Siempre que Saturno se acerca a nuestra vida aparece la negrura: la negrura interior, la negrura exterior, pensemos cuándo referimos al negro: Cuando hay duelo, cuando hay tristeza. El negro provee metáforas características: Tengo pensamientos negros, lo veo todo negro, el futuro se ha vuelto negro, mi ánimo está negro, etc. Y así lo usamos frecuentemente. La negrura no la elegimos, la negrura se nos impone siempre que está la cercanía de Saturno. Siempre que estamos próximos a aquello designado como depresión. La furia horrible, la atrabilis, o la misma muerte.

La asociación de Saturno y la melancolía ya la establecen los astrólogos árabes, regresa a Occidente, es aceptada plenamente pues posee una gran coherencia: Saturno rige la vejez, Saturno es viejo, el viejo destronado por sus hijos, el viejo que se come a los niños, el viejo que devora y engulle toda la posibilidad de vida nueva en su sistema de orden, de rigidez, de limitación; el viejo que no deja salir ninguna nueva forma de vida, el viejo opuesto a todo lo que sea joven, jovial, juvenil que viene de Jove, que es el otro nombre romano de Júpiter, de Zeus.

Por lo tanto Saturno trae consigo la vejez, la negrura, la lentitud, la oscuridad: tenía todos los números para hacerse cargo de la melancolía. Si, y se hace cargo de la melancolía. Así que la historia de Saturno, la historia de la melancolía y la historia de la depresión están entrelazadas en Occidente. Y tal como se ha visto lo uno, se ha visto lo otro. En la astrología, y especialmente regresada a través de los árabes, y todavía es una práctica contemporánea, el planeta Saturno se considera la fuente de todas las desgracias.

Y las descripciones de Saturno son tremendas, ya en los textos medievales, tremendas y a la vez contradictorias. Saturno rige los muertos, los cementerios, las ratas, los murciélagos, los lugares oscuros, la soledad y la tristeza, la envidia, la avaricia, la codicia, la desconfianza; los hijos de Saturno son vistos como seres en los que no se puede confiar, siempre llevan en secreto sus intenciones, son hoscos, interesados, taciturnos, taimados. Los hijos de Saturno son siempre morenos, evidentemente, tienen una manifestación del racismo que subyace en el desprecio por los negros y las razas de tez oscura. La misma palabra “oscuro” está asociada a siniestro, como en “oscuras intenciones”, “maniobras oscuras”, etc. Mas tarde se asocia, en la Edad Media, a Saturno con los judíos, y el judío se transforma en el portador de la sombría imagen saturnina, eso es: el tacaño del que no te puedes fiar, que siempre esconde los propósitos, ladino, mentiroso, lascivo, peligroso.. y moreno. Sí, siempre subyace la fantasía de que el malo es moreno y el moreno es malo. Los rubios son sanguíneos, y el sanguíneo es el mejor de los temperamentos: la nobleza, la expansividad y la bonhomía.

Fíjense cuánta fantasía no reconocida, no vista sino como “hechos” constatables ahí afuera. Pero a su vez sí que se admitía que Saturno, a pesar de todos estos rasgos tremendos que todavía se repiten en los textos, se le concedía a este planeta-dios alguno que otro rasgo positivo; así como la melancolía puede dar genios, se reconocía en los saturninos la perseverancia, la tendencia a la profundidad y la constancia.

Pero eran muy pocos rasgos positivo para compensar el dechado de descripciones realmente terroríficas. Las letrinas, los excrementos, las personas malolientes, miserables. En la otra clase he citado textos de astrología que muestran la enorme contradicción que hay en la descripción de Saturno, que muestran cómo en la larga retahíla hay contradicciones: por un lado mentiroso pero por otro lado el sabio, por un lado no te puedes fiar de él pero por otro lado es el símbolo de la constancia.

Por lo tanto, con tal contradicción, ya se ha dicho es que quizás la característica de Saturno es justamente ser el más contradictorio de todos los dioses, como tan bien lo exponen Klibansky, Panofsky y Saxl en su clásico “Saturno y la melancolía”.(ver Bibliografía)

Quizás Saturno sea, justamente, el dios de la contradicción. Todos los dioses tienen manifestaciones opuestas, pero en Kronos, en Saturno, no es que haya sólo manifestaciones duales, sino que la misma descripción de su propia naturaleza esencial es contradictoria.

Tengo aquí dos oraciones a Saturno, una de los Oráculos Caldeos del siglo III de nuestra era, y otra tomada del Picatrix, tratado de magia de la Edad Media, del siglo XI, que tiene gran importancia para la historia de la magia en Occidente, un tratado muy antiguo, que entra en Occidente gracias a la traducción de las obras árabes -por cierto se tradujo en España en la época de Alfonso el Sabio, y circuló luego por toda Europa (Ver Bibliografía). Obra prohibida por la Iglesia, perseguida, pero que es fundamental para la tradición mágica que llega a su apogeo con Marsilio Ficino, Cornelio Agrippa y los magos del Renacimiento.

La oración en el Picatrix dice así:

Oh, Maestro,

De nombre sublime y de gran poder

Supremo Maestro

oh Maestro Saturno,

Tú, el frío, el estéril, el doloroso, el pernicioso.

Tú, cuya vida es sincera y cuya palabra es segura

Tú el sabio y solitario, el impenetrable,

Tú, cuyas promesas se mantienen

Tu que eres débil y cansado

Tu que tienes preocupaciones mayores que cualquier otra,

que no conoces ni placer ni alegría

Tú el viejo y astuto

señor de todo artificio, engañoso, sabio y sensato

Tu que traes la prosperidad o la ruina y haces a los hombres felices o infelices,

Te conjuro, oh, Supremo Padre por tu gran Benevolencia y tu Generosa Meced..

Fíjense qué contradictoria es hasta esta oración: el viejo sagaz señor de todo artificio, engañoso. En un momento lo llama engañoso, y en el otro momento dice: Tu cuya vida es sincera y cuya palabra es segura.

En los oráculos caldeos la oración a Saturno es:

Eterno Padre, poderoso Titán,

escucha Gran Señor de Dioses y Hombres

a quien todos reverencian,

dotado de vario consejo, puro y fuerte,

a quien le pertenecen el aumento y la disminución.

De aquí que a las formas fluyentes de la materia

que por ti mueren, por ti restablecidas,

les proporciones su sitio.

Tu poder fuerte e inefable contiene el inmenso mundo

con cadenas sempiternas.

Padre de vasta eternidad, divino oh poderoso Kronos,

tuya es la múltiple y variada manera de hablar.

Hijo de la tierra y de los cielos estrellados,

esposo de Rea, sabio como Prometeo,

poder obstétrico, generador, y raíz venerable

de la cual surgen las distintas formas de ser.

Ninguna parte aislada puede abarcar tu poder,

difuso a través de todo, del cual surgió el mundo.

Oh mejor de los seres, oh mente sutil,

escucha propicio a los suplicantes inclinados,

asiste benevolente a los ritos sagrados,

y otorga una vida sin tacha y un final beato.

Saturno como Kronos, es terrible: el viejo que se come a los hijos, el exiliado atado con cadenas. Lo que pasa es que por un problema o mejor, diría, por una casualidad lingüística, Kronos se asocia inmediatamente a Khronos, con “h”. Kronos es el Titán, que se devoraba a sus hijos, pero Khronos con “h”, es el nombre de otra divinidad griega: un anciano encargado de simbolizar el paso del tiempo. Al unirse Khronos y Kronos, el viejo Saturno devorador de sus hijos se hace también el señor del Tiempo. Y de ahí vienen las expresiones “crónico”, “cronómetro”, “cronología”. Allí también se presenta este contradictorio dios. Una de las ambigüedades es que al pasar a Roma se llamó Saturno. Pero Saturnus era ya un dios romano, encargado con de la siembra y de la tierra. Con lo cual se asocia la hoz característica de Kronos, un arma que por significaba castración y destrucción, con el instrumento para cosechar y segar las mieses de la tierra y obtener riquezas.

Con lo cual la unión con de Kronos con Saturnus, lo transforma en un dios de las riquezas de la tierra, del trabajo, de la tierra -que ya lo era Kronos por lo de seco y frío-, del trabajo del campesino, de los tesoros escondidos en la tierra. Claro, otra vez contradicción: por un lado es tacaño, pero por otro lado es señor de las riquezas. Por un lado quita la vida y devora todo potencial de crecimiento, por el otro da la vida aportando las semillas y las raíces que dan frutos.

Todo esto es típico de Saturno, como será típico de la melancolía, tema lleno de ambigüedades y contradicciones.

Bueno, todo esto ha sido repaso de lo que dijimos el seminario pasado, luego se lo miran en Internet con más detalle. A partir de ahí vamos a arrancar nosotros.

Hay una variante respecto a Kronos y a Saturno, según cual, cuando la guerra entre Saturno y sus hijos, la Titanomaquia, éstos ganan, pero no lo castran. Hay una leyenda italiana, que menciona -o confecciona- Virgilio, por la cual Saturno, viéndose vencido, abandona el poder a sus hijos, se exilia por mar y se escapa al Lacio o Latio. Lacio es una región del centro de Italia, donde está Roma. Saturno llega así al Lacio huyendo de sus hijos y ayuda a la gente de la Península Itálica llevándoles el arte de la escritura, la construcción de ciudades, la cultura, la civilización y la paz. De allí nacen los “latino”. El antepasado de los romanos es este Saturno, que trajo consigo una Edad de Oro, una edad de civilización, de paz y de cultura. Y que tendrá en el Lacio un hijo llamado, justamente, “Latino”. La Edad de Oro decayó lentamente, y los hombres se volvieron ambiciosos, hostiles y guerreros. Así consta en Las Eneidas de Virgilio. Por esto del Latio vienen los latinos. Latio corresponde a Saturno porque “lo latente” es justamente lo que sub-yace, lo que está escondido, oculto, así como Saturno se escondió en el Latio. Aquí está su relación con lo latente, como cuando se habla de “pulsiones latentes”, “aspiraciones latentes”; están debajo, están ocultos como Saturno en el Lacio. Saturno conecta así con lo escondido, con los tesoros ocultos que no se ven desde la superficie. En tanto que patrón de la Edad de Oro, Saturno aparece como constructor de ciudades, promotor de la civilización, señor del conocimiento preciso , tanto de lo oculto como del técnico, especialmente el geométrico, ya que la geometría estudia las formas que permiten, ordenar la naturaleza y construir cultura. De tal modo, la balanza y el compás son atributos suyos. Esto también se ve en la iconografía posterior de Saturno. Basta con que recordemos el grabado Melancolía, de Durero. Saturno es quien acuña monedas -esto va a ser importante también para nuestra disquisición-, originando así la banca y el comercio, civilizador por excelencia, señor de aquel tiempo en el que no existían entre los hombres ni la rapacidad, ni la guerra, ni la violencia.

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Hay otra variante mítica en la que Zeus después de haber encadenado a Kronos en el submundo, finalmente lo libera y lo instala como rey de las Islas Afortunadas, que es adonde van las almas de los héroes. Y en las Islas Afortunadas sólo hay alegría, justicia y bienestar.

Hay también expresión de la Edad de Oro, tal como cuenta Ovidio en sus Metamorfosis, y antes aún Hesíodo en su Teogonía (ver bibliografía): en la época en que reinaba Kronos la humanidad era feliz. Era una época en que no había penuria ni esfuerzo, los seres humanos comían los frutos que solos brotaban de la tierra sin tener sin que hubiera que trabajarla. Y hablaban no sólo los humanos, sino también animales, reinando entre todos gran amistad. La edad de Kronos fue una edad dorada para la humanidad. Los seres humanos vivían muchísimo tiempo y a la hora de morir se iban simplemente a dormir. No había propiedad que defender, no había leyes que imponer porque todos eran pacíficos y convivían en inocencia y armonía. Es cuando llega la Edad de Zeus, cuando acaba esta edad de Oro, y comienza la decadencia de la humanidad: Zeus les quita el habla a los animales y se la reserva a los hombres, empieza la ambición de poder, la conquista, la lucha y, naturalmente, la guerra. Así vemos que por un lado Kronos es el señor del sufrimiento, la miseria, la tristeza por otro lado el regente de la Edad de Oro. Otra vez la contradicción y la ambigüedad característica de Saturno y su temática. La Edad de Oro del comienzo, antes de la decadencia, la Edad de Oro del futuro que vendrá, de acuerdo al mito de El Político de Platón, cuando la Tierra revierta su giro, como veremos a continuación. En un diálogo muy bonito -todos los libros de Platón lo son-, uno que se llama El Político (ver bibliografía), Platón propone, y va a tener importancia en la historia de la filosofía, el siguiente mito: en la época en que regía Kronos, en la Edad de Oro, las cosas iban al revés que ahora, porque el mundo giraba en otra dirección, inversa a la actual. Fíjense que en esta época, ya Platón hablaba de un mundo esférico, quiero decir mucho antes de Colón. Ya hablaban de un mundo esférico mucho antes de que se hubiera dado la vuelta al mundo cuando el descubrimiento de América. Acaso no hace falta recorrer la tierra para conocerla, acaso no es necesario.

Ya Platón hablaba de un mundo esférico que giraba: giraba para un lado que era al revés de como vamos ahora.

De modo que, así como nosotros nacemos, pasamos por ser niños, crecemos, llegamos a adultos y nos volvemos viejos, perdemos vitalidad y finalmente nos entierran, en esa época de Oro ocurría al revés. Era una época feliz, en que los mismos dioses gobernaban la tierra y los seres humanos, como en Ovidio, no tenían que preocuparse de nada. Pero vino la edad de Júpiter y cambió el giro. Y al cambiar el giro surgió la guerra. Los dioses se alejaron de los hombres que tuvieron que crear leyes para administrarse y tuvieron que aprender a trabajar para vivir. Es como la expulsión del paraíso. Pero pasado un tiempo va a volver a cambiar la rotación de la tierra, y volverá la edad de Oro. Y entonces se brotará de la tierra viejo y se irá rejuveneciendo. Se ira volviendo cada vez más joven y se regresará otra vez a la tierra de donde se sale otra vez viejo y se vuelve a nacer.

En este mito del revés de los tiempos regido por Kronos, de la vuelta los orígenes perdidos, no ocurre que el viejo surja del niño, sino que es al revés: de los viejos surgirán los niños. Esta imagen propone Platón. Vemos entonces que hubo una reinado de Saturno de gran libertad especial, que con el tiempo de leyes y el tiempo de las luchas se ha perdido. Era un Jubileo, que viene de “júbilo”. De modo que “jubilarse” implica el tiempo de Jubileo, de retorno a la Edad de Oro. Es la fantasía que subyace al deseo de jubilación como “vacación”: sin esfuerzo, estar “vacante” en la holgura y el deleite. Así jubilamos a nuestros viejos, aunque lo que les aguarde -al menos en este tiempo y en esta cultura- no sea justamente un paraíso. Aquel deseo que está en todos nosotros de una época dorada de holgura sin esfuerzo, donde todo sea fácil, una especie de Jerusalén celestial,una perpetua vacación, le corresponde a la añoranza de la Edad de Oro de Saturno. Pero claro, Saturno, en este mundo en que vivimos, está en exilio. Está en exilio, está encadenado, prisionero y desterrado.

A partir de aquí, podemos seguir por muchos lados pero me gustaría mirar las metáforas alrededor del tema de la depresión sobre el que vamos a trabajar. Ya hemos visto que Saturno, Kronos, la melancolía contiene ambigüedad: tristeza, desánimo, pero a su vez profundidad; desconfianza, mezquindad pero a su vez Kronos es señor de las riquezas y de los bienes de la tierra; mentira, astucia, engaño, pero a su vez conocimiento profundo, veraz y sincero.

Todas estas contradicciones están ahí. Y en la melancolía tenemos la contradicción del estado de ánimo más torpe, más limitante y a su vez la producción de características geniales.

Veremos, sin pretensión de exhaustividad, las descripciones que se han hecho de la melancolía a lo largo de los siglos. Para esto es recomendable especialmente la obra de Stanley Jackson, que está traducida al castellano, “Historia de la Melancolía y de la Depresión desde los tiempos hipocráticos hasta la época moderna” (ver Bibliografía)

Por ejemplo, Areteo de Capadocia, siglo II de nuestra era, tomo algunos rasgos de su descripción, pero se encuentran en casi todos los autores; se trata de atender al lenguaje con que describe a la melancolía, a la depresión. Areteo, en su libro llamado “De las causas y síntomas de las enfermedades crónicas”, dice que la melancolía es: “Una caída de espíritu”. La palabra es “caída del espíritu”. ¿Se puede caer hacia arriba?. Caer ¿qué presupone? Caída es como depresión, porque ¿qué significa la palabra “depresión”? Cuando vas por el campo y te encuentras con una depresión campestre ¿te encuentras con una montaña? No, evidentemente: una depresión es un hundimiento.

Areteo habla de una caída del espíritu. Bajón. Hacia abajo.

Ya aquí aparece una metáfora vertical donde, la depresión hunde, te lleva abajo. Hoy decimos “me siento bajo”, “qué bajón”, “estoy bajoneado”, la misma palabra “de-primir” es empujar hacia abajo. Hundimiento, depresión, opresión. Piensen en la metáfora, no estamos hablando de cosas, sino en las palabras que describen…no sabemos de qué sea eso, a las que esas metáforas aluden. Pero atendiendo a qué palabras se imponen, podemos aprehender el mundo que estas palabras/imágenes convocan. Dice Areteo: ”Una caída de espíritu con una única fantasía, sin fiebre. Se ven amenazados por un miedo irracional, se hacen ruines” -la ruindad característica de la melancolía, la mezquindad característica de Saturno, el que acuña las monedas pero que a su vez es rapaz, rapaz como con sus hijos, rapaz con todos los bienes-.

Y añade: “En ciertos casos al ser hipocondrio, -esta zona baja siempre se ha asociado con malestares estomacales, todavía hoy: diarreas, vómitos, gases, dolor de estómago, problemas digestivos, aún hoy en la depresión se presentan estos problemas digestivos. “Pero”, dice Areteo de Capadocia, “en ciertos casos, no aparecen ni flatulencia ni bilis negra, sino tan sólo enojo y pesadumbre”.

Encontramos la asociación de la depresión con el enfado. Continúa Areteo: “enojo y pesadumbre, y triste aflicción de la mente, y son llamados melancólicos porque los términos bilis e ira, kholé y kholas , son sinónimos, lo mismo que el término “negro”, melas y furia”.

¡Interesante descripción y secuencia de metáforas!.

De Galeno, siglo II, sólo cito unas frases: “La característica de la melancolía es miedo y desesperación. Los pacientes odian a todos aquellos que ven. Están constantemente sombríos. Parecen aterrorizados como los niños o los adultos sin educación, en la más profunda oscuridad. Así como la oscuridad exterior amedrenta a casi todas las personas, de la misma manera el color del humor negro (melancolía) produce miedo cuando su oscuridad arroja una sombra sobre la zona del pensamiento”.

Es aquel estado por lo tanto que “arroja una sombra sobre la zona del pensamiento”: Sombra, sombra arrojada, oscuridad, otra vez la misma amenazante metáfora saturnina. Todo esto se repite en las descripciones de hoy en día que los depresivos dan de su estado, y sin haber leído a Galeno. Y Galeno aquí parece aquí anticiparse a Freud que, a comienzos del siglo XX dirá -como veremos- que en la melancolía hay “una sombra que ha caído sobre el yo”

Cuando llegamos a la Edad Moderna, encontramos una renovación en el enfoque de la melancolía -y de la enfermedad mental- al liberarlas de la temática de “culpa” y “vicio” con que se la había juzgado en la Edad Media, tiempo que se consideraba que enfermedad mental era pecado. E inmediatamente antes de la Edad Moderna, en la época de la Reforma y Contrareforma, tiempo de quema de brujas, se veía en la melancolía un caso de posesión demoníaca. . Así que la aparición en el siglo XVIII, de la idea de que la locura, entre ellos incluida la melancolía, no era cuestión de demonios, sino que era una enfermedad, tuvo como consecuencia por lo menos un trato distinto para los enfermos. Ya no se los quemaba, ahora se los ataba con cadenas y se les pegaba. Pinel insistió en que la locura (y la melancolía, como un tipo de locura) es una enfermedad, es una enfermedad moral (del alma ahora identificada con la mente) y por ello el mal trato no tenía sentido. Liberó de sus grilletes a los locos. Pero vamos a saltar hasta un médico muy importante del siglo XIX. Estamos en pleno materialismo y nos encontramos ahora con Griesinger, que tuvo una gran influencia en la visión de las enfermedades psíquicas, ya que insistió en que enfermedad mental es enfermedad del cerebro. Aquí tenemos claramente la identificación de alma (psique) con cerebro, que aún tiene vigencia en muchos enfoques. Griesinger, al insistir que toda enfermedad mental es del cerebro, deja de lado el alma, pero por el otro lado hay una liberación de la culpabilidad sobre el enfermo. Pues Griesinger, que fue muy importante, durante en el siglo XIX, escribe “ A veces”, – siempre es para él un problema del cerebro-, “a veces las emociones alteradas afectan al cerebro”. Esto es interesante: las emociones podrían alterar al cerebro! Y por tanto la melancolía podría tener que ver con las emociones -como agentes causales! Así, escribe: “A veces la melancolía, la depresión, es el resultado del lento reconcomerse de una ambición contrariada”. Ya antes mencionamos que había una conexión entre la depresión y el enfado, la furia atroz, la atra bilis. Y esto Griesinger parece confirmarlo- al menos “a veces”.

“Los deseos y las esperanzas han estado largo tiempo concentradas en un objeto determinado,”- continúa- “cuando el individuo ha convertido ciertas cosas en algo indispensable para su vida y éstas le son retiradas por la fuerza, el paso de las ideas a esfuerzos se corta,ya no se pueden esforzar por lo que la vida les ha quitado, apareciendo por consiguiente una brecha en el sujeto que tiene como resultado una violenta lucha interior”.

Recordemos otra vez: furia horrenda, “melas” horrible, “kholas” furia. Pero qué curioso, esto no se ve desde el exterior: ¿dónde está la rabia en la depresión?. Si aparentemente no hay nada de ello y no hay exteriorización de sentimientos… salvo la tristeza y el miedo. Bien, esta “violenta lucha interior” sugerida por Griesinger, este “reconcomerse de una ambición contrariada” los recogeremos más adelante.

Kraft Ebbing, fue el que invento la palabra sadismo y masoquismo a finales del s. XIX, muere al comienzo del s. XX, tuvo un impacto importantísimo sobre Freud también. Cuando Kraft Ebbing habla de la melancolía, la describe así, “Al melancólico el mundo exterior le parece sombrío y cambiado, ya no tiene colores”. – y volvemos al tema de la sombra- Mas adelante dice” Es incapaz de retener en la memoria nada más que imágenes e ideas tristes y deprimidas. El resultado inmediato de esto es la monotonía del pensamiento”. Monotonía quiere decir un solo tono, imposibilidad de variación. Por eso con frecuencia se ha descrito la depresión como monomanía: obsesión por una sola idea de la que no te puedes librar. “Hipocondría”, preocupación excesiva con el cuerpo, obsesión por un tema, en este caso los temas tristes de los que no te puedes salir.

Fíjense como hay una insistencia en la imposibilidad de moverse o de aligerar, característico de Saturno.

Emil Kraepelin (ver Bibliografía), tuvo un impacto importante en la ulterior psiquiatría, clasifico las enfermedades como como un botánico clasifica las plantas, distinguiendo tipos físicos en función de los síntomas. Kraepelin insistió en que era importante ver en una enfermedad -siempre descrita como algo externo-, no solo lo que se presenta momentáneamente, sino seguirla evolución de la enfermedad, verla dinámicamente. Es la descripción de un zoólogo sobre una especia, de un botánico sobre un tipo de planta, lo más objetiva, medida e impersonal posible. Kraepelin, describiendo un caso de melancolía, dice así: “ El enfermo tiene dificultades para pensar y expresa este trastorno de todas formas y maneras; no puede reunir sus ideas, éstas se encuentran paralizadas, no avanzan más”

Parálisis, no hay avances: son imágenes, que no deben tomarse literalmente. Una es avance, evidentemente la mente no avanza, ¿cómo va a avanzar si avanzar quiere decir ir adelante en el espacio?. Avanzar es una metáfora, pero es una metáfora que apunta al tema del progreso, la celeridad.

“ El pensamiento y la acción se cumplen sin que el enfermo participe en ello”- dice en otro fragmento- “Otros tienen la impresión de que algo terrible acaba de suceder, tienen un peso en el pecho”.

Peso, lentitud, parálisis. Importantes metáforas asociadas a la depresión. Continúo citando a Kraepelin:

“Hay una despersonalización, el pensamiento, sus representaciones ya no tienen el color vivo de la sensación normal” -falta de color.- “En todas las cosas solo ve lo negro y lo difícil.. Va de desilusión en desencanto.. La vida le parece sin objeto, se siente un ser superfluo, ya no puede ocupar su lugar en la tierra … esto quiere decir está exiliado en la tierra”.

Bueno, yo quisiera que alguien se tomara el trabajo de ir anotando estas metáforas: Lentitud, peso, pesadez, hundimiento, monotonía, oscuridad, sombra y exilio.

“Hay un disminución considerable de la facultad de actuar”, dice Kraepelin.

El retardamiento, lentitud, retardo, se vuelve todo lento. Ya no puede haber prisas.

Kraepelin también menciona el caso de la carta de una paciente, que le escribe a su familia, en estado de melancolía grave, y cito aquí un trozo de esta carta:

“Luisa, aquí está la pura verdad, todo esto es un despilfarro”- (despilfarro, miedo a gastar, la típica mezquindad de la melancolía, retención saturnina de dinero)- “no puedo volver a casa, no puedo quedarme aquí, enciérrenme en una celda y denme solo pan y leche. No estoy enferma, no me quieren creer. Yo misma me veo como un objeto despreciable y repugnante. No quiero ya que gente honesta tenga que ocuparse de mí . No puedo escribir más a mis hijos porque no puedo decirles que se han vuelto indiferentes para mí. Soy un monstruo y estoy acosada por la furia. Cuánto más me quedo aquí más loca me vuelvo”, -(y ésta frase que a mí me parece reveladora) : ” ves mi rostro Luisa, mi rostro que ya no tiene alma. La vida se ha apagado, la vida se ha apagado definitivamente”.

Tremenda la metáfora! “Mi rostro que ya no tiene alma”

Veamos más descripciones de Kraepelin de otros enfermos.

“No tiene ya sentimientos ni lágrimas, se expresa con grosería, le falta algo en el corazón -(dice lo que dice el enfermo)-, esa es la queja del depresivo- “el humor se ha vuelto sombrío, desalentado, desesperado”

Otro caso: “El enfermo dice que ya no tiene más nombre, ni país, no nació, no pertenece al mundo, no es más un hombre, no está, se ha vuelto puro espíritu, un aborto, una imagen, un espejo, nada mas que una apariencia. No puede vivir ni morir, está obligado a flotar así entre estos dos estados, está sobre la tierra para siempre, es tan viejo como el mundo, tiene cien años”.

Impresionante descripción. Las metáforas son clavadas para lo que vamos a necesitar:

ya no vive en este mundo, no está más, no pertenece al mundo. “Está obligado a flotar así entre dos estados”.

Freud. vamos a Freud, es ante todo un psicólogo: no explica como cuestión de cuerpo, de humores. Freud es el primero que busca seria y exclusivamente una explicación desde el alma para el alma. No reduce a hormonas, química, no, “qué pasa en el alma que origina esto” sería su preocupación. Freud es el primero en la idea de vincular duelo y melancolía. Pero vamos a leer fragmentos de su “Duelo y Melancolía”, que pueden consultar en la web.

Palabras de Freud, muy muy finas: “Sus quejas, Klagen, – (en alemán, “klagen” quiere decir llorar, “Klagen” es la queja, “klagen” es un verbo en alemán)- sus quejas son realmente querellas”. La expresión en alemán es que sus “Klagen” son “Anklagen” (“Anklagen” es “querella”, pelea, reclamo). Claro, en castellano se pierde este juego de palabras pero después de esta breve aclaración puede verse la idea. “Sus quejas realmente son querellas, reclamaciones”.

Fíjense que la palabra “duelo” por un lado es dolor pero por otro es pelea, como en el caso de los duelistas. Hay un duelo no sólo de dolor, hay una guerra: una guerra que uno no sabe, pero que lo empeña a uno.

Freud dice: “Las reacciones de su conducta provienen siempre de la revuelta” -la revuelta es la protesta, la revolución, como en el caso de revolverse contra alguien.

Una persona que se le muere su hijo, la mujer o el trabajo sabe qué ha perdido algo.

Esta triste, se siente mal, ha perdido su objeto. Y sabe lo que ha perdido. Y como sabe lo que ha perdido y sabe lo que él ha perdido en ese objeto, puede hacer, vía duelo, una reconstrucción de la energía para que luego vaya hacia otro objeto. En el melancólico es como un duelo, pero no sabe lo que ha perdido. Y por lo tanto no solo no sabe qué le falta, sino que no sabe qué ha perdido él en ese objeto y no sabe que es él quien se ha perdido.

La expresión de Freud es: “La sombra del objeto” (ya vemos, Galeno casi como Freud!) “recae sobre el Yo quien en lo sucesivo puede ser juzgado como un objeto. Como el mismo objeto abandonado”.

Vuelvo a insistir en que este espléndido ensayo de Freud, “Duelo y melancolía, esta completo en la pagina web, donde pueden leer estos fragmentos dentro de su contexto.

“La sombra del objeto cae sobre el Yo quien en lo sucesivo puede ser juzgado por una instancia particular como si fuera un objeto, como si uno mismo fuera el objeto abandonado”.

Freud observa que el melancólico se acusa mucho,ya hemos visto en las citas de Griesinger y de Kraepelin continuos autorreproches. Hay una continua queja (“klagen” como decía Freud), una desvalorización. Y la pregunta de Freud es: ¿A quién está dedicado esto?.

Esa queja permanente del melancólico, ¿a quién esta dedicada?.

La Klage, la queja es una querella. Se está peleando con alguien, sin saberlo. A quien se la dedica, sin saberlo, eh??

Entonces advierte Freud que “hay una especie de satisfacción sádica en este sufrimiento;este auto martirio de la melancolía”, dice Freud, “inequívocamente gozoso”.

Está sugiriendo que hay un goce en el sufrimiento, un goce en la queja que es una recriminación. Interesante.

Y luego dice el complejo melancólico “se comporta como una herida abierta por la cual se pierde la energía, que vacía al Yo hasta el total empobrecimiento”.

Otra vez tenemos el tema de empobrecimiento, vaciamiento característico de la melancolía.

Veamos ahora qué dice la Organización Mundial de la Salud respecto a la melancolía. . Llegamos al siglo XX/XXI. Por lo pronto es alarmante su informe de que actualmente se calcula que hay 121 millones (sí, millones!) de personas deprimidas. Características:” Pensamientos de suicidio y homicidio, movimiento y conversación lenta y retardada”.

Cómo detectar la melancolía: “conversación disminuida, lentitud en el movimiento, alejamiento de todo contacto social, se llora fácilmente o no se llora en absoluto, aunque a uno le gustaría llorar”. “El estado de animo se encuentra bajo”. Bajo: otra vez la imagen de la caída.

“El estado de ánimo puede variar a lo largo del día, el paciente deprimido nota que hay una parte del día en que se siente más triste y que normalmente coincide con la mañana”.

En el anterior seminario hablamos mucho de qué pasa con los amaneceres, que significa la mañana, por qué la radio pone siempre música en tonalidades mayores en la mañana, qué mueve la mañana con lo cual aumenta la depresión.

“El paciente ya no se interesa por las actividades que antes le gustaba realizar.. Sentimientos de culpa.. Estar deprimido es una forma de castigo”.

Fíjense en las descripciones psiquiátricas más contemporáneas: el insomnio, la imposibilidad de dormir, los primeros síntomas en la depresión más frecuentes es el que de noche se sienta triste, les aviso por si les está pasando,, simplemente uno se despierta horas antes de tener despertarse y ya no puede dormir. Tienes que levantarse a las siete por el trabajo y te despiertas a las cinco, y ya no puedes dormir. Primer síntoma de que está pasando algo .Las interrupciones del sueño son cada vez más frecuentes. El resultado de estar mal dormido es que a pesar tuyo estás de malhumor. Al estar de malhumor en el día todo te afecta más. Al afectarte más, te sientes más herido y vulnerable con lo cual te encierras. Al encerrarte más, sientes eres menos operativo y genera ansiedad. Cuando llega la hora de dormir no puedes. Cuando esto se repite hay un deterioro constante. No es que ésto lleve a la depresión. Es la depresión la que genera ésto. O sea que hay gente que está deprimida y no sabe que está deprimida. Simplemente dicen “Bueno, estoy irritable porque duermo poco”.

Y hay huidas de la depresión, que son justamente porque la depresión está presente, que es la conducta maníaca: el exceso de actividad, el tener que estar todo el tiempo haciendo algo, el meterse en el trabajo todo el tiempo como una justificación de la vida, no es señal que no se esté deprimido, es señal de que se está huyendo de la detención, porque en la detención se produce el hundimiento. El hundimiento ya está presente.

Hay que tener ojo porque aparece de muchísimas maneras.

Otra descripción: “Boca seca, náuseas, suspiros excesivos, sensación de que la respiración no es suficiente, malestares musculares, alteraciones gastrointestinales”.

Ya comentamos sobre los intestinos, los problemas digestivos, sobre todo el tema de la diarrea y el tema del estreñimiento. Mucho estreñimiento. De ahí que los antiguos usaran estos purgantes tan poderosos. Pero ¿qué es el estreñimiento? Existen interesantes correlaciones entre el estreñimiento y la avaricia (“la personalidad anal-retentiva” de los freudianos, la estricta contención y retención de Saturno).

Segunda parte

Bueno, estas descripciones tomadas de Areteo de Capadocia, de Galeno, de Griesinger, de Kraft Ebbing, de Kraepelin, de Freud, de la Organización Mundial de la Salud, son sólo un botón de muestra, porque podríamos disponer -y de hecho disponemos, pero el tiempo (Saturno) nos abruma- de muchísimos más ejemplos, que ya nos servirán para nuestro propósito, que no es otro que proyectar estas metáforas sobre su fondo imaginal, sobre las estructuras míticas en las que cobran todo su sentido, no sólo como expresiones patológicas, sino como manifestaciones arquetípicas. Es decir: vamos a empezar a mirar estas imágenes como imágenes del alma. Estas imágenes son la negrura, la lentitud, el peso, etc. Vamos a proponer una visión nada usual. La visión corriente es acercarse a estas metáforas como señales de síntomas a combatir, como algo que no debería pasar. Cuando uno se acerca a esto como algo que no debe pasar, se acerca queriendo combatirlo. Uno se acerca con la idea de “Esto está mal, no debería pasar, ¿cómo hacer para que esté bien?”. Vamos a dejar esto de lado.

No nos vamos a acercar a la depresión como algo que está mal que pase, que no tendría que pasar, y a lo cual miramos como a un enemigo. No vamos a hacer esto de ir a pelear con la depresión, en lo posible. Más bien al revés: vamos a tratar de ver hasta qué punto eso que aparece en la depresión, aparece de manera espontánea en otras experiencias de la vida anímica, y son recogidas en los mitos, en las grandes leyendas de la humanidad, y en experiencias de enorme significación espiritual. Lo que se llama “amplificar” el tema. Amplificar, en este sentido, es tomar este rasgo que a uno le parece patológico, y ver a qué otra narración corresponde ese rasgo, en qué otra historia esto que aquí parece suelto y fuera de sitio, encuentra su verdadero emplazamiento.

Y vamos a comenzar con uno de estos rasgos: la negrura.

En lugar de acercarnos a lo negro con el criterio de que lo negro está mal, en lugar de acercarnos a la oscuridad como si a la oscuridad hubiera que combatirla en nombre de la luz, es malo estar a oscuras, es malo que la sombra llegue, donde el pre-supuesto es que debería haber luz; nosotros vamos a dejar de lado ese pre-supuesto, y vamos a ver en qué actividades arquetípicas, qué grandes arquetipos, acogen la oscuridad y la negrura como expresiones esenciales y necesarias. Veremos qué pasa cuando uno se aproxima al negro, no como lo que no debe ser, sino como lo que debe ser porque cuenta otra historia. Esto no aportará soluciones para la depresión, ni pretende hacerlo.

Una de las grandes disciplinas simbólicas en donde el negro tiene una importancia repetida como imagen permanente, no como algo negativo sino incluso como señal de un proceso importante es la alquimia.

La alquimia es aquella tradicional disciplina de la que se dice que surgió la química, hoy la aceptamos solamente como precursora de la química y nos olvidamos que en sí misma fue (y es) una disciplina espiritual importantísima. Si piensan que Alberto Magno era alquimista, que Santo Tomás, que Roger Bacon, que Paracelso y que otros grandes genios, cuya actividad pudo fomentar el origen y el desarrollo de la ciencia, incluido Newton, tenían serios intereses por la alquimia, es evidente que no era tema de charlatanes ni de idiotas, sino que varias de las mismos mentes brillantes que propulsaron la ciencia valoraron a su vez la alquimia. Por lo tanto algo debe haber en la alquimia más que cuento de tontos, o de charlatanes.

Lo que se cuenta es que el alquimista se movían bajo la convicción de que a través de procesos químicos se podían transformar los metales más ordinarios y de menos valor en oro. Este oro, un oro purísimo, muchos lo vieron como la oportunidad de enriquecerse, y aquí volvemos a encontrar la codicia saturnina. Ah, dicen muchos, el alquimista se quería enriquecer fácilmente. En realidad, la pasión por la alquimia provocó la caída de grandes fortunas. El que se apasionaba por la alquimia tenia que comprar equipo, vivir a la caza de material de laboratorio y mucha gente se empobreció porque invirtió. Muchos no buscaban dinero porque ya lo tenían.

Ha sido necesario un trabajo de tomárselo en serio para descubrir que la alquimia, sin duda habla de eso, pero ante todo habla de imágenes, como en los sueños. La alquimia era un proceso espiritual. El alquimista buscaba oro, buscaba lo que el oro simboliza.

Pregunta: ¿Jung es el que recupera al tema para la psicología, o antes de él ya había psicólogos interesados en el tema?

Respuesta: Jung ha sido importantísimo. No es el primero, ya dentro de los seguidores de Freud está Herbert Silberer, a quien menciono en la bibliografía, y cuya obra fue un pilar importante en esta dirección, y al que Jung menciona con gratitud. Hay que pensar que varias expresiones psicoanalíticas provienen del dominio alquímico: proyección, sublimación… Jung profundizó sin embargo más que cualquier otro psicólogo en el tema, y aportó una interpretación singular y sugestiva. Hay gente que todavía siente pasión por la historia de la alquimia y rechaza la interpretación de Jung. Pero lo que no se puede rechazar es que en la alquimia se está trabajado, no literalmente, sino simbólicamente. Hay un continuo proceso de simbolización. Por ejemplo: hay que matar al rey, descuartizarlo, poner sus miembros en la bañera, y calcinarlos porque así el rey podría nacer rejuvenecido. Está claro que no se habla literalmente, ningún alquimista iba a matar a ningún rey.

Es frecuente en alquimia la imagen de la unión del dragón y el águila, y no se está hablando de dragones y águilas que se encuentren en el zoológico. Su lenguaje continuamente apela a imágenes poderosas para referirse a su materia. Podríamos acercarnos a la alquimia como un lenguaje altamente poético y a la vez muy riguroso: no es poesía arbitraria. Esto me recuerda la distinción que hace Paracelso entre fantasía arbitraria e imaginación verdadera.

Un alquimista no puede escribir lo que se le antoje, sino que ha de describir con gran precisión imaginativa lo que está ocurriendo en cada fase. Y para describir lo que está pasando la única manera es apelar a imágenes que tiene un enorme poder de conmover. Al igual que en sus imágenes visuales e iconografías.. Si miran libros de alquimia, las imágenes son poderosas. Personas descuartizadas, desmembradas, la figura permanente del andrógino, ese ser que es la mitad hombre y la mitad mujer, es uno pero es dos. Dragones, monstruos. Serpientes que se muerden la cola, etc. Hay toda una fantasía patológica, y uso la expresión en el sentido de que no es “normal”, no porque esté mal. Es una fantasía del pathos, del padecimiento, muy importante.

Los términos el lenguaje de la alquimia son enormemente significativos y simbólicos: mortificar, mortificación, ennegrecimiento, putrefacción, emblanquecimiento, sublimación. Recordemos otra vez que Freud tomó está expresión de la alquimia. La palabra sublimación era clave, un proceso por el cual aquello que es pesado y es denso se aligera y se vuelve sutil. Lo formal puede volverse así a-morfo. Un proceso químico, sí y un proceso anímico importante.

Cuando un lee todo esto acerca de la mortificación, la separación, la calcinación, la putrefacción, el morir, el ennegrecer. El tema del negro en la alquimia es fundamental.

No voy a contar con precisión lo que sea la alquimia, no cabe en nuestro proyecto actual, aunque esto les dará curiosidad para acercarse a la alquimia. Pero sí aclararemos unas ciertas bases.

El alquimista busca transformar un material en su hornillo y trabajarlo, pero en también insiste todo el tiempo en que la transformación de la materia depende de, está asociado al proceso anímico por el que pasa el alquimista. O sea que el trabajo en el laboratorio afecta a su ánimo, y su ánimo y el estado de su ánimo, la pureza de la intención, afecta a la pureza del resultado.

De ahí que el alquimista no sólo trabaja metales, sino que también ora, medita, e intenta purificarse para obtener el oro puro. Hay un trabajo fuera que es un trabajo dentro, hay un trabajo dentro que es un trabajo fuera. No es sólo espiritual en el sentido que es un alejamiento del mundo, un todo para adentro para decir así, porque hay un afuera, pero ese afuera no es como el del químico actual: es un afuera siempre acompañado de una interioridad.

La alquimia es muy antigua y no sólo es occidental. Ya hay alquimia griega del siglo II, hay alquimia egipcia y hay alquimia china. La alquimia ha sido constante en la tradición occidental hasta el siglo XVIII en que cambia mucho la visión de la alquimia, del mundo también, y se abandona mayoritariamente el interés por la alquimia. Puede afirmarse que existen alquimistas, si bien muy pocos, todavía hoy. Sin embargo hay herederos de los alquimistas. Sin duda los psicólogos profundos son los herederos de la alquimia, los artistas también. Herederos de los alquimistas, pero la alquimia en laboratorios ya no se practica salvo por poquísimos individuos.

Pero nos han dejado una serie de imágenes poderosas.

La idea muy simple de algo muy complejo es: Hay que poder partir del metal más común, más simple, menos valiosos, y a través de una serie de procesos muy complejos, conseguir que ese metal que tiene una forma concreta -o es plomo, o es cobre o es bronce o es mercurio, y por lo tanto hay un material sometido a una forma-, conseguir separar la forma para que ese metal regrese a su estado primordial. El estado primordial es lo que ellos llamaban la materia prima.

Todo brota de una materia que, y aquí sí hay imágenes teológicas importantes, antes que nada era una especie de caos. Y de ese caos, Dios ha formado cada cosa.

Todos los metales parten de una materia original y ya tienen una forma que la aprisiona.

La idea del alquimista es retrotraer el metal de su forma actual a ese estado caótico original en que pierde la forma y se vuelve materia primordial, en la cual luego a través de una serie de procesos, se inserta otra forma y el metal aparece como otro metal. Y el metal bajo aparece como metal purificado.

Ahora este proceso de separación de la forma de la materia es un proceso de tortura.

Se tortura al metal. Se lo tortura de mil maneras para que suelte esa forma y vuelva a aquel estado indefinido, apto para recibir una forma nueva. Esta descripción es sólo una aproximación intuitiva, ya que el tema es mucho más complicado. Los procesos son muchos, la gracia es que cada alquimista los describe a su manera.

No es como en la ciencia que hay un lenguaje común para todos, sino que cada alquimista tiene sus propias imágenes. El proceso no es sólo objetivo, compartido exteriormente, sino que incorpora plenamente la experiencia del alquimista. Pero a pesar de que son cada uno distinto y que cada uno tiene sus lenguajes, hay ciertas constantes en todos los alquimistas.

La constante, que también tiene variaciones, es una metáfora metálica tradicional (hay muchas metáforas relacionadas con los metales): los metales están asociados a los planetas en la tradición occidental desde siempre, desde muy antiguo.

Ya hemos hablado antes de Saturno y la tierra, pero Saturno aparte de la tierra (frío y seco) es el plomo.

Y uno puede hablar del sol, símbolo del fuego, pero el sol ha sido también símbolo del corazón desde tiempos inmemoriales, y del oro.

Por lo tanto el estado de sacar oro del plomo, también se podría hablar cómo conseguir que Saturno se vuelva el Sol. En alquimia la astrología, la mitología, la poesía y la química están indisolublemente ligados. El trabajo en los metales es el trabajo en los planetas, el trabajo en los planetas es el trabajo en circunstancias externas y en estados de ánimo todo el tiempo. No podemos verlo como una disciplina objetiva y una técnica que no pone en juego la visión individual.

Por eso para el alquimista, torturar a la materia es pasar también por un estado torturado del alma.. La materia, en el metal dado, es torturada porque se le quita su forma y regresa al estado de caos original. Eso sólo es posible porque en el alquimista mismo se produce una desidentificación de las formas.

Pregunta: En realidad es una escisión.

Respuesta: Lo es, y se conecta con la primera fase de la obra. La desidentificación de la forma es la caída en un caos original en un caos donde ya no se sabe. Se pierden todas las convicciones. Así como eso que está en la retorta pierde la forma, pierde su forma a través de la tortura y se vuelve materia informe, el alquimista es simultáneamente ocupado por la materia informe y pierde su forma. Y lo que pasa adentro pasa afuera.

Cuando te das cuenta que es un trabajo con la imagen, con la manera en que aparecen en tu vida las imágenes, empiezas a decir “Claro tiene muchísimo que contar la alquimia”.

La obra para ellos era la constitución del oro o en su defecto de la plata, metales incorruptibles de alto valor. De más está decir que la plata es la Luna, y el oro es el Sol. Y que de todos los planetas son las dos luminarias, las fuentes de luz. Saturno tiene su propia luz, y Marte, y Júpiter. Pero el Sol y la Luna son fuentes de luz, de la luz del día y la luz de la noche. La búsqueda de la luna y la búsqueda del Sol regenerados. La búsqueda de los polos luminosos. Y en eso está la alquimia es el trabajo del oro o de la plata. Pero para conseguir esto se parte de lo más opaco: el plomo.

El plomo, es el metal de Saturno, el plomo es la depresión. El plomo es la melancolía, el plomo es negro, aislante. Si se quieres proteger algo de toda irrupción energética exterior conviene ponerlo en una caja de plomo. El plomo es aislante ¿Porqué utilizan plomo los conductores de la luz? el plomo es el mejor aislante: aísla, separa, seca, hunde, no permite ver hacia afuera. Hay una enfermedad que proviene de la contaminación del plomo en la atmósfera y en el agua, llamada, justamente, saturnismo. Y que afecta a las articulaciones, produciendo enlentecimiento del movimiento y afecta también a la respiración.

El saturnismo lo tenia Goya, un gran melancólico, conocen la pintura negra de Goya, el Sordo en su quinta. ¿Qué rige Saturno?,: la sordera.

Cual es uno de los cuadros de Goya que ha impresionado a la Humanidad: Saturno devorándose a sus hijos.

Un hombre melancólico, aislado, sordo por saturnismo. Muchos dicen que provenía de que las pinturas que usaban albayalde, el albayalde tenía mucho antimonio, antimonio negro es lo que se llama khol que se usa para pintarse, negro el antimonio asociado a saturno, de ahí que el uso de estas pinturas afectara al organismo.

Beethoven, el sordo, también padeció de saturnismo. Exceso de plomo.

Hoy en día existe este peligro todavía, afecta sobre todo a los niños porque merma la posibilidad de crecer. Es curioso! Lo que está pasando ahí vuelve a ilustrar las mismas imágenes. Las imágenes no cambian, se reproducen, se manifiestan de infinitas maneras.

En la alquimia el momento en que uno se desespera, seria el momento en que ese material que estás trabajando se vuelve negro. Parece que se pudre de tal manera que pierde todo color y consistencia. se vuelve una cosa negra y pesada.

Este volverse negro se llama nigredo, ennegrecimiento, es cuando uno diría : “Ahora se echó a perder todo”. Y sin embargo es lo que el alquimista llama, el camino seguro de la obra. Si hay nigredo entonces la obra ha comenzado. Pareciera la máxima derrota, por eso siempre hay la advertencia de que la nigredo, el ennegrecimiento, es la primera señal que estamos en el camino. Sin nigredo no hay transformación.

Las imágenes de la nigredo, como la describen, son muchas y variadas, coinciden prácticamente con las descripciones de la depresión. Claro que aplicado a la materia pero recuerden que si la materia se vuelve negra es porque el alquimista simultáneamente se deprime. Es imposible entrar en obra sin entrar en la melancolía.

Por lo tanto la melancolía no solo es síntoma de una enfermedad, la melancolía es la puerta a una obra. Es la inevitable puerta por la que se inicia un proceso que si no se pasa por ahí no hay tal proceso.

Así que encontramos en la alquimia un símbolo del negro no como defecto. sino como la puerta., la misma puerta que Dante describe en la entrada del infierno con la inscripción “Dejad, vosotros que entráis aquí, abandonad toda esperanza”. La desesperanza, la des-esperación, el abandono de toda expectativa produce depresión.

La depresión es esto. Pero parece que cuando se ha perdido toda esperanza, comienza a pasar lo que mientras uno está adherido a expectativas, esperanzas, objetivos, ventajas, ganancias, crecimiento, no puede pasar.

La primera fase de la obra, la nigredo, corresponde a la depresión por sus imágenes. Hablan , por ejemplo, del cuervo negro. El cuervo, típicamente saturnino, un pájaro negro y de carroña,. El murciélago también es saturnino, piensen en la Melancolía de Durero, hay un gran murciélago, no es casual, no hay nada casual en esto.

Dentro de esas imágenes, vamos a mencionar una y vamos a leerla, que ya mencioné en el otro curso porque me parecen preciosas, hay un tratado del siglo XIII, que se llama Aurora Consurgens, que fue atribuido a Santo Tomás de Aquino, y que es posible que sea de él. (ver Bibliografía)

Tomás de Aquino era alquimista y su maestro Alberto Magno también, y Roger Bacon también y escribieron notas de alquimia y cualquiera que tenga un poco de curiosidad puede leer. Están allí, los que no estamos allí somos nosotros, claro, uno está donde tiene que estar. No se trata de que esto no exista, sino de que con frecuencia uno no existe para ello. Les digo porque creo que su descripción es enormemente poética, en cuanto a la descripción de la invasión por el estado melancólico que recuerden que es también el comienzo de la obra.

Vamos a leer. Aurora Consurgens, que quiere decir “Cuando nace la aurora”. Recuerden que hubo una secta importante al comienzo del siglo XX que se llamó Golden Dawn, que quiere decir Aurora Dorada. EL símbolo de la aurora, de la salida de la luz por el este, es antiquísimo: es neoplatónico, es la aparición de la luz después de la oscuridad. ¿Qué es la aurora? Es cuando ya ha pasado la noche, y después de la noche despunta por el Este un nuevo día. De la misma manera que el día de Saturno, el terrible día sábado, saturday, el día de Saturno, con todo su dolor, anuncia el día del Sol, el día del Dominus, el día del Señor que es el Domingo.

La semana son los siete días, los siete metales, los siete planetas, los siete escalones de la escalera cósmica. Todo esto lo hemos olvidado, pero está a pesar que lo hayamos olvidado.

La aurora dorada por lo tanto está anunciando la salida del sol, el acceso al oro, la aparición del oro. Pero el oro sólo puede aparecer a través de la máxima negrura.

La Aurora Consurgens es un libro enormemente poético, muy hermoso, muy delirante.. En los textos alquímicos siempre hay facetas “delirantes”, en el sentido de que no pueden entenderse sólo intelectualmente. Con “la cabeza” sólo no se puede; allí está el viejo Saturno queriendo ordenar, clasificar, catalogar, captar conceptualmente, “mentalmente” en el sentido de “pneuma”: aire, espíritu abstracto, con su alejamiento de lo húmedo, lo psíquico, y su aspiración a categorizar. Ese no es el camino para la alquimia donde no cuenta sólo lo que se entiende, sino que esto implica un ver. Se despliegan imágenes muy poderosas, pero ¿qué “quieren decir”? Se trata de un ver, de un mirar. La imagen no “quiere decir”: muestra.

Y si muestra es eso que muestra, no otra cosa.

Por eso generalmente nos cuesta aproximarnos a las imágenes, si uno suelta este intento de entender y se permite conectar con la imaginación, los textos y las imágenes alquímicos son una enorme fuente de inspiración poética. Sin ninguna duda. Son como visiones.

El texto de Aurora Consurgens, que ya había mencionado en el anterior seminario, dice así:

“Vi de lejos una gran nube oscureciendo toda la tierra, absorbiéndola, y con ella absorbía mi alma, a la que la oscuridad cubría. Y vi como las aguas se abrieron paso hasta ella, se pudrieron y corrompieron a la vista de los infiernos y de la sombría muerte, pues las aguas me habían engullido completamente. Entonces los etíopes, caerán sobre mí y mis enemigos lamerán toda mi tierra”

Los etíopes porque ¿de qué color son los etíopes? Ese es el comienzo de la depresión: la nube negra que viene, que me absorbe, ya no veo nada, y la inundación que me destroza. Y esto permite que los enemigos negros caigan sobre mí.

Este pequeño fragmento ya recoge casi todas las imágenes que hemos visto en las descripciones de los médicos, los psicólogos y los psiquiatras: oscuridad, confusión, muerte, ahogo.

Todas las imágenes tradicionales aparecen convocadas. Jung ha tenido un mérito importante, aunque uno pueda o no comulgar con su visión. Sin duda tiene un mérito: fue el primero que se acercó a la alquimia viendo en la alquimia la imagen precisa del proceso del alma. Leyó en la alquimia una psique que habíamos olvidado que existía.

De ahí que a través de Jung, que tiene una colección impresionante de alquimia, toda la escuela junguiana ha continuado la profundización en la imaginería alquímica.

Al respecto, quisiera leer un texto de Marie Luise Von Franz, está en castellano, se llama Alquimia y cualquiera que quiera lo puede conseguir, está en editorial Luciérnaga (ver Bibliografía).

Supongo que al leerles yo este texto se van a dar cuenta que es accesible, y de que no habla de tonterías; dice así, en una nota sobre el tema de la depresión y la alquimia, leo textualmente:

“En el conocimiento de la antigüedad tardía, el plomo era el metal de Saturno”, -esto ya lo sabemos, otro ejemplo de su uso vulgar: “Qué plomo”, “me siento de plomo”, “un día plomizo”,, “no quiero ir me siento un plomazo”, “tal como estoy cómo voy a ir a una fiesta, siendo el plomo que soy”, uno se siente como un plomo, etc. La depresión no es broma eh, no es broma, no es una veleidad, es como acabamos de describir, la nube negra que te ha tragado, las aguas que te han engullido, no estás para fiestas. Entonces no estás para reirte, te han llevado a un fondo,y no hay forma de conectar con la superficie. Recuerden la descripción de aquel enfermo: “Ya no pertenezco al mundo”, ya no estás, ahora te han secuestrado. Y esto es importante, no es que sea divertido.

Dice así: “El plomo es el metal de Saturno y tenía sus mismas cualidades, por el lado negativo la depresión y positivamente la depresión creativa”.

Volvemos al pseudo Aristóteles: la depresión una enfermedad terrible, pero los grandes genios han padecido melancolía. O sea también hay un potencial.

“Saturno es el dios de los mutilados”-muchas veces se lo representa con una muleta, el viejo con la muleta no puede correr, Pies heridos, cojo, se tiene que arrastrar e ir muy lentamente. Esto es típico en la iconografía del Renacimiento: el viejo barbudo con alas, pero andando con muletas o sin piernas. En los textos de alquimia aparece una pierna cortada o una pata de palo, porque no puede correr, porque no tiene celeridad. Marie Louise von Franz continúa:

“Por un lado es el dios de los mutilados, de los criminales y de los tullidos. Pero también lo es de las gentes artísticas y creativas. En nuestro lenguaje moderno eso significaría la extraña cualidad de ciertas depresiones, en las que uno se siente literalmente como plomo.

Sin pensar en ningún símil alquímico, es frecuente que la gente diga “Hoy me siento como si fuera de plomo”. En una depresión intensa uno se siente incapaz de levantarse de la silla. Y hasta de abrir la boca para explicar que está deprimido. No hace más que estar sentado como un bloque de materia inerte. Cuando alguien está en ese estado, sus confesiones tienen innumerables símiles con el plomo.

Tal como implica la palabra, en una depresión la persona está aplastada, oprimida, en general porque una parte de la energía psicológica” -en lugar de energía el texto pone “libido”, pero vamos a decir en su lugar “energía”- está baja y hay que buscar cómo subirla; la verdadera energía de la vida ha resbalado a una capa más profunda de la personalidad”

Recuerden a Freud. “Hay una herida por la que ha huido la energía, ha desaparecido”, se ha abierto un hueco y ha caído, no está, se fue.

“Y sólo es posible alcanzar esta energía -continúa von Franz- mediante una depresión

Es decir que, a menos que haya una psicosis latente, una depresión debe ser estimulada, diciéndole a la persona que entre en ella y que esté en ella, en vez de tratar de rehuirla poniendo la radio o leyendo el Hola” -Franz dice “Selecciones-”, y si las depresiones dicen que la vida no significa nada y que nada vale la pena, pues aceptarlo y decir: “bueno, ¿y qué?” Escuchar, profundizar y profundizar, hasta volver a alcanzar el nivel de energía psicológica de donde puede surgir alguna idea creativa, de modo que, súbitamente, en el fondo, pueda surgir un impulso de vida y de creatividad que había sido pasado por alto”.

Bueno, esta es una visión muy cristiana. Yo no estoy especialmente de acuerdo, porque estoy viendo lo que ella ve. Y ella está viendo que la depresión es un camino para llegar a sacar la creatividad hacia el exterior, salir para afuera más creativo que antes, y de eso no estoy muy seguro. Está considerando que “Bueno, vale la pena morirse porque se resucitará”, y lo que hace aceptable la muerte es sólo que es un paso a la resurrección. Es decir, la muerte en sí “ No”, sino como “medio” para un renacimiento. Hay que deprimirse para ir a buscar que luego traes a la superficie. Esa parte luego la vamos a discutir.

Pero la idea de permitir que la depresión haga, es una idea interesante. La idea de en lugar de combatir la depresión, permitirse, dejarse llevar por ella, esto tiene lo suyo.

Dice: “También puede ser un síntoma pre-psicótico”.

La psicosis es la locura, la locura como la entendemos normalmente: el descontrol, el estar obsesionado, invadido por obsesiones, sin poder tomar distancia de lo que te aparece, no es un estado que uno quiera sino que uno es manejado completamente. Porque claro, la depresión puede también, cuidado, estar indicando que detrás de ello, lo que hay puede ser enormemente destructivo. Puede ser un síntoma pre-psicótico. Dice von Franz: “Lo que emerge después también es un contenido creativo, pero aflora en una medida tal que puede destruir la personalidad.

En estos casos hay que reflexionar con cuidado antes de animar a la persona que se hunda en la depresión porque, aunque el mecanismo es el mismo, existe el riesgo de que lo que aflore sea demasiado fuerte y haga estallar la personalidad” Esto también está indicado, no lo dice ella, -lo digo yo-, en los textos de alquimia.

Hay en un texto alquímico se lee:

“El plomo puede venir con un orín rojo, herrumbre, que puede ser muy tóxico porque puede producir locura. Ten cuidado cuando el plomo viene con demasiada herrumbre, si no separas la herrumbre te puede comer a ti”.

O sea que hay una advertencia de que, según y cómo, puede ser el anuncio de un síntoma pre-psicótico También es creativo lo que hay allí, pero, según dice von Franz: “existe el riesgo de que lo que aflore sea demasiado fuerte y haga estallar la personalidad. El plomo es , por lo tanto, esa pesadez, indiferencia, ese sentimiento de la nada que cubre o sofoca el contenido del inconsciente.

Tal como dice un texto alquímico…: “En este plomo existe incluso un elemento de locura”:

Esto se refiere a otro hecho, porque si se profundiza en los estados depresivos de la gente, por lo general en el fondo se encuentran o bien contenidos creativos o”, y esto es lo que a mí me interesa destacar, “un violento deseo que no se ha llegado a sacrificar.

Con frecuencia las personas deprimidas sueñan con leones voraces o con otros animales que las devoran” -en los textos alquímicos aparece continuamente la imagen de leones devoradores, leones que entran en guerra entre sí. “Dragón verde de la concupiscencia”, lo primero que aparece en el alquimista. Empiezan a aparecer estas figuras salvajes, llenas de fuerza, sí, pero de apetitos y de capacidad de devoración. Aquí von Franz está hablando de que cuando uno baja, puede encontrarse, vuelvo a leer: “Leones voraces o animales que las devoran, pero en especial con leones y eso significa que la persona está deprimida porque está frustrada en la satisfacción de sus deseos salvajes”

¿Qué querrá decir esto de los deseos salvajes?

Me encanta como lo dice, se puede discutir, pero me encanta la manera en que lo dice.

“Quieren tenerlo todo” -continúa- “ocupar el puesto más alto, tener al hombre más apuesto, o la mujer más hermosa, dinero y todo lo demás. Tienen los deseos salvajes de un niño a quien le gustaría comérselo todo, pero al mismo tiempo tienen la inteligencia suficiente para saber que la vida no es así, que no pueden tener lo que quieren, de manera que el deseo se enrosca sobre sí, y se convierte en depresión y hosquedad. Una depresión así, tiene la calidad de un deseo hoscamente frustrado, y explica por qué, tras una relación amorosa desdichada, la gente se hunde en una depresión terrible. Su león se ha visto frustrado y ha regresado hoscamente a su guarida.”

“Algunas personas llevan” -yo diría muchas, yo diría casi todas- “llevan dentro de sí un niño frustrado. Por lo general son muy correctas y corteses y plantean pocas exigencias al analista, pero ser demasiado correcto, cortés y considerado es siempre sospechoso.

Uno sabe que a esa gente le gustaría devorarse completamente al terapeuta, como el león, imponiéndole exigencias infantiles y haciéndole escenas, ya sea porque el analista terminó la sesión cinco minutos antes, o porque contestó el teléfono o les cambió la hora, o ¡estuvo con gripe!”

Como ven, se trata de la exigencia es la de un niño caprichoso, no reconocido, que no acepta no ser el centro del mundo. El niño no lo acepta, pero uno es lo suficientemente inteligente para saber que no puede ser.

-Comentario del público: “Incluso parecen niños realmente”

Ciertamente. Y aparece el niño. Esto está también en el usual tema de los celos infantiles, cuando aparece un hermanito. Tienes que aceptar que es tu hermano. Hasta te gusta tener un hermanito. Pero aparece una rabia, que no se puede disimular. Lacan tiene un interesante ensayo sobre esto, basado en una observación de San Agustín acerca de la expresión “hosca y oscura” en el rostro del pequeño al ver a su hermanito mamar del pecho materno.

Claro, has perdido una batalla que no puedes pelear. Eso no sale afuera, se va para adentro. Y tiñe lentamente -con lentitud saturnina- toda la personalidad.

Fíjense lo que está diciendo von Franz en este trozo, porque esto encaja mucho lo que he leído de melancolía, rabia horrible. Traducción literal: Melas: horrible, Kholé: cólera. Cólera horrible antes que bilis negra. Hay algo de eso.

Dice así: “Uno sabe que a esa gente le gustaría devorarse completamente al analista como el león imponiéndole exigencias infantiles y haciéndole escenas” -y se hacen eh, y al profesor también, escenas, demandas, claro dentro de una moderación inteligente,- haciéndole escena ya sea porque terminó la hora cinco minutos antes, porque contestó al teléfono, porque contestó al teléfono, porque les cambió la hora o sencillamente porque estuvo con gripe.

Estas personas de un nivel de conciencia infantil, lo compensan siendo muy correctas, sabiendo que si admiten sus exigencias hará su aparición el león devorador, y el analista devolverá el golpe, algo que a ellas les ha pasado con frecuencia en la vida, cuando tras haber escondido sus sentimientos, un día se arriesgan y como resultado reciben un palo en la cabeza. Entonces el niño herido vuelve a retraerse, amargamente frustrado, y aparece la depresión, el león devorador. Es una parte de la naturaleza primitiva, de las reacciones arcaicas que tienen todos los conflictos de querer comer y no poder, de modo que se instala la manía depresiva”.

“Este es el simbolismo de la locura en el plomo”, pero también el plomo contiene al oro. Saturno contiene a Osiris decían los alquimistas.

Durante el seminario anterior, he mencionado varios textos de astrología antigua que ya hablaban de una identidad entre Saturno y el Sol. No lo voy a repetir. Pero están los textos.

Saturno tiene una extraña hermandad con el Sol. A Saturno se lo consideraba el Sol de la noche. Saturno lleva el Sol en su interior. Luego ese plomo venenoso a su vez contiene a Osiris. Pero es veneno, es rabia.

No se puede renunciar a lo que se quiere aunque se es inteligente para saber que no se tendrá. Por lo tanto uno se deprime, no puede actuar, pero la, – y esta es la palabra que me gusta-, la voracidad, aunque en silencio, sigue existiendo. Concupiscencia, concupiscencia, es deseo fuerte. Se renuncia a todo pero no se puede renunciar al deseo. El vivir con ese deseo que no puede realizarse, un deseo que está ahí, como un dragón que se muerde a sí mismo, se lo lleva a uno.

“La vida se ha vuelto una estafa, qué amargura, qué rabia, qué enfado”, y detrás de la sensatez y de la resignación, qué enfado!. “Me lo han quitado, la vida no fue como debería ser. Qué mentira. Mira dónde estoy: yo que debía ser la princesa casada con el príncipe azul. Yo que debía.. Claro, entiendo, no es así”, pero la rabia, el apego, la concupiscencia, como un dragón voraz,habita en las entrañas.

En el plomo está Osiris, el hombre inmortal, de modo que von Franz dice: “con que sólo acepte uno esa zona interior, llegara el contenido creativo donde se oculta el Sí Mismo”, que para ella es el símbolo del Sol. Otra persona que habita en uno. No ese Yo hambriento de poder devorador. Si se acepta entrar adonde está el dragón, ese dragón contiene también como potencial otra cosa. Pero claro, ahí se está indicando tocar el punto donde está la frustración. Saturno señor de las frustraciones, cada vez que me frustra la vida: Saturno me lo ha quitado, señor de los límites.

Von Franz continúa así: “Se podría decir que el niño frustrado es un aspecto que encubre la imagen del Sí Mismo, y que el león que devora también es un aspecto del Sí mismo. Esto se ve muy claro si se toma la imagen del león devorador. Si creo que tendría que ser el primero en todo, tener la pareja más apuesta, tener dinero, ser feliz, y así sucesivamente, esto es una fantasía paradisíaca, y eso ¿qué es? ¡Una proyección del Sí Mismo”, o yo añadiría: una literalización de uno mismo, del centro del corazón, de la Edad de Oro.

Uno sin darse cuenta está poseído por una Edad de Oro, que la literaliza, ser literalmente feliz, ser el más guapo, vivir muchos años, tener mucho dinero. El deseo infantil del paraíso. El paraíso, claro, no visto como paraíso “celestial” sino como una posibilidad literal y terrenal.

“¿Y esto qué es?” -dice von Franz- ¡Una proyección del Sí Mismo! De modo que en realidad lo infantil es el deseo de experimentarlo todo en el aquí y en el ahora. La fantasía como tal es totalmente legítima”.

O sea que la imagen del paraíso es inherente al alma. La cuestión no está en la imagen, la cuestión de la depresión está en la literalización. Los que vinieron al seminario anterior saben que una de las tendencias de Saturno es transformarlo todo en hecho literal. Mi sueño no debe ser un sueño, debe ser tal cual en realidad. La isla paradisíaca tiene que estar en un lugar de los mapas, pero claro cuando llego a las islas de los mapas no son perfectas. Son perfectas cuando no he llegado, cuando llego no es así. Esa búsqueda permanente de una isla paradisíaca en la tierra, esa literalización de la imagen, es lo que genera la frustración. No la imagen en sí. Y creo que aquí está la clave de todo. Es el deseo de experimentarlo todo en el aquí y en el ahora, en la literalidad, en el espacio cartográfico, en el tiempo de los relojes, en las latitudes de la tierra.

Dice von Franz: “La fantasía es legítima, tiene la idea de la conjunción, de un estado perfecto y armonioso. Es una idea religiosa, pero, si se la proyecta sobre la vida exterior y se la quiere tener allí,. en el aquí y ahora, es imposible. La forma en la que la persona quiere realizar la fantasía es infantil, pero en sí la fantasía es valiosa y no hay en ella nada malo ni de enfermo”.

“Así que precisamente en esa zona loca y no dominada de la persona, en la zona salvaje y problemática, está el símbolo del Sí Mismo. Eso le da el impulso, y es por eso por lo que las personas nunca saben qué hacer, porque no pueden reprimirlo; o, si son razonables y se resignan a renunciar a la cosa y se dan cuenta de lo infantil que es y entienden que hay que resignarse y adaptarse a la vida, entonces sienten que se han curado, pero que los han despojado de sus mejores posibilidades y naturalmente se sienten frustrados”

No es ése el camino. El camino no es “ Bueno, no puede ser, soy adulto, acepto que no puede ser, ya no lo quiero más, y entonces acepto que esto es lo tengo que vivir: una realidad de mierda, un poco cosa y esperar a morir”

Y si se está viviendo con amargura esa supuesta aceptación, ¿cómo no va a haber un desencanto? Si no hay otra realidad que ésto, que además aquí lo deseado no se puede vivir. Pero se trata de que o es infantil y enfermo, o se es adaptado y por lo tanto vencido, estafado, desencantado. Puesto que no se puede vivir lo deseado, no existe, y puesto que no existe, entonces vivo como un animal que se arrastra día a día esperando la muerte porque jamás se realizará algo que valga la pena vivir, porque lo que vale la pena vivir no se puede vivir. Esa sería una curación que no es tal curación, esa sería la condena de Saturno: volverte seco, viejo, amargo, cerrado, hosco, agarrado, contraído.

Sí, bueno, muchos ponen eso como imagen de normalidad, creen que la curación consiste en la aceptación de una madurez, entendida como integración a una realidad que es como es, realidad entendida como sequedad, estructura, forma, “realidad pura y dura”. Saturno. Está ahí afuera, esto es lo que hay, no hay otra cosa que esto, adáptate -o sea, resígnate- y ya estás curado.

No es esto lo que dice Jung, sino que, como continúa von Franz: “La gran dificultad, para retornar al lenguaje alquímico, reside en extraer a Osiris del plomo, en salvar la fantasía que es dadora de vida, y al mismo tiempo podarle la puerilidad del deseo de realizarse. Es algo tremendamente sutil. Toda la tarea consiste en salvar el núcleo, la fantasía del Sí Mismo” -y yo diría: la Edad de Oro- “y despojarlo de todo lo pueril, del deseo primitivo y de todo lo demás que lo circunda, lo que significaría sacar a Osiris del ataúd de plomo”

Como dice el texto alquímico: Osiris está enterrado en un ataúd de plomo, la Edad de Oro guardada en una especie de melancolía, y en negación de la vida. El Sol (el Oro) encerrado en Saturno (el plomo). Sacar a Osiris/Sol del ataúd/Saturno, pero ¿cómo puede salir Osiris del ataúd? Esta es la gran cuestión alquímica: como obtener el oro a partir del plomo!

“Eso es lo que hace el alquimista en forma proyectada”, -explica von Franz- “cuando dice que al hombre divino había que extraerlo del ataúd de plomo o de la materia corruptible”.

Yo no sé si esto les ha resonado o no les ha resonado, porque aquí está toda la clave.

¿Cómo se puede reconocer la validez de la imaginación si esa imaginación no se puede realizar literalmente? ¿Cómo puedo renunciar a la literalidad de la imaginación sin que esto desvalorice a la imagen?

Hombre, claro que hay modo, por supuesto que lo hay. Eso es lo que el deprimido, y el no deprimido no saben. Eso es el resultado de estar atrapado en que “O existen los hechos o no existe nada”. Y en realidad. lo que menos existen son “los hechos”. Pero la gente no lo sabe. Lo que uno llama “realidad”, es sólo una fantasía.

Sólo que una fantasía que no está siendo vista como fantasía. En última instancia no hay realidad. El creer que hay una realidad que es así y sólo allí se puede vivir, es la fuente de la depresión. Porque es estar atrapado en una imaginación que no se ve como imagen, sino que se ve como hecho.

Por lo tanto la depresión es terrible, terrible, y sin embargo puede ser la ocasión, puede llevar a, una desliteralización.

Sí, nada vale un comino, y es cierto, nada de eso. Porque “eso” no es. ¿Pero qué es lo que es?

En el texto que leí von Franz lo dice con toda claridad: “Hay que salvar la fantasía que es dadora de vida”. La fantasía, la imaginación “es” todo lo otro que no se agota en “hechos”. La aspiración a devenir “hecho” no es imaginación, es traición a la imaginación. Es caer, como decía Wallace Stevens, prisionero de “la metáfora que asesina las metáforas”. Quien cree que la imagen sólo vale si se vuelve un hecho, no advierte que cuando se ha trocado en hecho, su riqueza se ha perdido. La imaginación es aquello que jamás se agota en hechos, porque su función consiste justamente rescatarnos de la literalización, de la identificación con una opaca “realidad” de hechos “puros y duros”.La depresión viene a llevarnos de viaje. Nos saca de aquí, y si aquí es todo lo que hay, me encuentro en la nada. Pero es probable que ese todo que hay sea nada. Por eso los realistas, los hombres prácticos, los hombres de acción, son los que peor envejecen.

En el seminario anterior comenté que Aulo Gelio, un historiador del siglo 1 d. c. decía: Pero parece que la depresión es la enfermedad de los héroes. Todos los héroes se deprimen. Hércules termina enloquecido, Belerofonte también, Edipo se arranca los ojos. Los héroes terminan enloquecidos, como si la melancolía fuera la otra cara de la heroísmo.

Y en un sentido, claro que lo es, el heroísmo es el intento de realizar allí lo aquí no hay. Mientras te sustenta la fantasía literalizada, cuando llega el momento en que aquí no está, si no hay una zona media, no hay nada: la vida se vuelve nada. El tema es encontrar la zona media. La zona media es la zona de la Imaginación, no de la fantasía caprichosa. De la imaginación. Es encontrar lo que los místicos han llamado al hombre de luz. Pero ¿qué es el hombre de luz?

Recomiendo un libro de Henri Corbin, maravilloso, que se llama “El hombre de luz en el sufismo iranio” (ver Bibliografía), es corto y es una completa maravilla. “El hombre de luz en el sufismo iranio”, el antrophos del que hablaban los antiguos alquimistas, el hombre original, el Adam Kadmon del que hablan los cabalistas, el hombre primordial, el Cristo original o Proto Khristos, el Logos que emana de Dios; claro, para la mayoría de las gentes “sensatas” todas estas cosas son palabrerías, abstracciones o delirios.

Y lo que suelen vivir es una vida “abstraída” , una vida vaciada de todo contenido imaginal, su vida vacía de toda conexión con aquello que no puede entrar aquí porque aquí es demasiado pedir. El descubrimiento de aquel mundo que no entra aquí, no porque aquel sea irreal, sino porque cuando sólo se ve éste, se está ciego para el otro.

El descubrir que la llamada realidad literalmente es una alucinación, que la convicción de que el mundo es como es, es la convicción de una ceguera. El descubrimiento de que no es la depresión la prisión y la oscuridad. El alquimista lo decía: La depresión ya es resultado de que se está en obra. La depresión es índice -la nigredo-, de que ya está en obra.

No es el paso previo a la obra, es la obra.

El que no está en depresión, ni sabe de la obra. La nigredo es un avance. El que no sabe ni de la nigredo, ése lo tiene difícil.

Porque, cuidado, el alquimista está diciendo es la señal, ha llegado la hora, regocíjate: ha llegado la hora de la liberación. Cuando no hay nigredo es cuando estás confundido, porque estás atrapado en una cárcel que crees que es un palacio, estás viviendo un mundo de sueños, un mundo de dos dimensiones de cartón piedra, que no tiene nada, como si estuviera animado, estás aprisionado en las apariencias. Aquello que Platón alegorizó como “el mundo de la caverna”, “las sombras proyectadas en el fondo de una caverna, tomadas como si fueran LA realidad, la única y la original”. La caverna, la prisión, el sueño y el destierro.

Y ésta era la otra imagen sobre la que quería hablar, la imagen del exilio.

Tan común en la depresión. En la alquimia el negro es la puerta. En la alquimia el que no se deprime, quedará como es: metal sin valor. El que no se deprime, no llegará a conectar con el oro interior, con el hombre de luz, con el ser etéreo, con el cuerpo de la imaginación, con el cuerpo de resurrección, con la tierra plateada, con el mundo único o Unus Mundus, con el reino del Arquetipo. Se ha hablado de esto, a lo largo de la historia. Y se hablará. Pero los que hablan de esto no creen que el reino del Unus Mundus sea la cuenta de un banco, ni creen que la conexión y la creación del cuerpo de luz se consigue cuando me vuelvo loco por el acostarme con la más guapa. ¿Qué es lo que ves allí que allí no está?, pregunta Platón. EL que no duda y sigue persiguiendo fantasmas en ese mundo está aprisionado, el prisionero de la caverna.

Quién no ve, ¿el deprimido?. El deprimido es el que sabe. El que no ve, ese es el que no se deprime.

Toda esta fantasía -no digo que sea así, sino que estoy contando un cuento- viene de una larga tradición en Occidente, por cierto abarca toda la tradición mística, mística cristiana, mística sufí, mística judía, mística budista. ¿De qué habla esta gente cuya dedicación a la mística es al misterio. que quiere decir al silencio? ¿De que habla esta gente que sólo se puede conocer en el silencio? ¿Qué silencio hay en el que corre cada día a “ganarse la vida” para asegurarse un futuro?, ¿Qué silencio hay en el que corre a buscar al amor de su vida haciendo del otro el objeto de su fantasía?

Sólo hay ese plano de literalidades, sólo hay exigencia. Nunca es aquello, nunca es aquello. Y siempre pensamos que aquello no es lo suficiente para mí, que tiene que haber otra cosa para mí, cuando la otra cosa no está es maravillosa, claro, ya veremos porqué es maravilloso lo que no se ha realizado, lo que no se realiza está mucho más cerca del origen.

Y cuando le abrazas ya no es. ¡Vaya! ¡Me engañó!. Tan maravilloso que era en el sueño y lo decepcionante que es en el día a día, un dechado de ronquidos y de gases, aquello que Paracelso llamaba un saco de huesos y de carne y de sangre.

Esta tradición que hace del exilio la metáfora esencial del alma, estar exiliado por lo tanto no es estar enfermo, que hay que curarse para no sentir el exilio.

El deprimido, como dijimos antes “ya no estoy aquí”, “no pertenezco a este mundo”, Ah, hay que curarlo para que esté aquí.

Hay varios modelos, hay un modelo en el cual justamente el problema es no darte cuenta de que estás exiliado, que estás viviendo donde no corresponde,. adonde no perteneces, adonde aquello que hay en ti no es de este mundo. ¿Cómo no sentir el exilio cuando se está en contacto con la raíz, que no es esto?.

Esta tradición fundamental se llamó gnosticismo. Los gnósticos. Hay evangelios gnósticos por cierto que valen la pena leer, les he traído textos.

El gnóstico, aquella experiencia de la vida como la prisión en la que uno está atrapado, donde el día resulta ser la noche y la noche resulta ser el día. Yo he puesto textos de Corbin en la pagina web para que comprendan de qué habla el gnóstico.

Aquella experiencia de “Un día me desperté ,y descubrí estaba en el fondo de un pozo, era la noche más terrible en ese pozo, en ese pozo habitaban otros”.

La caverna de Platón, ¿cuál es la caverna de Platón donde están encerrados los prisioneros mirando sombras en el fondo de la caverna y creyendo que eso es lo que hay ese es el mundo real. Sin saber que las sombras que ven son proyecciones, en el fondo de figuras que hay detrás y más atrás hay una salida. Y fuera de la caverna existe la luz pero ellos no lo han visto nunca.

Para ellos esto es la realidad, todos comulgan con lo bonito que es el fondo, todos atados, mirando al fondo. Cuando uno de ellos sospecha que hay salida, lo consideran loco.

El filósofo es aquel que ha salido, ha visto la luz, sabe que esto no es, vuelve a la caverna a los compañeros: “Salgamos si esto es maravilloso. El pobre que le sigue, le sigue con ilusión pero cuando llega a la puerta y ve la radiación de la luz, después de vivir toda su vida en la oscuridad, le duele, claro. “¿Adonde me has traído?, me duele, desgraciado, déjame volver, déjame volver que esto me está matando!!!

La Alegoría de la Caverna, incluida en el Libro VII de La República de Platón, es la fuente de inspiración de muchos movimientos gnósticos, y en parte señala ya una variante gnóstica ínsita en todo pensamiento platónico. ¿Qué es esta caverna que tiene aprisionada a la humanidad? La ignorancia, acaso. Pero no la ignorancia en tanto que falta de instrucción académica, o no sólo esa. Sino la falta de gnosis, de “conocimiento salvador”, de “conciencia” del exilio.

¿Cuál es la caverna? “Esto” es la caverna, esta vida miserable de literalidades, de expectativas, obligaciones y compromisos, pequeños deseos, rabias compensadas, frustraciones diarias, vivir para un mañana que nunca llega, lo único que llega mañana es la muerte. Vivir para un reconocimiento de los otros prisioneros de la caverna.

La caverna es la convicción de que sólo hay una realidad, y que esta se agota en literalidad.

Esta visión de Platón ha tenido su importancia, hay corrientes que van por ahí que hablan de lo exotérico, la mirada exterior, la luz exotérica, el día de afuera y el día de afuera es la noche del alma. El alma está de noche cuando vive éste día exterior, las reglas del mercado, las reglas del mejor postor, los ídolos de lo que hay que hacer, lo que hay que tener, cómo hay que vivir, el alma se desespera en esta luz que es oscura y por lo tanto el alma añora irse. Se va a lo que desde esta luz pública sería noche, a la noche que es donde está el día.

El sol de medianoche, el sol negro. No este sol ilusorio, de claridades que son sólo aparentes, donde no hay sitio para el alma, sino el terreno del alma. El gnóstico, como veremos en algunos textos, habla del exilio, no sólo de una situación penosa, que lo es, puesto que se nota que no estás en casa. El pueblo de Israel es un pueblo en el exilio. ¿De qué habla la Biblia?, la Biblia habla de estar en exilio, de buscar la tierra prometida.

El problema es creer que la tierra prometida está en la geografía terrestre, cartográfica, que vivida como sola realidad es el exilio. Que la tierra prometida es exotérica. Que el exilio es estar ahí afuera. ¿Cómo va a estar la tierra prometida en el exilio?

Cuando se sabe que se está en el exilio, ay, que tremendo dolor, no se puede ser como los demás. Como los demás que creen que están en casa, y están perdidos, ni siquiera saben que están fuera. Aquel que lo sabe es un extraño con sus semejantes, sólo reconoce al otro exiliado, aquel que sabe que está exiliado. No puede jugar al juego de esa mayoría. Pero todos estos son peligrosos, porque quieren obligarte de jugar al juego, tienen sus policías, sus reglas, son enemigos. Por lo tanto has de vivir de incógnito el exilio.

Qué dolor, pero qué orgullo! porque eres aquel que no has olvidado su linaje, qué bonitas esas imágenes.

Yo creo que no hace falta nada especial para que resuene algo en nosotros. Todos somos exiliados. Lo que pasa es que uno se imagina que el exilio se curara “cuando encuentre la chica que me guste, cuando gane el dinero que me merezco”, sin saber que todo eso, toda esa luz externa, en tanto que sola fuente de luz, es muerte para el alma.

El alma busca el alma, el alma busca aquello que habla al alma. Las cosas te importan porque inadvertidamente en ellas se reflejan imágenes del alma.

Por eso ese hombre o esa mujer son, a los ojos del amor, tan maravilloso, lo que ves es sin duda maravilloso . Ya dijo Platón que el amor es motor, sigue al amor, el amor te da alas. Cuando ves en el otro la belleza templada, el alma empieza a desplegar alas, te late el corazón, no lo puedes evitar. Late, se quiere desprender: acepta el desafío vuela hacia aquello que aspira el alma. ¿Y a que aspira el alma? El alma aspira a la belleza. Esa sombra de belleza que haz percibido en un rostro hace que percibas que el alma quiere ascender, es ascensional.

Pero no, uno está en actitudes puramente horizontales. La horizontalidad es el mundo del exilio, de la prisión. De la prisión solo se sale por los polos. No esta en el norte, no esta en el sur, no está en el este ni el oeste. Los místicos iranios, los sufis, también está en la tradición gnóstico-cristiana, han hablado siempre de la búsqueda del oriente, volver a la aurora dorada. Pero siempre han sabido que el oriente que buscan no es el oriente geográfico. Ese oriente que orienta la vida, que cuando no se vive de cara a ese oriente se está desorientado, no es un oriente geográfico.

El oriente al que se vuelve no permite dividir a la gente entre orientales y occidentales. Es otro oriente. Es un oriente que, como decían los místicos ,comienza en el Norte, no en el norte geográfico sino en el norte polar. Por lo tanto la geografía mística no es la geografía exotérica. Viaja hacia el Este sobre la tierra, y hacia el este sobre la tierra no llegaras al oriente ni a la aurora dorada. En el este de la tierra hay una salida del sol a la que se opone siempre una puesta del sol. Estás desgarrado así entre salidas y puestas. Pero el Oriente que busca el místico es un oriente en donde el sol no se pone ni en mitad de la noche . Este sol es un sol de la noche, no es un sol que está de día y por la noche se va; no es un sol de finitudes, no es un sol de latitudes. Es un sol que no es el sol.

Vamos a leer alguno de los textos que he traído. Henri Corbin, gran estudioso del misticismo, ya en 1920 empezó su búsqueda de Oriente; amigo de Jung, discípulo de Heidegger. Gran filósofo, encontró en el misticismo islámico no solo una materia académica, encontró el Ángel: lo que el alma busca es el Ángel, y el Ángel no es una “cosa”. “El encuentro con el Ángel” es uno de los títulos de sus obras en que recoge maravillosos relatos de Sohravardi, místico iraní. Claro que nosotros ya no “creemos” en ángeles, o nos imaginamos la tontería del niño frustrado, de la rabia del niño que lo quiere todo, el ángel me ayudará a conseguir el dinero que quiero; eso no es un ángel, eso es una conveniencia.

Los ángeles no son eso, el ángel ni siquiera es tuyo, el ángel te enfrenta con el polo, el ángel está en la oscuridad de lo polar, el ángel te saca de aquí, el ángel es la escalera para salir de la prisión. No es el que te ayuda a conseguir las cosas de la prisión.

“Ay, le pido a mi ángel , que me de dinero” (risas). No, el ángel es justamente la soga para salir del pozo. No es un decorado para que el pozo todavía siga siendo más bonito y no me tenga que ir. Pero la gente habla de ángeles para hablar de conveniencias, es divertido eso.

Están en el infierno y hablan de ángeles.

Dice así Corbin. “El leit motiv (el motivo básico) de toda la literatura mística es la búsqueda de Oriente. Pero no se trata de un oriente que se encuentra en nuestros mapas ni puede ser situado en ellos. Este oriente no está en ninguno de los siete climas de la tierra, sino que es el octavo clima”

Un clima que no esta en la tierra. El octavo clima.

De esto habla mucho el místico iraní, Sohravardi. El octavo clima, la búsqueda de aquella montaña que no es montaña de la tierra.

“Y la dirección en que este octavo clima debe ser buscado no está en lo horizontal, sino en la vertical”, que es lo que ha perdido Occidente. Occidente ha perdido la verticalidad. La verticalidad que tiene es exotérica, es subir a las nubes, es verticalidad física, astronómica, astrofísica. Sigue siendo una verticalidad mensurable en longitudes y latitudes. Busca otros planetas de ahí afuera. Sigue dentro de ese universo exotérico. Recorriendo los limites del universo exotérico siempre estás fuera. Se trata de salir de ese universo, no de meterse más en el.

Corbin dice así: “Este octavo clima sólo se puede encontrar en la dirección vertical, no en la horizontal. Ese oriente místico suprasensible”- o sea que no es dado a los sentidos, no esta como cosa física. No porque sea menos. Es demasiado para los sentidos. No está aquí., no porque sea menos real, sino porque es demasiado real para que esto que hay aquí lo pueda contener. Nosotros hemos caído en una cultura desvalorizadora que hace de lo exotérico lo único. Por lo tanto o hay muchos conceptos abstractos o cosas literales. ¿Que más puedes encontrar?. Lo singular está afuera y lo universal son ideas. Falta, justamente, la dimensión imaginal. La tierra del medio como dicen también los místicos.

Corbin dice así “Este oriente suprasensible, lugar del origen del retorno. Del origen del cual nos hemos alejado, y del regreso”. Solo regresa aquel que sabe que no está en su tierra. Los grandes cuentos del exilio, la Biblia es uno de ellos, la Odisea es otro. ¿Qué quiere Odiseo, qué quiere Ulises?. Sabe que no está en casa, y no se queda con Circe. Si lo que estuviera buscando es una mujer, o una figura materna ya tiene a Circe. No, lo que quiere es volver al origen. Entonces, toda la Odisea es un retorno.

Aquel de nosotros que se da cuenta de que esto no es casa, al darse cuenta que no esta en casa está casi listo para el retorno. Pero ¿quién retorna si lo que queremos es “más de esto”. “Si no es este será el próximo”. Queremos más tiempo. Y el octavo clima no está en el tiempo sino donde no hay tiempo. ¡Asombroso! Por eso muchos hablan de la eternidad.

¿Y cuánto tiempo hace falta para la eternidad?

No se está hablando de la literalidad del tiempo, se esta hablando de un perder la ilusión de lo temporal, la ilusión de que hay tiempo, de que pasarán cosas y de que hay un futuro, que sólo es proyección imaginativa. Pura imaginación pero no Imaginación pura. Vivimos en el mundo del alma sin saberlo; vivimos todo el tiempo atrapados en imaginaciones pero creemos que hablamos de hechos. El retorno es eso, en parte: es darse cuenta de las imágenes por lo que son. Empezar a cultivarlas. Empezar a respetarlas tal como son. No a traicionarlas volviéndolas hechos. O creyéndolas hechos. Es la escalera por la cual a veces no estás; claro que estás, pero ya no estás.

Sigo con la lectura de Corbin: “Es el polo un extremo norte tan extremo como el umbral de la dimensión del más allá. Por eso, se revela sólo en determinado modo de presencia”. Es decir que sólo aparece el octavo clima no cuando recorres el mundo, sino cuando estás presente en este mundo de un modo especial. Es una manera de estar presente en este mundo. ¿Cual es este modo de presencia?.

Dice Corbin: “Es un modo determinado de presencia que no puede revelarse más que en este modo de presencia. Hay algunos a los que no se revelará nunca, jamás sabrán que hay un polo norte”. Un polo norte que no es el norte de este mundo. Jamás lo sabrán, y seguirán recorriendo horizontes geográficos, seguirán atravesando momentos del tiempo en busca de una eternidad para encontrarse una tumba y sentirse así traicionados.

Seguirán atados en el aquí y ahora, lo que pasa, lo que no pasa, la cosa, un mundo lleno de cosas, y buscarán en las cosas lo que no saben que buscan creyendo que es otra cosa.. Esos jamás verán que no es cuestión de latitud geográfica.

“El oriente que busca el místico”, continúa Corbin, “oriente no situable en nuestros mapas, esta en dirección norte, más allá del norte, solo una marcha ascendente puede acercar a este norte cósmico, elegido como punto de orientación. Una primera consecuencia, que ya se intuye, es la dislocación de contrastes de la geografía exotérica”, -que es la que usamos todos- “y la antropología exotérica”. Es decir, no ve mas allá de las apariencias.

Esotérico: es la realidad que da vida a la apariencia, y que no es la apariencia.

Continúa Corbin: “No se podrá hablar ya de orientales y occidentales”. En este caso estaríamos hablando de geografías de la tierra. De cara al polo aquel , no existe el oriente o occidente, se está orientado al polo o no. No es se oriental, no se es occidental. No se es del hemisferio norte o sur. Se sea de cualquier hemisferio, se está orientado al Polo invisible o no se está orientado respecto a ese Polo, y es lo único que cuenta. Todas las diferencias de nórdico, mediterráneo, oriental, desaparecen cuando desaparece la convicción de que esa geografía señala un camino. No hay camino allí.

Continúa así Corbin: “Cuando decimos que el sol se levanta por el oriente nos referimos a la luz del día que sucede a la noche. Pero detengámonos en meditar lo que puede significar:” -y que es lo que busca el místico- “una luz que no es de oriente ni de occidente.

La luz del polo norte, la luz de medianoche, resplandor de la aurora boreal. No es el día que sigue a la noche, ni la noche que sigue al día. Es el día que estalla en plena noche, y convierte en día a esa noche, que sin embargo sigue estando siempre allí, pero que es noche de luz; noche de luz, mediodía oscuro o luz negra, que es la imagen que usan los místicos.

La vía recta consiste aquí en no divagar ni hacia el este ni hacia el oeste, en escalar la cima, es decir, tender hacia el centro”.

Curioso. Porque el centro no está en el centro. El centro está en el polo. No está en el medio de las latitudes. EL centro del mundo no está en este mundo. Así que recoge todo lo que puedas de este mundo: estás descentrado, te falta el polo, sin polo y sin norte, sin centro alguno. sólo te espera el estado perpetuo de alucinación. Fíjense que división, desparramado en todas las cosas, porque no hay centro que reúna. El don de Saturno es la gravedad , el peso, pone limite y centra , con-centra, es grave, en su gravedad impide la dispersión.. Contrae, saca de la identificación con la carne. Hay un don con Saturno, que es una desgracia, sin duda, y es que no te puedes dispersar, no puedes correr porque está todo muy lento. Se acabo mañana, no hay mañana, no hay esperanza. El don de Saturno es que se acabaron las esperanzas, el don de Saturno es que no hay proyectos, no hay proyectos literalizados, el don de Saturno es que la vida es lo que es, y lo que es no es lo que creo.

Abre así un camino. El gnóstico es saturnino, sin duda. El gnóstico no puede estar en este mundo de dispersiones, de ruidos, de prisas, de obligaciones, de convenciones, de lo social, el Gran Animal dijo Platón de la sociedad, el Gran Animal que hace ruido.

La humanidad para el místico no es la suma de los que viven geográficamente. La humanidad es aquella que está orientada hacia el polo . Y es una humanidad invisible.

No están unidos sus miembros por el mismo tiempo, ni el mismo espacio, ni las latitudes. Es una humanidad espiritual. Cuando uno encuentra esto, encuentra la filiatura. El ser hijo de….La divina filiatura. No estoy hablando literalmente de religión, ya que no soy el más indicado, no estoy bautizado en ninguna religión .Estoy hablando de otra filiatura, la que se oculta detrás de esas imágenes religiosas. Estoy hablando de que en ese momento la cadena que vincula , vincula hacia lo alto. Y son los compañeros todos los que estén en ese camino, que es un camino que no se ve. No son mis los compañeros los argentinos, los españoles, los latinos, los morenos. Eso sería guiarme por determinaciones exotéricas. Compañeros son aquellos que están en la misma orientación hacia el polo, estén vivos o muertos, hayan vivido y aunque no estén ya, su orientación permanece, la orientación no cambia. Las personas pueden morir, la orientación no muere nunca. Aquellos que están en la misma orientación, son aquellos que te pegan el pegan el tirón a ti. No es que se desprecie a los demás, no, pero no cabe la identificación con sociedades de hecho, de facto, lugares de hecho, sexos, razas, colores. Todo exotérico

La vía recta consiste en escalar la cima, es decir, dice Corbin, tender al centro.

“En el ascenso mas allá de las dimensiones cartográficas,” es decir: los mapas,” en el descubrimiento del mundo interior que segrega por si mismo su propia luz,” -no luz de afuera-, ésa es la oscuridad. La luz del día externo es oscura, la luz que busca el místico es la luz interior. Esa luz, cuando estas orientado por la luz exterior, está muerta.

Pero cuando muere la luz exterior, cuando te arrancan de la luz exterior, aparece la otra.

Lo que durante el día llamabas noche, y que ahora ves que es un día para la noche que todos llaman día.

Pero cuidado que interior no quiere decir mío, para el místico interior es un mundo tan enorme como el exterior, me salgo de “yo” de lo “mío”, caigo para adentro. Es salir de aquí y entrar en otro ámbito enorme, enorme, más grande que éste, al que rodea por todos los lados.

Háganse la imaginación, me encanta la imagen porque es la del gnóstico, de que todo el mundo físico, todo lo que llamamos interior y exterior, está limitado por otro mundo desde el cual miramos éste, de modo que saltamos para atrás y vamos hacia algo más grande, del cual esto sólo es el carozo. Esa es la experiencia del gnóstico, al “irte” de aquí saltas a un mundo infinitamente mayor, un mundo inagotable.

Estar atrapado y apretado en esta finitud creyendo que aquí está todo, es ser un prisionero. La libertad que añora el alma, es la de soltar esto para poder ir allí, más allá o más acá de la finitud. De hecho dormir es una posibilidad, muy vaga porque estamos tan sonámbulos que queremos volver de los sueños , queremos hacer de los sueños el anticipo de lo que me pasará aquí. Sin saber que el sueño es una participación, muy en estado de embriaguez, de torpor, de un mundo imaginal.

Dice Corbin: “Es descubrimiento del mundo interior….La tiniebla divina, la nube del no saber, las tinieblas en las proximidades del Polo”, son todas expresiones místicas, no de Corbin, los nombres que se le dan a este Sol de Medianoche, el Sol Polar que está en el Octavo Clima, pero en ningún clima de la tierra. También se habla de “la noche de los símbolos en la que el alma se mueve no es de ningún modo la tiniebla en que están retenidas las partículas cautivas de la luz”. Las tinieblas de las que estamos prisioneros es ésto que llamamos realidad, ésta es la prisión. Por tanto el deprimido, desde esta perspectiva, sin saberlo está tomando conciencia de la prisión, no puede librarse pero siente que no es de aquí, se desespera porque aún su referencia es que si no es aquí, entonces no hay nada. Esto es lo que no sabe el deprimido, y tampoco lo saben quienes se han adaptado a la prisión creyendo que es su única y permanente morada. Pero el deprimido ya no se siente en casa, de ahí su angustia de encontrarse entre la nada y un mundo en el que no puede vivir; en su fantasía, como en la de sus terapeutas, sólo hay “el mundo real” al que debiera adaptarse,. Es la imagen de alguien que se ha dado cuenta de que está en una prisión, pero así y todo quiere poder vivir en esa prisión como si fuera un palacio, y no puede. Se dice: “Todos están tan bien, ¿por qué yo no?” El gnóstico podría decir: ha llegado la hora de descubrir que es como tú lo ves, sólo que ves lo que ves, y aún no ves lo que no ves. Es lo que sería estar sólo en la oscuridad.

Dice Corbin: “Hablar de la dimensión polar como dimensión trascendente es tanto como decir que nuestra individualidad terrenal implica un complemento, un asociado celestial, ya que lo que esencialmente somos no es esta unidad que vive aquí, sino una dualidad. Somos éste, y el hombre de luz que no está en esta dimensión. Por lo tanto la aspiración del místico no es la unidad” – ser uno: un solo corazón, una sola idea, una sola intención-,”porque no hay unidad: éste que somos lo somos como polo de otro, que es el que está a la salida del túnel; este es el que se llama “el cuerpo espiritual”. Por eso el místico sufí dice que la estructura del ser humano no es sino la de una bi-unidad, es descubrir el Unus-Ambo, aquél que es uno porque es dos”.

Traducido a la experiencia usual, que llamamos “de la realidad”, nosotros usualmente queremos es ser uno. ¿Y qué quiere decir ser uno? Encontrar en esto todo, porque yo soy todo esto. Y continúa Corbin: “No somos uno, hay otro en nosotros. Hay otro que no es de este mundo” -claro que está en contacto con nosotros, pero ese otro es aquel que nos recuerda que estamos perdidos aquí. Lo que ocurre es que uno advierte esta ausencia, pero imagina que es la ausencia de algo de este mundo: una persona que nos satisfaga, un trabajo mejor pagado, una mejor posición en el mundo, etc. etc., a fin de sentirnos enteros; y la entereza no consiste en tenerlo todo aquí, sino en la dualidad. No advertimos que tal ausencia es el recordatorio que el otro nos envía de nuestra “dualidad esencial”; dualidad de planos, de uno que vive en la geografía terrestre, conectado con el Polo Celeste, sabiendo que el polo celeste no está en la tierra, sabiendo que la tierra jamás contendrá en su horizonte al polo. De repente desaparece la horizontalidad como única realidad y mirando hacia el polo surge otra dimensión: ya no los cuatro puntos cardinales de ahí afuera, sino el punto central, el centro del mundo que está fuera del mundo. De esto habla el gnóstico, y en la depresión, según las descripciones que hemos visto, no hay un darse cuenta de esto, pero hay sin duda la vivencia de la extrañeza, la pesantez, el no poder desparramarse en actividades, la negrura porque se han perdido los colores que conocemos, estos colores de la horizontalidad. Los gnósticos dicen que al advertir que esto que llamamos colores es negrura, el hombre de luz, photeinos anthropos (phos es luz), cuando acepta que esto es negrura, desaparecen estos colores y ese negro comienza a ser transpasado por luces de un color que aquí no existe, y comienzan así los otros colores. En el cuerpo de luz, la gama de colores es infinita. Como afirma la alquimia, a través de la nigredo, eso negro más negro que el negro, comienza a manifestar colores tornasolados, miles de colores como en la cola de un pavo real, como miles de ojos, miles de chispas que aparecen en medio de la oscuridad. No es la luz que había antes de la nigredo, sino que al haber oscuridad ante aquella antigua luz, ahora empieza a manifestarse esa otra luminosidad que no tenía cabida en la mera exterioridad. De modo que hasta que no se ennegrece esto, el furioso deseo de literalidad, seremos sensatos y diremos: “bueno, sé que no lo conseguiré” pero la rabia, la frustración, estarán en tanto todavía no se haya separado el deseo del objeto, que es parte del trabajo de la alquimia. No es renunciación al deseo, no es renunciar a la fantasía, es separarlos de la literalidad del objeto, pero que conduzcan al objeto al que realmente aspiran, y el objeto al que aspiran no está “aquí”. Lo cual no significa que no se pueda vivir, ya que se puede vivir, pero no de manera literal. Es más, si no se vive, esto siempre es vacío.

He dejado muchísimas cosas en el camino porque no hay tiempo. Es que cada uno de los temas se merece estar dentro. El tema de la alquimia se merece estar dentro, el gnosticismo se merece estar dentro … Decía que cada cosa da para un tema ¿no? Pero: algunas cosas respecto a esa especie de furor del que habla el alquimista, ¿se acuerda? …

El plomo lleva orín, lleva herrumbre. A veces hay mucho odio, hay mucha rabia y según como uno se puede volver loco porque se trata de una furia a la que uno no ha renunciado; simplemente trata de aceptar el mundo llevándose la rabia – ¿no? – de que “las cosas no son”: me estafaron, “yo me lo quiero todo”, “lo quiero todo”, “lo quiero todo”, “soy un niño y me han dicho que no”. Claro, no se puede vivir eso. El niño sigue cabreado en uno: la rabia, el deseo enganchado a sus objetos.

Como dijo Von Franz, el deseo es maravilloso y está enganchado a una fantasía: lo terrible es la literalización de la fantasía. Si “no es eso” y no hay otra cosa que “eso”, y por lo tanto: ¡ que rabia ¡ ¿no? … ¿ Lo entienden a esto, no? …

Hay más, hay otra cosa más que hay que pensar y que es la pérdida de la inocencia. La depresión, y la rabia, – y la nigredo, y el ennegrecimiento y por lo tanto la depresión también – s se conectan con la caída de la inocencia, de la inocencia infantil. El niño voraz sigue existiendo en aquél que dice “yo soy bueno y me va a ir bien porque Dios me ayudará”, “porque los que tenemos buenas intenciones ganamos”, “con buenos sentimientos todo se consigue”, “mi angelito bueno me va a traer lo que yo quiero”… Ahí hay una superficialidad, una falta de conexión con la profundidad de la vida, una ingenuidad, un estado de niño infantil. Éste no ha renunciado, éste sigue esperando desde una manera banal y muy egocéntrica y, naturalmente, la depresión acaba con ésto, acaba con esta blancura que no es el blanco que viene después del negro sino el blanco grisáceo de la identificación con el mundo externo. Esa blancura que no viene de, que no ha brotado de la negrura – las chispas de luz – sino una blancura de falta de pasión y de conexión con la profundidad. Y esto también lo hablan los alquimistas.

Stanton Marlon, un psicólogo arquetipal, en su “The Black Sun. The alchemy and art of darkness” (El Sol Negro. La alquimia y el arte de la oscuridad”, ver Bibliografía ) dice así:

“La idea de que la energía solar cruda debe oscurecerse y pasar por un proceso de mortificación (alquimia, mortificatio, se muere: esto es la nigredo) que la reduzca a materia prima” ( esto lo expliqué ¿no?: la reducción a materia prima, desprenderse de esa forma, el metal que tiene forma de plomo se desprende de esa forma, regresa al estado de materia prima; esto implica mortificación, disolución, quemarse, herirse, dolor de soltar la forma – la forma que no era, pero era a su vez la única que uno conocía – … De eso hablan los alquimistas, además, con unas imágenes alucinantes, entonces dice: “ … deben oscurecerse y pasar por un proceso de mortificatio que las reduzca a su materia prima. Sólo entonces las energías creativas pueden producir un efecto unificado… La fértil potencialidad que prepara al sol”- es decir, al oro- está detrás del negro – no antes del negro -, “para el matrimonio sagrado con su contraparte, la oscuridad, que se considera en alquimia que producirá un hijo filosófico” -o lapis filosófico -”o piedra” -filosofal, ya que es lo mismo: “lapis” quiere decir piedra- “y que se alimenta por la sangre mercurial que fluye del encuentro, lleno de heridas, del León y del Sol” -el deseo aquel reconcomido de que fuera así y el encuentro de lo que hay dentro, estoy lleno… pero esa sangre alimenta, alimenta la piedra filosofal, alimenta el objetivo de la gran obra. “… Psicológicamente hay alimento en la herida. Cuando fluye la sangre psicológica puede disolver las defensas endurecidas… El color verde del león” -a veces al león se lo pinta verde, y en los libros de alquimia aparece con frecuencia esa imagen del león verde, ese león furioso que viene cuando mira desde dentro de su enfado y por eso hay depresión, ganas de, rabia, capricho infantil, un león tremendo verde que en su boca tiene un sol sangrante – unos de los cuadros típicos de alquimia – … o sea el león es verde … considerándolo verde- “sugiere, de alguna manera, que es inmaduro, aún no preparado, o inocente, así como crecimiento y fertilidad. El alquimista imaginaba esta inocencia, llamada a veces “leche de virgen” como una condición primaria” -primaria en el sentido de “qué persona más primaria, más poco trabajada”, primaria, tosca, sin el menor refinamiento, sin la menor profundidad. Esa “leche de virgen”, esa blancura previa a la nigredo, indica que la obra no ha empezado, la obra empieza cuando se vuelve negro, cuando se pierde esa, esa especie de “si soy bueno me va a ir bien y si y “como me porto bien me merezco esto y mi angelito bueno me va a ayudar en el camino porque la vida es buena, los pajaritos cantan”, sentimentalismo barato, sentimentalismo de niño pequeño que no tiene una sola profundidad de la conexión con los misterios de la vida.

La vida no es esa cosa donde hay un arco iris al final, los buenos salen bien, los malos pierden, y hay un regalito para mí. Si no se pierde eso no hay posibilidad de alquimia, hay sólo superficialidad, saltar de flor en flor, y “me compraré una tele más grande”, y “seré feliz porque tendré una mejor lavadora”, y “el piso nuevo será más grande”, y “mi marido tendrá mas títulos y los niños irán a mejores colegios” ¡que felicidad¡ ¿ eh? … Eso es la blancura no tocada aún por la nigredo, la “leche de virgen”, esa “leche de virgen” quiere decir de que no ha parido y que por lo tanto esa leche no puede alimentar a la criatura, al niño, al oro filosófico, no lo puede nutrir … más bien la negrura – el desencanto, la decepción – es el punto de partida, ahí la obra comienza verdaderamente.

Stanton Marlan continúa así:

“llamada leche de virgen, como una condición primaria, algo sin Tierra y aún no ennegrecida”- es decir, sin cuerpo y sin capacidad de contener…- “Las fantasías típicas de leche virgen se suelen mantener emocionalmente en gente por otra parte intelectualmente sofisticada y desarrollada. Ideas inconscientes pueden incluir sentimientos tales como “la vida debería ser justa”, “Dios me cuidará y me protegerá como un buen papá”, “no me ocurrirá nada malo porque he vivido de acuerdo a aquel principio con este otro principio”, “he sido bueno y fiel, he comido saludablemente y hago ejercicio: no me voy a enfermar” … Cuando la vida no se adecua a estas ideas” – y desde ya que nunca se adecua, la vida es más que estas tonterías pequeño burguesas eh?- “cuando la vida no se adecua a estas ideas, el ego inocente, débil e inmaduro, se hiere y es abrumado con sentimientos de dolor, autocompasión, opresión, arremetidas o sentimientos de víctima.” – klagen y anklagen: quejas que son querellas, como vimos ya que decía Freud – “Hillman advierte que el ennegrecimiento – que es el comienzo de la obra – comienza con la chamusquina, el dolor, la maldición, la putrefacción de esa inocencia del alma, y la corrupción y la depresión hacia la nigredo que reconocemos”- ¿Cómo reconocemos que comienza la nigredo, el ennegrecimiento?- “Lo reconocemos por su hedor: sus causas materialistas para todo lo que “no fue bien” -Lo que no fue bien, es decir: “me falló la vida”, “me han traicionado, yo fui bueno y me hizo esto”, “yo me cuidé y estoy enfermo”, “yo siempre fui de derechas/izquierdas y ahora mira lo que me pasa”, “yo me porté bien, he sido respetable, seguí el curso …” me casé con el hombre de apellido con el que me tenía que casar”, ¿porqué me pasa eso a mí?” – … Viene la herida, la vida no te da eso, sangra ¿no? Y empieza la putrefacción, empieza a perderse la inocencia y empieza el aferrarse a las causas materialistas, a buscar “porqués” externos, lo cual sólo genera mas sufrimiento. Una de las características de Saturno tal como se vio en el Seminario anterior, era la literalidad, el transformar las experiencias del alma en hechos, buscar hechos externos: “estoy deprimido porque me falta un líquido que hace que las neuronas se conecten mejor”, “estoy triste pero – claro- yo no tengo que ver con la tristeza, estoy triste porque el mundo es como es”, “me siento mal: es culpa de mis padres que me hicieron daño” … Buscamos causas externas, hechos, que todavía no tienen que ver con una dimensión del alma. Y ahí hay hedor, hay putrefacción, hay rabia, hay enfado, hay bilis negra en tanto que cólera atroz. Pero ahí esta empezando: mucho más cerca se está del oro ahí que cuando “¡ay¡ los buenos van al cielo, los malos no”, “si me porto bien tendré premio”, “si me caso con el chico de mejor familia tendré el futuro asegurado”, y “si me cuido mucho y vivo de acuerdo a un régimen mi vida durará mucho, y los que se enferman es porque se lo merecen porque no se cuidan” … Todas estas banalidades del blanco de leche virgen desaparecen. Hay una herida …- ¿me entienden de qué hablo? … estoy hablando de algo de todos los días no de nada del otro mundo, algo … seguro que todos aquí practicamos ( risas) – …

La nigredo – me encanta esto: “causas materialistas para todo lo que no anduvo bien”, que en cierto sentido, mirado desde el otro lado: ¡que bien que todo no anduvo bien¡ . Pero bueno, desde el lado del ego, de la leche de virgen: “¡que mal¡”, “la vida no es así” , “la vida no es justa conmigo” “qué mal” “fue todo mal” … entonces busco causas materialistas …. Ese mal es el comienzo de otro bien, uno que ya no es lo que uno antes llamaba bien, evidentemente no?, uno ya no volverá a ese mundo, ese mundo ya se está yendo no?. Stanton Marlan continúa así:

“Buscar qué fue mal, qué estuvo mal, es con frecuencia buscar en el lugar equivocado. Lo que el alma herida no ve es lo que esta ocurriendo bajo la superficie, y en el proceso de ennegrecimiento, que es la muerte de una inocencia inmadura -una nigredo que contiene una posibilidad transformadora y una experiencia que abra el ojo oscuro del alma” – o sea, que abra la luz de la noche interior que, como vimos al referirnos al gnosticismo, puede considerarse como más luz que la luz exotérica del exterior.

Jung se refiere a este descenso en la oscuridad como nekya, el encuentro con los muertos, típico de la mitología griega. Ulises baja al submundo a hablar con los muertos. Eneas baja al submundo, Hércules baja al submundo a encontrarse con la sombra, esto se llama la nekya en griego: esa es la experiencia ¿no? Bajar, salirse de la superficie, te arrastran de la cáscara de las cosas, que es lo único que ves con la leche de virgen, leche ni sabrosa ni nutricia. La herida te arranca. Uno sí que ve que eso se va, lo que uno no ve es que adonde lo llevan es a la posibilidad de que se abra otra mirada, una mirada oscura sin ninguna duda, … cuando se ve con la melancolía se ve con sabiduría, no con información corriente … no, no, … se ve desde la sabiduría. La sabiduría es negra, la Sulamita de “El Cantar de los Cantares”: “negra soy” le dice a Salomón, “negra es mi piel curtida por el sol” ( bajo el negro viene la sabiduría ) “pero me quitarás los velos y me encontrarás blanca”. Detrás del negro hay un saber que no hay en la ingenuidad de falsos valores, de falsas convicciones y de una mirada superficial. La depresión lleva al fondo aunque uno no quiera pero la pregunta es: ¿bueno, y que pasa con el fondo? Claro hay un dolor ya no la superficie. Pero y si nos damos la vuelta ¿Qué está pasando cuando uno siente que lo sacan de la superficie? esta es la pregunta no?.

Edward Edinger, otro analista junguiano, en su “Anatomy of the Psyche” (ver Bibliografía) afirma: “el niño, esta cosa infantil, es la materia prima del adulto” -el adulto lleva la materia prima es este estado infantil, y hasta que esto no empieza a ser torturado no empieza la obra alquímica- “el niño es la materia prima del adulto, la inocencia corresponde a un estado indiferenciado, torpe y aún apegado a normas de la materia prima. La calcinación se realiza en el lado primitivo, oscuro, que alimenta la hostilidad, la voracidad instintiva y que se ve contaminada con los deseos inconscientes. El fuego para este proceso que mantiene al alma en ebullición, ardiendo, transformándola, proviene de las frustraciones de estos mismos deseos, tal ordalía de deseos frustrados es un rasgo característico del proceso del proceso de depresión”.

Y continúa más adelante: “La necesaria frustración de la concupiscencia,” -es decir, del agarrarse a esos objetos del deseo que, como vimos, no pueden ser vividos, la concupiscencia como fuerza de deseo e incapacidad de renuncia, de renuncia sin hostilidad- “la necesaria frustración de esto, es el rasgo clave del estadio de calcinación. Primero hay que ubicar a la sustancia, esto es el deseo no reconocido, el deseo no aceptado” -el deseo que está negado pero que se ha ido adentro, el dragón en la cueva- “ha de reconocerse y afirmarse” -hay que ver qué demanda, hay que ver qué expectativas tiene, que deben ser reconocidas y afirmadas-. “El impulso instintivo dice “ yo lo quiero” “y tengo derecho a ello y me lo merezco” -lo dice como un niño caprichoso; si uno dice no, no, no, yo he aceptado, la vida es como es”, eso está dentro en la cueva, empieza la melancolía sin que te des cuenta, vives sí, pero te arrastras, te arrastras con una amargura contenida, con una falta de interés, todo te aburre, dices que te has adaptado y en el fondo es una rabia contenida que va transformándose. Eso no es, hay que ir a ver qué es eso que se desea en uno, porque ahí está la energía.

Afirma Edinger, citando a un alquimista (El Museo Hermético): “No puede haber calcinación adecuadamente” – a menos que la queramos confundir con autoflagelación masoquista, que es otra cosa completamente distinta – “no puede haber calcinación hasta que no se toca el material adecuado: hay que tocarlo. La advertencia de los alquimistas es la siguiente: “la calcinación – dice un alquimista del siglo XVI-, sólo puede tomar lugar por medio del calor interior del cuerpo, asistido por una calidez amistosa exterior, pero la calcinación por medio de un agente heterogéneo que no sea el propio calor interior, sólo puede destruir la naturaleza metálica, porque no es posible que eso haga el menor efecto” … Es decir, como regla: la realidad de la vida, si enfrentada, da plenitud de oportunidades para la calcinación o la frustración de esta voluptuosidad; si no se le da justificación, el deseo frustrado se vuelve el fuego del proceso de calcinación. “La calcinación tiene un efecto purificador y de purga, la sustancia es purgada de esa radical humedad” – pegoteo, sentimentalismo fácil, se seca, se seca y se vuelve más consistente ese deseo, menos pegoteado, menos blandengue, menos leche de virgen ¿eh? … seca el calor: es importante – “dejando el contenido en su estado eterno y transpersonal”-yo diría: liberándolo de los hechos, mostrando que lo que se desea es las imágenes – no es hecho ninguno – la imagen empieza a elevarse con toda su plenitud sin confundirse con ésto o aquello. Está demasiado pegoteada, por eso el calor la seca un poco eh?– “Finalmente,” -continúa Edinger- “la calcinación produce una cierta inmunidad al afecto excesivo” – a la respuesta excesivamente emocional- “y (produce así) la capacidad de ver los aspectos arquetípicos o imaginales de la existencia… El afecto ahora es experimentado como fuego etéreo” -no como dragón verde sanguinolento- “fuego etéreo, o sea Espíritu Santo en lugar de fuego terrestre – el dolor de una concupiscencia frustrada”

La alquimia tiene que ver por lo tanto, no con la negación del deseo sino con la transformación del deseo, liberándolo de su identificación con materializaciones, literalidades engañosas y retornándolo a la fuente. ¿Qué desea ese deseo que yo he querido llevarlo allí o aquí? ¿a dónde quiere ir ese deseo? El deseo aspira a remontarse, indudablemente, a lo que Corbin llamaba “el polo norte”. Es ahí. Busca, busca el paraíso: ¡dale paraíso y no engañifas¡, ¡dale paraísos y no le des baratijas¡

Jung describe así la transformación de la concupiscencia:

“Cuando uno se abandona a la concupiscencia, ya sea que tu deseo se vuelva hacia el cielo o el infierno, le estás dando un objeto al animus o al anima”- o sea: le estás dando un objeto al deseo, identificándolo con esa cosa- “Ello”- continúa Jung- “se sale afuera hacia el mundo, en lugar de permanecer dentro en su sitio. Pero si puedes decir: “sí, lo deseo y trataré de conseguirlo pero no tengo que tenerlo y si decido renunciar puedo renunciar a ello”, entonces no hay oportunidad de que el anima o el animus se identifiquen con el objeto. De otro modo estás gobernado por tus deseos, eres un ser poseso, poseído, compelido. Pero si has puesto tu anima o tu animus en una botella” – es fácil ver la similitud con el genio encerrado en la botella de los cuentos – “estás libre de ser poseído, aunque puedas estar pasando un mal tiempo interiormente, porque cuando tu demonio lleva un mal tiempo, tú también pasas un mal tiempo – por supuesto rugirá en tus entrañas, claro que clamará en tus entrañas – pero después de un momento verás que estuvo muy bien haberlo embotellado, lentamente te tranquilizarás y comenzarán los cambios. Entonces discernirás que en esa botella está creciendo una piedra en tanto el autocontrol o el no abandono a las pasiones concupiscentes” – no lo entiendan literalmente como sexo. “concupiscente” sería: “quiero la casa”, “quiero dinero”, “quiero la jubilación anticipada”, “quiero la garantía de que viviré diez años sin enfermarme”, “quiero ganar lo que me merezco”, … eso es concupiscencia, eso es el dragón agarrado a lo que quiere sin comprender lo que en él se quiere. Sigue Jung: “entonces comprenderás que hay una piedra” – es la piedra filosofal, el oro de los filósofos, lo que buscaban los alquimistas, ese genio en la botella empieza a transformarse – “y en tanto el autocontrol o la no indulgencia, el no abandono, se va volviendo un hábito, entonces hay una piedra y cuando éste atributo se transforma en ‘fait accompli’, hecho cumplido, la piedra se transformará en un diamante”- y éste, añadiría yo, es el mejor de los diamantes, el diamante que no puedes comprar en ninguna joyería, un diamante que nunca te podrán robar, un diamante que no se pierde jamás, que ningún diamante de ahí afuera puede competir en brillo, transparencia y resistencia; es el diamante en el que se transforma el alma cuando está contenida en la botella y no volcada, vertida, identificada, literalizada en los objetos externos. ¡Bonita imagen¡

Dice Jung en su Mysterium Coniunctionis (ver Bibliografía), citando a Morienus, un antiguo alquimista: “La entrada a la paz del alma es muy estrecha y nadie puede pasar por esa puerta sin sufrir.” Por supuesto los de la leche de niña, leche de virgen, no quieren sufrir; quieren saltar de flor en flor y no entran jamás en el reino del centro del alma que es el centro del mundo que no está en el mundo eh?, que no está en el mundo. Y continúa Jung: “Con más fuerza todavía se expresa el filósofo Petasius (Petesis) citado por Olimpiodoro en el siglo III de nuestra era” -fíjense los alquimistas de lo que hablaban!- “decía: “el plomo está tan poseído por el demonio y es tan arrogante que los que quieren investigar acaban siendo víctimas de la manía o pierden el juicio”

- Pregunta : ¿Esto sigue siendo lo que escribe Von Franz?

- Respuesta: No, no. Esto es Jung, “Mysterium Coniunctionis”, su última obra, la obra cumbre de Jung. Para mí lo más grande que ha escrito Jung – y lo más volado- Ya trasciende las minucias técnicas, prácticas y tangibles y habla de lo que hay que hablar, de lo verdaderamente importante. Es una obra sumamente inspirada y poética. Ahí encuentras el “caelum”, encuentras el “unus mundus”, encuentras “la tierra blanca”, encuentras todo el proceso de transformación, encuentras al ángel que lleva al polo… Cuando por fin Jung no se siente obligado a ir de científico ni de psicoterapeuta porque ya está al final de su vida y lo dice todo como es. Es una obra maravillosa. Nunca he admirado tanto a Jung, admiración poética, como a partir de conocer esta obra. Es la última obra de su vida… Maravilloso porque es un diálogo con la imagen, la imaginería de la alquimia. Es cuando Jung deja de ser psicólogo y se vuelve alquimista – siempre lo fue, pero ahora sin disfraz, ahora sin uniforme de médico, de universitario ni de científico, ahora como el gnóstico que siempre fue, porque Jung era un gnóstico de cabo a rabo.

Dice así (párrafo 184 y siguientes de las obras completas, volumen nº 14, Mysterium Coniunctionis):

“Si consideras tu falta de fantasías …” ( cuando estás deprimido ) “… si consideras tu falta de fantasías, de ideas y de vitalidad interior, que sientes como si fuera un estancamiento y un yermo estéril, si lo consideras con el interés propio de la alarma que sigue a la muerte interior y como una llamada del desierto, se producirá algo. Pues el vacío interior esconde una plenitud igual de grande, con tal de dejarte simplemente penetrar por ella. Cuando te muestres accesible a la llamada del desierto”- o sea, al sol de medianoche, a la oscuridad de dentro que realmente es la luz, para salir de esta luz de fuera que realmente es oscuridad, cuando aceptes ese llamado que está en la depresión, que está en la melancolía, que está en la tristeza, que está en el bajón, que está en la frustración misma- cuando ya no lo combatas, … pero esto, claro, ¡se dice fácil¡

Porque, claro, en este punto de vacío interior dices: ya no tengo fantasías, ya no tengo deseos, estoy cansado, la vida no vale nada, no tengo ánimos, solo hay nada, me siento pesado, me siento lento, … ¿recuerdan? la depresión típica … entonces dice: sí, sí, es verdad que te sientes así, pero si consideras esa falta de fantasía, de ideas, de vitalidad interior que tú sientes como un estancamiento yermo y estéril, si la consideras con el interés propio de la alarma que sigue a la muerte interior – como si hubieras muerto, estás alarmado, ¿qué me pasa? – “y la consideras como una llamada del desierto”, – Notad que aquí está el gnóstico: te llama otro ámbito, otro mundo, y no simplemente una enfermedad, no se trata meramente de una falta de litio, una falta de esto o de aquello … ¡No, no¡: Es que hay otro mundo que te está reclamando- “entonces se producirá algo. Pues el vacío interior esconde una plenitud igual de grande, con tal de dejarte simplemente penetrar por ella”.

“Cuando te muestres accesible a la llamada del desierto, el anhelo de plenitud vivificará aquel yermo vacío de tu alma con la lluvia de una tierra más seca. Eres tan estéril porque, sin saberlo, algo así como un espíritu maligno obstruye el manantial de tu fantasía, la fuente de tu alma. El enemigo es tu azufre bruto” – el ardor, la concupiscencia, el león verde, el estar enganchado a los objetos: ese es el demonio que se interpone para atender este llamado – dice: “Eres tan estéril porque sin saberlo algo así como un espíritu maligno obstruye el manantial de tu fantasía, la fuente de tu alma, el enemigo es tu azufre bruto que te quema con el fuego infernal de la codicia” – La codicia, es decir, la concupiscencia: codiciosos y concupiscentes- “Querrías hacer oro porque piensas que no hay mayor plaga que la pobreza, la riqueza es la suma dicha, querrías resultados que adulen tu soberbia …” –“superbia”, decían los antiguos, y es lo que el mismo Jung ha llamado en obras anteriores “inflación del ego” – “yo me merezco”, “yo me lo merezco”, “yo valgo mucho”, “me merezco la más guapa, la pasta más grande, la posición más segura, la salud que me he ganado … “quiero poseer esto” … Si la vida no me lo da. me hundo: ya pierdo interés, la vida no tiene nada que ofrecerme, se van las ganas de vivir … pero la “superbia” no se va, como el dragón que se muerde la cola y lo envenena todo, y ahí está, ahí está también el camino.

Continúa Jung: “ … querrías hacer oro porque piensas que no hay mayor plaga que la pobreza, la riqueza es la suma dicha, querrías resultados que adulen tu “superbia”, en una palabra: quieres y esperas algo de conveniencia, pero presientes con espanto que de eso no hay nada. Por eso no quieres ser fructífero, pues entonces lo serías simplemente por Dios y no desgraciadamente por ti. “

- Es bueno ésta (risas)

-¡Es buenísimo! ¡Es bueno!

Y sigue Jung: “Expulsa por tanto esa codicia bruta y vulgar que, de manera tan infantil como miope, sólo se fija metas situadas dentro de tu horizonte. El agua de tu interés no es pura, está envenenada con la lepra común a toda codicia vulgar. De esa enfermedad colectiva tú también estás infectado. En consecuencia, por favor, reflexiona de una vez, haz salir el pensamiento, ¿qué se esconde detrás de esa codicia?: un hambriento de infinito, como ves, no satisfecho con lo mejor, pues es por Hades, el Dios de los submundos, por lo que enloquece y celebra haciendo bacanales … ” -eso lo que decía Heráclito de Efeso, a quien ya mencionamos y vimos que era llamado “el Ocuro”, ese depresivo de la antigüedad. Decía Heráclito en un fragmento: “…son lo mismo Hades y Dioniso; por ello enloquecen y celebran bacanales”. He incluído sus Fragmentos en la Bibliografía y recomiendo especialmente el libro de Rodolfo Mondolfo

Claramente, Jung se refiere a este notable fragmento de Heráclito, cuando dice, como hemos visto: “¿qué se esconde detrás de esa codicia?: un hambriento de infinito, como ves, no satisfecho con lo mejor, pues es por Hades, el Dios de los submundos, por lo que enloquece y celebra haciendo bacanales … ” Y continúa: “Mientras más dependas de lo que todo el mundo quiere…”

– ¿Qué es “todo el mundo”? El mundo de los prisioneros de la caverna platónica, el mundo de los enemigos del fondo del pozo según los gnósticos, el mundo en el que has caído prisionero, el mundo en el que te has olvidado que eres un exiliado, el mundo donde si se enteran de que eres un exiliado vienen a por ti, y en el que quieres ser como todos ellos, participando en la codicia de lo que hay que querer y de lo que hay que tener …

Dice Jung:

“Cuanto más dependas de lo que todo el mundo quiere, tanto mas serás un hombre cualquiera, alguien que en todo en todo caso aún no se ha descubierto a sí mismo. Y por ello vas tropezando como un ciego por el mundo, y como un guía de otros ciegos… ”

Hay representaciones pictóricas de esta alegoría de “Un ciego guiando a otro ciego”, alegoría que está en el Evangelio, y si un ciego sigue a otro ciego ¿adónde van a parar todos? … risas … Y sí, pero seguimos a tal porque tal ha triunfado, tal sabe, tal tiene “lo que hay que tener”, tal tiene la clave del éxito, del progreso y la felicidad, es modelo a imitar, ¿eh?; aprendemos los trucos para llegar a ser como ese tal, y resulta que es un ciego… un ciego sigue a otro ciego…

No, Jung lo tenía bastante claro, y decía: “Cuanto más dependas de lo que todo el mundo quiere tanto más serás un hombre cualquiera, alguien que, en todo caso, aún no se ha descubierto a sí mismo y por ello va tropezando como un ciego por el mundo, y como un guía de inválidos, con la seguridad de un sonámbulo que se dirige al vacío adonde le siguen todos los demás paralíticos. Un hombre cualquiera es, en el fondo, siempre muchos. Purifica tu interés de todo azufre colectivo …”

El azufre colectivo: querer lo que hay que querer, los cuentos que te contaron, lo que hay que tener, lo que hay que ser, lo que es estar bien, lo que hay que ser para ser sano según el colectivo, para ser sensato, para triunfar… -ese es el azufre colectivo que te contamina: fuego, concupiscencia, codicia. El “gran animal” de Platón. Ya veremos lo que dirá Simone Weil al respecto -

“ … Purifica tu interés de todo azufre colectivo que se pega a todos como una lepra…” – el orín, la herrumbre, la podredumbre que acompaña al plomo – “el deseo arde únicamente para consumirse, y en ese fuego y a partir de él, surge el verdadero espíritu vital que produce una vida según sus propias leyes…” – según sus propias leyes, no según las leyes del colectivo, no según las leyes de la caverna, no según las leyes del mundo de convenciones y concesiones – “según sus propias leyes no deformadas por la miopía de nuestros propósitos ni por la grosera arrogancia de la superstición en nuestra propia voluntad. Lo inconsciente desea que se interesen en él y por él, y exige, primero, ser aceptado tal como es. Cuando la existencia de eso que está enfrente, al final se constata… ”

- ya no es más un cuento que te cuentan: estás teniendo la experiencia; ya no es más esa fantasía arbitraria que cree que lo imaginal debe ser alguna cosa, algún lugar topográfico, al que aún no fui pero iré el próximo verano (risas) y si no es la isla del Pacífico a la que ya fui y no me gustó, entonces debe ser la del Índico. Cuando recorras toda la tierra y veas que no está en la tierra, empieza la bajada. Y te lleva al encuentro de eso otro que no es arbitrario, que no es un capricho.

Dice así Jung: “Cuando la existencia de eso que está al frente finalmente se constata, el yo no sólo puede, sino que debe confrontarse con la existencia que se le plantea. Fluyendo constantemente la fuente expresa un fluir, asimismo constante, del interés hacia lo inconsciente” -es decir, hacia el otro mundo. Ya no es un interés a las tonterías de leche de virgen, el estado previo ya no, pues ahora hay una fuente permanente de energía que no cesa, pero no esta vertida y literalizada ahí, ¿adonde estará manando y hacia dónde mana? Porque la alternativa normal es :o te interesan y persigues bienes mundanos, literalidades, y te crees cuentos y corres a la sociedad para hacer cosas, o estás deprimido y estás enfermo; pero aquí tenemos a alguien que ha encontrado la fuente de la vida, la incesante fuente de interés, de pasión y de creatividad y no corre hacia la caverna, ¿Qué pasa? parece que hay una tercera alternativa, que no va al Este ni al Oeste ¿adónde se dirige? porque los que van al Este están vivos, activos, y los que van al Oeste están deprimidos y confundidos, pero éste que no corre hacia la luz del exterior y en el que sin embargo mana la vida permanentemente ¿qué ha encontrado, hacia dónde se orienta? la tierra blanca, terra alba dicen los alquimistas, la tierra celestial dicen los místicos, el cuerpo de diamante, el hombre de luz que te completa a ti, el polo norte que es el sol de la media noche, eso son imágenes porque se trata de lo imaginal, no porque uno hable en código para ocultar un “secreto”, porque no es ningún qué, ninguna cosa, no es cosa, no es objeto, no es ente…

Acabo con el fragmento de Jung: “fluyendo constantemente la fuente expresa asimismo un fluir constante del interés hacia lo inconsciente, es decir una especie de continua tensión o religio” – religamento, reconexión, re fusión, re ligarse- “religio que también puede denominarse devoción. La conciencia es tan terra árida como lo inconsciente, si ambas mitades de la vida anímica están separadas entre sí”. Pero en cambio la terra alba, la terra foliada, la tierra llena de láminas como decían los alquimistas, una tierra laminada con profundidad insondable, una tierra blanca de pureza, no de leche de virgen, una tierra blanca que resplandece en los miles de colores, una tierra que es fuente de vida, la Jerusalén Celestial, la tierra de la que mana leche y miel, no es sólo un consciente separado de un inconsciente, porque cuando se vive así es tan árido lo uno como lo otro. Esta región no es sino la zona media, el “mundus imaginalis” según Corbin.

Bueno, había traído mucho más para comentar, pero bueno, una de las muchas que cosas que, bajo el reino de Khronos, el tiempo, tenemos que sacrificar. Dejamos la perspectiva psicológica junguiana y alquímica de lado. pero ha sugerido algo creo yo. Los gnósticos también hablaban de eso, no voy a hablar más de ellos pero los gnósticos eran los que imaginario la experiencia del exilio en el que vivimos, vivimos en este mundo y pertenecemos a otro, empezar a reconocer la filiatura divina en la tierra, ser un extraño para los carceleros pero dispuesto a conectar y comunicarse con el hombre de luz. Así se crea el cuerpo de diamante que sale del cuerpo físico y no habita ya esta región, el cuerpo diamantino, el cuerpo de fuego, con quien habla el Ángel, el Ángel no habla conmigo, yo no puedo ver al ángel, para mí no hay Ángel, sino que hay cosas, objetos, personas, lo finito, hasta que no crezca en mí ese cuerpo de diamante, de luz, no hay Ángel porque es a él al que le habla el Ángel. Esto está también en la tradición hermética, en los libros del Corpus Hermeticum -que están publicados en la página web en castellano y que han marcado la tradición gnóstica de occidente – libros del siglo II/III después de Cristo. Hermes entra en trance, deja su cuerpo, sus sentidos ya no responden, ha abandonado la cárcel del cuerpo y en ese momento se eleva y aparece Asclepius, el Logos, el Nous, la Sabiduría, la otra mitad. No aparece al que está atrapado en el cuerpo literal, sino a aquél que ya no está allí; no me interpreten literalmente: no digo el cuerpo “físico”, “abandonar el cuerpo” es abandonar la lectura literal de las cosas, vivir “en el cuerpo” es vivir tomando las cosas “al pan, pan y al vino, vino”, “no existe nada mas que lo que se ve y lo que se toca”, “solo existen objetos”, el reino de “los hecho puros y duros”, ¡eso es el mundo del cuerpo¡. Abandonar el cuerpo es darte cuenta de que incluso tu cuerpo es un habitáculo y depósito de imágenes, al cual vives -y no hay otro modo de vivirlo- a través de imágenes, que incluso lo que llamas tu cuerpo “físico” no es sino so–porte y portal imaginativo.

Tercera parte

Pero vamos a dejar a los gnósticos, a los herméticos que también había mucho por ahondar allí, desde ya recomiendo el libro de Hans Jonas “La religión gnóstica” (ver Bibliografía). Sí, hay que dejarlos, pero por lo menos hemos proporcionado un fondo para mostrar que la depresión, que se presenta como una temible enfermedad, también puede leerse como ocasión de un viaje que te saca de este mundo, es un recordatorio, es un desarraigo, es un dolor, es una oscuridad que aparece como “des-realización” del mundo de la caverna.

En esta otra parte vamos a ocuparnos con la obra de una mujer que fue una notable hija de Saturno, o sea marcada por la melancolía, marcada por el dolor, cuya vida y sobre todo su obra, es la mejor expresión de todo esto que hemos hablado hasta aquí. Aporta una experiencia individual – siempre es individual o no es- . Todos estos temas que hemos tratado adquieren así una expresión única cuando se han vuelto “vivencia”, para usar la expresión de Ortega y Gasset. Una expresión única, una manera única, una imagen única que se encarna y con-forma en una vida y en una obra. No es un concepto abstracto que se repite, no, es una experiencia vivencial con color, olor, sabor y saber, parte de uno mismo que no puede repetirse sin desvanecerse. Por eso, esto lo han vivido muchos pero cada uno, igual que los alquimistas, lo cuenta de una forma única y experiencial.

Hay muchos hijos de Saturno, en el seminario anterior le dedicamos un homenaje a Marsilio Ficino, uno de los grandes hijos de Saturno que, a través de la melancolía, entró en su depresión, descubrió el mundo del alma, resolvió (o mejor dicho: disolvió) el problema, no huyendo del dolor sino haciendo del dolor la herramienta del conocimiento, y su descubrimiento del alma afectó a toda una época, afectó a toda la Florencia del Renacimiento y promovió el renacimiento de Florencia. Sí porque el alma no está separada del mundo.

Ahora vamos a ir a otro ejemplo muy distinto, a quien rendiremos homenaje. Vamos a atender al pensamiento de una mística, filósofa, luchadora social, una gran escritora que se llamó Simone Weil, sobre la que he puesto una página en la web del Centro, y que murió muy joven: murió a los treinta y cuatro años, se dejo morir. Su vida vale la pena de ser conocida, encontrarán más datos y detalles en Internet. Una joven de origen judío, nacida en Francia en 1909, estudió filosofía y mostró ya un talento destacado, en su clase fue la primera, la segunda se llamaba Simone de Beauvoir que era su compañera, otra mujer y pensadora interesante, otra gran melancólica, otra hija de Saturno; pero nos vamos a quedar con Simone Weil aunque se podría haber hablado de Beauvoir también, de su historia con su madre, de su historia con la melancolía y que también tiene mucho de Saturno. Simone Weil, y sus ideas, son de un profundo gnosticismo, un sentirse alienada de esta realidad, de una profunda conmiseración con el sufrimiento humano, y por lo tanto se rebela contra las condiciones de esta sociedad, brillante en filosofía como lo era, decide dejar la carrera, ya trabaja de profesora muy jovencita, pero da la mitad de su sueldo a las comunidades obreras a las que apoya en su lucha revolucionaria,con lo que entonces sienta muy mal que una profesora dé su sueldo y su abierto apoyo a los obreros, y le cuestionan su puesto, renuncia, así, porque decide ir a probar por su propia experiencia lo que es ser un explotado en esta sociedad, y se emplea como proletaria en la Renault, en la fabrica de coches. Su constitución física es tan débil y tan frágil que se enferma inmediatamente, pero la experiencia de la repetición, de lo colectivo, del poder, de la denigración de la opresión, de la desgracia, es poderosísima. Por lo tanto tiene que dejar esto y claro, justo comienza la guerra en España y Simone Weil, flaquita, raquítica y enferma se viene a ayudar a los revolucionarios en la Guerra Civil Española, no simplemente meditaba y se desentendía del mundo, no, su meditación estaba afuera también, todo el tiempo: afuera y adentro como un alquimista. Es tan torpe, tan torpe que estando aquí en España en los campamentos se le cae una olla hirviendo, se quema y se la tienen que llevar porque resulta inútil; comienza la segunda guerra mundial, en Francia se padece la ocupación; su familia, siendo judía, huyen al sur, la detienen, la sueltan muy rápido por considerarla loca (risas), su familia se va finalmente a Estados Unidos para poder sobrevivir a la guerra …. Pero ella no puede vivir sin participar, es francesa, ama a su pueblo, pasa por una experiencia de conversión, conecta con el cristianismo, aunque no llega a hacerse cristiana oficialmente, es íntima su experiencia de Cristo, no es ortodoxa, por tanto no acepta los sacramentos de la iglesia, a pesar de que vive con una profundidad el símbolo del cristianismo, vuelve a Inglaterra durante la guerra para ayudar a los aliados en lo que pudiera, aunque sea con trabajos de oficina que es lo que hace; su estado de debilidad es muy grande y está casi tuberculosa, ya desde la Renault, pero se niega a comer mas que lo que comen los franceses bajo la ocupación que es la ración diaria, aun en Inglaterra podía… no, si sus compatriotas comen eso, ella come eso; está muy enferma, muy débil, la tienen que internar, no acepta comida más que la estricta ración, y muere. Los médicos certifican que fue un suicidio porque no quiso aceptar comida porque estaba loca. Es que … es que la lógica del otro mundo es locura en este. Dejo una obra maravillosa, una obra absolutamente conmovedora. No digo que hay que imitar a Simone Weil, ella no imito a nadie, ella acepto su camino único. Toda su vida aquejada por terribles dolores de cabeza, una Acuario hija de Saturno – Acuario es el signo de Saturno, sí – toda su vida muestra esta especie de conexión, y en su obra están las reflexiones que yo creo que expresan el descubrimiento de una aproximación al alma -y a lo divino- a través de la limitación, la desgracia, el dolor. A través de Saturno. Vamos a leer algunas cosas, solo algunas, en la página web he seleccionado bastantes, que pueden consultar luego.

¿Hasta que punto tiene que ver con lo que hemos dicho? Por ejemplo:

“Nacemos y vivimos en contrasentido, porque nacemos y vivimos en el pecado, que es un trastocamiento de la jerarquía. La primera operación en nuestra vida es la vuelta, la conversión, o el retorno”.

Acabamos de ver que para el gnóstico el primer reconocimiento de que este no es su mundo, es vivir aquí dándose la vuelta: el retorno, el regreso al mundo perdido. Pues ella lo tiene claro, esto no es, esto es el pecado, el pecado es la ilusión, el pecado es la mentira, el pecado es lo irreal. No, el pecado no es la moral sexual del puritanismo o la clase media; Simone no está para esas tonterías. El pecado consiste en otorgarle valor de Dios a lo que es finito, el pecado consiste en imaginar arbitrariamente en cualquier objeto finito – la presencia del polo del que hablaba Corbin –; cuando haces de cualquier cosa de este mundo el polo, eso es pecaminoso, eso es concupiscencia, eso es imaginación encegecedora que no permite reconocer el mundo que te esta aguardando. Por lo tanto cuando dice aquí es concupiscencia, aquí es … la primera operación es el retorno, la primera operación es la conversión.

Dice: “El renunciamiento exige que se pase” – el renunciamiento a que? a la concupiscencia – “exige que se pase por angustias equivalentes a las que causaría la perdida de todos los seres queridos, y de todos los bienes, incluyendo las facultades y adquisiciones en el orden de la inteligencia y del carácter, – las opiniones y las creencias sobre lo que es bueno, lo que es estable, etc-, y todo esto no hay que sacarlo de sí mismo sino perderlo como lo perdió Job. Pero la energía así separada de su objeto” – energía del deseo así separada de sus objetos – “no debe ser desperdiciada en oscilaciones, degradada. La angustia debe ser mayor aun que en la desgracia, no debe parcelarse en el tiempo ni debe desperdigarse en esperanzas futuras. Es la concentración de este deseo que en este mundo no tiene satisfacción lo que abre la puerta a la gracia”.

Pero si en vez de esto me imagino que mañana lo tendré y mejor: otra vez al mundo terrenal, otra vez al mundo de la gravedad, otra vez a meterse en la caverna.

“Si nos consideramos en un momento determinado, en el instante presente” -dice Simone Weil- “separado del pasado y del futuro, somos inocentes. No podemos ser en este instante más que lo que somos. Todo progreso implica una duración – lo cual es imaginario-. Corresponde al orden del mundo en este instante que seamos lo que somos. Aislar así un momento implica el perdón, pero este aislamiento es el desapego”. Que, claramente, es el único camino para ella.

O sea Simone, como los gnósticos y como los alquimistas, ha visto que la ilusión del tiempo, el engaño de la temporalidad; el tiempo que es lo que rige Saturno, por un lado, es la pantalla donde uno vive las imágenes como si fueran hechos. Estás viviendo un mundo imaginado creyendo que habla de hechos, su miserabilidad; lo que llama el futuro, no existe mas que como imaginación, pero uno no sabe que son imágenes, uno cree que son “hechos”: temo a la miseria, veo a la miseria como un hecho, mi temor a la miseria no reconocido hace que esté viviendo ahora ¿en función de qué? De la imaginación o de la imagen de la miseria, que me lleva a una vida miserable. No hay futuro más que como proyección imaginativa ¿de qué? ¿Qué es lo que en mí imagina ese futuro? Cuando aparece el deseo de un futuro, es porque detrás se oculta el que tiene que imaginar ese futuro porque ¿qué está pasando con su presente? entonces, esto es inevitable, imaginar un futuro, sí, pero lo que es evitable es literalizarlo, para poder así reflejarlo. Si aparece la imagen “es” una imagen, ¿Qué hay aquí que imagina esto? Y Cuando me detengo preguntándome: “¿qué hay aquí que compele a imaginar esto?” ya no hay futuro: hay lo que hay en mí. Pero la gente habla de futuros y en ese futuro viven esclavos de imágenes, de concupiscencia, que nos tiraniza: prisioneros de la caverna.

Solo parando el tiempo aparece la eternidad, y el tiempo es ilusorio. El viejo que llegas a ser lo fuiste toda tu vida, no llegas a ser nada que no seas, la miseria de tu imaginación es lo que toma cuerpo en tu vejez, es lo que eres. La persona que renuncia a su libertad porque se imagina inseguridad, como imagina la inseguridad y no sabe que es una imagen, cree que es un hecho, por ese hecho que es una imaginación que sólo proviene de que hay un miedo no reconocido, no reconoce el miedo; cree que esta obrando sensatamente al tratar de evitar ese hecho, que no es más que una imagen de su miedo, por lo tanto ¿quién construye su vida? su miedo y mientras se previene contra eso que imagina, lo que en esa persona está imaginando eso está siendo el objeto de su vida, lo que hay al final. Miseria, desencanto, vacío, vacío no aceptado, porque vacío es vacío pero un vacío que no se llena de imaginación dice Simone Weil, un vacío que no se llena de mentira fantasiosa, es un hueco que atrae la Gracia, es un hueco por el cual se abre el camino Polar, no al norte, no al sur, no al este, no al oeste; pero cuando uno tapa huecos imaginariamente está siempre atrapado en la densidad, imaginación, un mundo donde no entra gracia alguna.

“No podemos ascender por nuestros propios medios” insiste Simone. Nosotros somos pesadez, la gravedad, (Saturno es grave, y es la ley de la gravedad, es nuestra gravedad y nuestra gravidez…) Yo soy pesado, por tanto ¿cómo me voy a levantar a mí mismo? ¿Con qué? ¿Con mi propia fuerza? Pero si es mi fuerza lo que me hace pesado!Querer ascender con la propia voluntad es como querer levantarte por los aires tirándote del cabello (como el legendario Barón de Munchausen); yo no puedo levantarme a mí mismo, yo peso, yo soy el peso, por lo tanto: debo ser levantado y elevado por lo que yo no soy. Dejarse acoger. Pero claro, cuando yo imagino que lo que me tiene que levantar es tal cosa, eso que yo digo que quiero que me levante no es mas que una extensión del yo. Por lo tanto: “yo” no, yo no, para que entre el otro.

Este continuo no negar lo imaginario sino leerlo, recuperarlo como imaginario, dejar de que sustituya a lo real – ¿qué es lo real? Lo desconocido. Lo real es seco, lo real es lo que es ,lo imaginario es la fantasía arbitraria, para compensar y satisfacer- imaginariamente- la propia concupiscencia. Concupiscencia, apego, agrandamiento de la propia importancia. Por lo tanto aquellos más virtuosos son los mas peligrosos de todos, ( risas ), porque junto con todo lo que conquistan aumentan su “¡ah¡ yo lo he conquistado”. Y donde hay yo no hay espacio para la gracia, solo hay gravedad.

Vamos a leer algo más:

“ Muerte: estado instantáneo sin pasado ni futuro, indispensable para el acceso a la eternidad”.

No esta hablando de muerte literal. No crean que muerte quiere decir que el cuerpo se muere, se detienen sus funciones vitales – una cosa que imaginamos, porque no sabemos lo que es vivir eso. Otra vez: tenemos miedo a lo que imaginamos. No: la experiencia de morir en vida, muerte es la depresión, muerte es cuando ya nada de eso es, muerte es la caída hacia dentro, muerte es el hueco que se abre donde estaba todo lleno. Muerte es renuncia a todo futuro, a todo acontecer como “devenir”, “llegar a ser” y, consecuentemente, “desarrollo”, “crecimiento”, “aprendizaje”, “mejoramiento”, “perfeccionamiento”, etc. etc. Y ella con lucidez dice: “Muerte, estado instantáneo sin presente ni futuro” …- desesperación, la detención, no hay adelante, será así siempre, estoy acabado … “estado instantáneo sin pasado ni futuro, indispensable para el acceso a la eternidad”. ¿Qué esclaviza? El tiempo y ¿Qué es el tiempo? La imaginación del tiempo…: nada. Luego, nada me hace ser lo que soy, sino lo imaginario. No es mi infancia ni mis padres ni mi pareja ni mi jefe, son las imaginaciones literalizadas en mi vida; lo imaginario, el creer que necesito lo que necesito sin mirar de dónde viene esa convicción de la necesidad. Ella lo dice, lo dice todo el tiempo, su obra es una obra maravillosa, son pequeñas frases eh pero como puñaladas. Ella dice que sólo el vacío admite a la gracia. Donde hay futuro y pasado no hay vacío, hay un lleno de imágenes. El pasado aún mejor porque el pasado es intocable y en ese sentido se parece a la eternidad. Pero el futuro es la proyección de lo que haré, lo que me pasará, lo que vendrá sin estar aún; … el algún día no existe más que como imagen, y como tal imagen actúa ahora, en el presente, que es lo que hay. Lo que hay por tanto no se atiende, sustituido por la imaginación de lo que habrá. ¿Qué puedes imaginar tú que no quepa en ti? Todo lo que tú imaginas es como tú. Lo otro, tú no lo puedes imaginar, por lo tanto lo otro sólo puede aparecer cuando tú te retiras, cuando tú ya dejas, cuando tu sueltes, “dejidad”. Heidegger decía: “Gelassenheit”, que puede traducirse así: “dejidad”, dejarse, dejar ser al ser. “Yo” no, “yo” no. Cuando no “yo”, entonces la sorpresa, entonces la eternidad, entonces lo absolutamente otro, no aquello que imaginabas: lo que no podías ni siquiera, porque no cabía en ti, porque no viene de ti, porque no eres tú. Mientras estamos en la caverna todo lo que hay es prolongación de ti.

Simone Weil habla del amor, del amor común, como de esa cosa terrible de amar en los otros solamente lo que coincide con nuestras expectativas. Así muestra que es terrible, es peor que la muerte ese amor, porque cuando muere alguien por lo menos eso no quita que haya sido, pero cuando has amado en el otro la criatura imaginaria, ni siquiera le has dejado ser, ni sabes quién ha sido, ha sido un amor tan terriblemente irreal (imaginario) que ha matado al otro porque no le ha dejado ser, nunca apareció para nosotros, y esto es peor que la muerte: no puede haber amor y apego.

Eso que llamamos usualmente amor sólo es apego, y donde hay apego hay yo aunque diga tú, eso que ve en el tú es un tú-para-mí. El amor sólo pasa por dios dice Simone Weil: El amor sólo pasa por la renuncia; no podemos poseer otra cosa que aquello a lo que hemos renunciado. Todo lo que creemos que tenemos nos tiene cogidos a nosotros. Simone ciertamente sabe. Desde que estoy en Barcelona digamos ya en el 76/77 hablaba ya en mis clases de Simone Weil, entonces no la re-conocía nadie, no es que ahora la conozca mucha gente (risas), pero por lo menos ahora se consiguen sus libros, en ese época yo tenía solo esta antigua edición argentina de “La gravedad y la gracia”, que era de mi madre y no se conseguía en ningún lado, en castellano nadie la leía, pero ahora afortunadamente se consiguen sus obras y valen la pena.

“Ser y tener. El hombre” -es decir, el ser humano- “no tiene ser, solo tiene tener. El ser del hombre” -no el tener, el ser-”está situado mas allá de la cortina” – mas allá del pozo, mas allá de la caverna. El ser del hombre es el photeinos anthropos (el hombre de luz, al que nos referimos al hablar del misticismo iranio), no yo, el otro, el de luz que yo ignoro- esto lo digo yo, no Simone. Pero va bien para aclarar lo que ella dice:

“El ser del hombre está situado mas allá de la cortina, del lado de lo sobrenatural. Lo que puede conocer de sí mismo es lo que le prestan las circunstancias. El yo, el verdadero, esta oculto para mi y para otros, esta del lado de Dios, está en Dios, es Dios. Ser orgulloso es olvidar que uno es dios”.

“La cortina es la miseria humana, había una cortina a un paraíso”.

Ser orgulloso es que este yo que creo ser se infla como un pavo e ignorar al otro que está “del otro lado”, y al cual este que digo que soy niega, olvida, insulta y degrada. Así que el orgulloso es un pobre hombre, que no sabe ni sospecha quien es. Infla la imagen porque está vacío.

Dice Simone Weil:

“No hay que ser yo pero menos todavía un nosotros”.

“La ciudad da el sentimiento de estar en la propia casa, pero de lo que se trata es de sentirse en casa como en el destierro. Estar arraigado en la ausencia de lugar”, ese es el polo norte,

- ¿ arraigado en la ausencia de lugar?

… esto lo digo siempre yo, no me han oído nunca decirlo en las lecturas? la uso cuando puedo

¿Qué quiere decir? Ninguno de estos lugares es casa. Hay desarraigo y cuando quiero hacer una casa aquí – una casa en mi profesión, una casa en el que dirán, una casa en ti, una casa en mis hijos, una casa en mi futuro – estoy haciendo una casa donde no hay posible casa. Por lo tanto hay un desarraigo que permite echar raíces en “nada de aquí”. Nada de aquí: el otro lado, lo que los sufis llaman el Polo Norte de la noche y el sol de mediodía, que no es sino es el octavo clima. En el octavo clima que no está en la tierra, ahí están las raíces y por lo tanto en la tierra no las hay Esta es la base del desapego de Simone que es muy poderoso.

“Solo desarraigándose se busca más realidad”. No menos: más porque esto no lo es.

Hay que leerla, vale la pena. Lleva a cuestionarse lleva a descubrir la propia miseria. Lleva a descubrir la miserabilidad de los grandes propósitos, de los buenos motivos, la vanidad del egoísmo. Puede llevar a depresión – es el camino de Saturno – pero es una contundente apertura a la gracia, como puede serlo el camino gnóstico, el camino alquímico. De hecho su obra más sugestiva, en mi opinión, se llama “La Gravedad y la Gracia”. La gravedad es lo imaginario, lo que se adhiere a la caverna; la gracia sólo puede aparecer cuando hay vacío.

- ¿La gravedad y la gracia? ¿ y el titulo se encuentra? … no se encontraba…

-Si si. Está en ed. Trota. Sí y en una buena traducción. Editorial Trota.

Hay una obra que escribió en exilio, en Estados Unidos, que está medio en inglés porque eran cuadernos no son libros concebidos para publicar, sino apuntes y cuadernos reunidos por sus amigos. No publicó, publicó muy poco, escribía para ella. Escribía sus meditaciones mientras estaba en el campo de batalla o en la fábrica Renault o con sus tremendas jaquecas. No escribía libros para publicar y ser una autora, no, son solo intimas meditaciones, y que sus amigos, cuando murió, reunieron y, menos mal, se decidieron a dar a conocer; ella escribió como una comunión. No escribió para publicar, para mostrar su talento, escribió para nada. Solo cuando es para nada viene de la gracia. Lo que es para cualquier cosa esta entregado a lo imaginario, sea lo que sea esa cosa. “Lo hago por el bien de la humanidad” – no, lo haces por esa imagen que hay en ti de lo que es el bien de la humanidad, lo haces por una imaginación, lo haces porque te inflas sintiéndote vinculado a esa imagen. No, las cosas son para nada o no son. Pero “nada” es Dios. Dios es “nada de eso”.

Esa apertura a la nada es apertura a la gracia. Qué duro. Duro es lo que vives. Eso es duro. Irredento, esclavo, engañado, vacío, tratando de llenarse con ruidos. Esperando de los otros lo que no hay en los otros, esperando de la vida con la concupiscencia no sacrificada, los caprichos vanos del ego que no permiten descubrir lo que hay: qué hay en la belleza. Pero la belleza no llega al ego, el ego solo quiere utilizar la belleza, no se puede por lo tanto reconocer la belleza sino se pone atención; pero la atención es justamente renunciación al yo. En otro libro, titulado “A la espera de Dios”, muy hermoso, Simone Weil escribe acerca de la atención y de la plegaria. La atención es necesaria para la plegaria. Y la plegaria, ciertamente, no tiene nada que ver con “pedir, demandar”, Klagen y Anklagen… sino que es atenta entrega.

Ella dice: observar un paisaje como si no estuvieras ¿Cómo es la playa cuando yo no estoy? Porque cuando estoy yo impido que la tierra y el cielo se encuentren. Yo soy el tercero en discordia. Entre dos amantes eso que en mi dice yo destruye su unión, estar sin estar, la única manera: retirarme permanentemente para dejar que todo sea. El único bien no sujeto al azar – ¡el único bien no sujeto al azar¡. el único – es el que esta fuera de este mundo.

Fuera del mundo. Es ese centro del mundo que no está en el mundo. “El mundo es la puerta cerrada” -escribe- “el mundo es una barrera y al mismo tiempo es el pasaje”. Y que es al otro mundo, este no es más que un pasaje. Y justamente porque está cerrado – porque está cerrado: porque no es – es el pasaje al otro.

Escribió: “Este mundo, dominio de la necesidad, no nos ofrece absolutamente nada sino medios”. Es decir, siempre cosas para otra cosa, medios, medios, medios, medios. Dinero ¿para que? para otra cosa, porque el dinero por sí mismo no es nada. El fetichista hace del dinero un objeto final, y no tiene nada, solo la imaginación puesta. Ya vamos a ver leer lo que dice el libro.

Medios. Y una pareja ¿para qué? Para tener hijos – es el medio para tus hijos-. Y hijos ¿para qué? Para sentirte importante – es el medio para sentir que tu vida es importante-. Y sentirte importante ¿para que? … Todo es medio, todo está mediado hacia, aunque no lo sepas … lo imaginario es esencialmente mediador. Y entre el medio y la mediocridad hay muy poca diferencia ( risas) …

Fíjense en lo que dice: “En este mundo dominio de la necesidad no nos ofrece absolutamente nada sino medios, nuestro querer es enviado sin cesar de un medio a otro como una bola de billar. Todos los deseos son contradictorios como el de la nutrición: quisiera que aquel que amo me ame, pero si me es totalmente devoto ya no existe y dejo de amarlo; en tanto que si no me es totalmente devoto no me ama bastante. Hambre y saciedad, hambre y saciedad”

… si no lo tienes hambre, si lo tienes saciedad hartura y vacío. R Hambre: darse cuenta de eso es la primera de las grandes verdades, eso detiene lo imaginario.

Así, escribe:

“Los verdaderos bienes terrestres son medios. No se puede respetar los de otros sino en la medida en que se consideran los propios como medios, lo que implica que se está en camino hacia el punto en que se puede pasar sin ellos. Para respetar, por ejemplo, las patrias extranjeras es necesario hacer de su propia patria no un ídolo sino un medio hacia Dios. Cuando todas las cosas son vistas como medios, no a otra cosa, sino a lo divino, se puede respetar todo lo demás”.

“Si lo temporal no tiene sentido sino por y para lo espiritual, pero no participa en lo espiritual, nos lleva a El por nostalgia”. Es la nostalgia: volvemos a la depresión. Porque “no es aquí” se abre la otra puerta. Es la nostalgia que genera este mundo, no es nostalgia de cosas. Al principio creemos que sí y saltamos hacia lo que nos falta, hacia las cosas… Cuando te das cuenta de que lo que falta no es esto del mundo, esta nostalgia abre al vacío y en el vacío desciende la gracia.

Dice así: “Si lo temporal no tiene sentido sino por y para lo espiritual pero no participa en lo espiritual, nos lleva a ello por nostalgia, por superación. Es lo temporal como puente, como medio” -es decir, lo temporal como medio ¿para que? ¿Para algo que está en el tiempo? No: lo temporal como medio que me conecta con lo intemporal. Esto de aquí, porque esto de aquí conecta con lo radicalmente otro, y no con esto de allí.

Bueno, toda su obra es maravillosa, toda, toda, toda. Se carga la idea de progreso – si no hay futuro no hay progreso evidentemente, ¿Cómo va a haber progreso? ¿progresar adónde? ¿progresar a qué? – el error de los griegos y de los romanos y de los judíos es haber creído que por el caminar hacia delante se asciende. Progresar es avanzar en el horizonte, al polo no se avanza progresando: se asciende. Y puesto que ninguno de nosotros puede ascender por su propio esfuerzo, porque el esfuerzo tuyo no te puede levantar sino que te hace más denso, – el “yo quiero” pesa porque es una afirmación y una extensión del yo. Por lo tanto ¿cómo es posible ascender? te tienen que levantar … tiene que levantarte otro. ¿Cómo te puede levantar el otro, si no hay espacio en tu vida para lo otro en tanto no sea lo imaginario? Y si sólo se abre la puerta a lo imaginario, no ha espacio para la gracia, que es justamente ese Otro que aligera y posibilita el ascenso.

Este desapego y dejar ser, quedarte pequeño como uno es, saber de la propia pequeñez, no creerse las imaginaciones que compensan las pequeñeces con grandezas – grandezas que no alimentan, grandezas que sólo hace aumentar el apego – cuando a través de esto uno se da cuenta de lo pequeñito que es, y ya no avanza porque no hay adónde, entonces empieza a atender, a dejar ser a lo que es. En ese dejar ser se es tan ligero que fácilmente se asciende, no porque tú asciendas, sino porque desciende la gracia.

Es muy bonita su visión, está convencida de que es así. Convencida todo el tiempo. Su experiencia fue esa, su experiencia fue justamente una vida absolutamente de entrega porque ¿Qué podía querer para sí? Lo único que quería era admitir lo otro, donde hay espacio para lo otro hay espacio para todo. Donde no hay espacio mas que para lo imaginario no entra nada, nada: imaginario. Tremendo. Por lo tanto en cuanto se derrumban futuro y pasado que son medidas imaginarias, solo hay lo que hay y las imágenes que, reconocidas como imágenes son el pasaje a lo otro, pero literalizadas no resultan sino compensaciones y por ello agentes de la gravedad.

Dice algo que muchos alumnos míos conocen, porque lo repito continuamente en clase: Cuando uno tiene hambre uno imagina comida. Normal. Mientras más comida te imaginas, más hambre tienes (risas) y si mientras más hambre tienes, más comida imaginas la grieta del hambre aumenta, pero jamás se cubre. ¿Qué dice Simone? Dice : esa comida es imaginaria, pero el hambre es real. Atente al hambre y suelta lo imaginario. Reconoce el hambre, en lugar de saltar a la comida imaginaria, sin darte cuenta del hambre que hay en ti, ese hambre no lo colma ninguna imaginación. Ese hambre diría ella solo lo colma Dios y Dios diría simone es lo que no es imaginario o sea lo que yo no puedo imaginar, es otro, absolutamente otro. ¿Interesante verdad?

Quiero lo que quiero pero ¿Qué es lo que me lleva a querer? Que imagino que hay en eso? Qué se imagina en mi que hay en eso? … de repente me doy cuenta de que no hay metas, no hay objetivos, solo hay miseria, miedo y angustia. ¿Esto es terrible? Terrible no. Lo terrible es creerse que hay fuerza, hay conquista, y hay objetivos, que solo mienten respecto al propio vacío, colmándolo imaginariamente. Pero si sé que hay vacío y me atengo al vacío, hay la gracia. Esa es la gracia, no hay otra gracia. Y esa gracia es que … ya no estás aquí, estás aquí de una manera tal que aquí ya no es como era cuando, estaba colmado de imaginación. Desde el polo se puede estar en todos los puntos de la geografía terrestre, sin estar anclado, fijado, arraigado en ninguno.

Hemos visto que en el simbolismo de Saturno y la melancolía había un tema relacionado con la codicia. Saturno, como rey del Lacio, como dador de leyes y de paz, enseñó a los hombres la acuñación de monedas. Es el que acuña monedas, pone rótulos en las cosas y da seguridad. Curiosamente, dentro de los atributos comunes de Saturno en la astrología antigua y medieval, y todavía hoy, está la codicia, la tacañería, la miserabilidad. La voracidad con la que uno come mucho en casa ajena y la propia está vacío. Yo ya les conté que esta sombra se proyecto en el judío: el judío es Saturno, el judío es negro. Pues todo eso que dicen de los judíos, todo eso es la imagen de Saturno. Voraz, interesado, no te puedes fiar, va a la suya, si da da por algo, porque amarroca. Es el avaro, el tacaño, el agarrado a las monedas: Hay algo de esto en una dimensión de Saturno, hay algo de esta miserabilidad, hay algo de este miedo a no tener, que curiosamente vimos que pasaba en la melancolía, ya lo decía Areteo de Capadocia: el melancólico, el depresivo se vuelve tacaño y agarrado, tiene miedo.

Por el otro lado, hemos visto que también se le relacionaba con el ano. Saturno tenía que ver con el estreñimiento y ya fue Freud el que claramente dijo: hay una relación entre el ano y la retención. Por eso se habla de una personalidad anal: aquél que es maniático del orden, exigente, retentivo, no suelta: como el niño pequeño que no quiere dejar ir el excremento porque se cree que se va una parte de él. No quiere decir que el ano sea eso pero ha sido mirado … el ano según a través de qué dios lo mires, puede mostrar cosas distintas: Si Atenea, el ano es un lugar de higiene, si Afrodita el ano es fuente de placeres y fruición, si Mercurio el ano es una manera de organizar y limpiar el organismo. Pero si se trata de Saturno, el ano es el excremento que hay que retener porque es mío.

¿Qué tienen que ver el estreñimiento y el ano con Saturno? … En el anterior Seminario dedicado a Saturno y la melancolía, ya mencioné que en Roma había una estatua dedicada a un dios: Saturnus Sterculeum (Saturno, el del estiércol). Así que hay una conexión: rige el estiércol. Pero el estiércol también es abono. Y rige la siembra, rige los campos, rige la simiente. ¿Qué relación hay entre el ano, la retención, la acuñación de moneda, la literalidad – el no ver las imágenes que hay en las cosas, sino tomarlas como hechos – y la retención? Podríamos decir ahí hay una imagen poderosa. Saturno ciertamente inventó la banca. Los bancos – la acuñación de billetes y monedas – según cuentan los mitos. Y ¿qué son los bancos? Ahora llega el momento de … ¿Queremos conocer el ano? Vamos a enterarnos pues, vamos a enterarnos del poder de la imaginación en cada uno de nosotros y en la sociedad en la que vivimos: el azufre colectivo

Saturno rige el poder del dinero. Pero ¿qué es el dinero? ¡Increíble¡: en una fiesta yo puedo preguntar por los amores que tienes, pero no te puedo preguntar cuánto ganas ¿verdad? … Es de mal gusto, de dinero no se habla. El/los dineros son cosas muy propias. El dinero, desde que el cristianismo sostuvo que “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” se trató de dejar al dinero sin alma, pero hay mucha alma en el dinero. Hay mucha imaginación en el dinero. Recuerden que la imaginación, las imágenes, son expresión de lo anímico. Hay mucha psique en el dinero. Creer que el dinero es “sólo” dinero, es no descubrir todo lo de psíquico que hay puesto en el dinero. El alma siempre está debajo. Debajo, enterrada en lo reprimido, se encuentra el alma. En lo oculto que mueve el dinero está la verdad del imaginario y de la imaginación. Es móvil de muchas cosas el dinero, es la imaginación de muchas cosas. No vamos a hacer una clase de economía, vamos a hacer una clase de psicología: volver las imágenes a sus raíces, no dejarlas pegadas e identificadas a “las cosas”. Mostrar que el dinero no es “una cosa”: es una imagen que convoca infinidad de imágenes. Una imagen poderosísima, una imagen que crea nuestro destino mientras nosotros, entre tanto, intentamos ser espirituales ( risas ) …

Pensamos lo que pensamos de la misma espiritualidad, porque estamos atrapados en la imaginación, que nos tiene cogidos a la hora de enfrentar el tema del dinero: tema poderosísimo. Un tema que hay que ver y un tema que ya Simone Weil también vio. Vio que el dinero, en cada uno de nosotros, es un condensado de miedos y de sueños.

- ¿Jugar a la lotería seria una fantasía … ?

Claro, y también trabajar para garantizar la seguridad futura, no digamos. Sobre todo cuando el trabajo está hecho porque es un medio ¿para que? Para ganar dinero, que es un medio. No hay nada más medio que el dinero, no es nada más que la posibilidad de trocarse. Se parece mucho al inconsciente. El inconsciente no es nada, no es una cosa, sino la posibilidad de todas las imágenes, sin ser una sola. El dinero es igual que el inconsciente, no es sino toda la promesa de: ¿de que? ¿Bienes? ¿Prestigio? ¿Salud? ¿Longevidad? ¿Seguridad? ¿Felicidad? ¿Cuál es la felicidad que se imagina mediante el dinero? Solo a partir del miedo a no tener, de la retención, se fantasea en la posesión. ¿Cómo vives, mientras ese miedo a no tener te hace hacer lo que te hace hacer? Tu dices, “no, lo hago para evitar esto”, eso que estás seguro de que existe, lo haces por tanto como respuesta compulsiva a una imagen que, mientras intentas prevenirte contra ella -o llegar a provocarla- ¿qué está haciendo con tu vida? El tema no es lo que tú haces, es lo que se hace en ti mientras tú haces lo que haces, por la imaginación del dinero. Como el inconsciente: es muy listo, el tema no es tanto lo que veo, el tema es: al mirar allí ¿qué es lo que estoy dejando de ver? Todo esto no mirado, los momentos a solas contando, el cálculo de lo que me corresponde a fin de mes, mi plan de jubilación, mis inversiones y mis intereses, mi envidia a los otros, mi sentir que me quitan algo, mi defensa ante la posibilidad de ser privado… ¿Se alcanza a captar todo lo que pone en juego el dinero?

Pues Simone Weil lo vio en todo su poder. Porque hay un tema con el dinero y también con el oro. Al fin y al cabo el alquimista buscaba oro, pero ¿Qué oro buscaba el alquimista? Buscaba el oro que resulta de la transmutación del plomo, no buscaba un oro “vulgar”, no iba a la joyería a comprar oro, no, no;a lo que aspiraba el alquimista era a lograr que aquella materia aparentemente poco valiosa, se volviera dorada, como la noche que trae la luz; no quería comprar bombillas de luz para ver en la noche, sino la luz de la noche misma. Pero claro, ha habido también en la alquimia el tema del oro, y también historias de timos y de la búsqueda del enriquecimiento fácil. Han habido algunos pretendidos alquimistas que eran charlatanes, que prometían multiplicar oro fácilmente; sí que este tema es saturnino, ambiguo como Saturno.

Simone Weil hace una pregunta que ahora yo se la formulo a todos, seriamente: como ninguno de nosotros tiene problema con el dinero sino siempre son los demás – los judíos, los catalanes y el agarrado aquel, que yo no – ( risas) …. Vamos a partir de eso, puesto nosotros somos muy fluidos con el tema, ( risas) … Sí, lo vemos siempre fuera, vemos cómo se aferra el otro a su dinero, vemos cómo se olvidó de traer el bolso a la hora de pagar, hoy me olvidé la cartera, hoy no puedo no puedo porque no tengo nada; cuando en realidad es: tengo miedo de llegar al punto de no tener nada, por lo tanto vivo como si – ese “como si” sustituye lo que hay, y lo que hay no es nada más que un “como si” – el “como si” es impostación, y mientras temes una imaginación, lo real se ha desvanecido en un sueño pesadillesco que te posee. No se trata de moral, no estoy hablando de una moral del dinero: estoy hablando de poner atención a lo que está pasando mientras los temores nos hacen imaginar otra cosa. Reflejar la imagen, tan solo eso. No se trata de ser generoso, es absurdo: sería poner a la voluntad donde la voluntad no puede hacer nada; no es un querer conducirse, es un descubrir lo que te conduce a ti, no lo que tú “debes” conducir, sino de reconocer qué dioses te poseen, quién conduce tu vida mientras tú te crees que tu vida la haces tú; y mientras crees que te previenes contra la desgracia, qué desgracia te está llevando ya de la mano, y que no es sino la misma que encontrarás al final. Porque el final es ahora.

Así, el que tiene terror a la vejez, encuentra ese viejo horrible que siempre hubo en su interior como lo temido. No hay otra cosa. ¿Qué es mi vejez, sino la imagen que en mí se hace de algo que no sé lo que es? Pero que es temida. Ese temor aparece como lo que voy a ser, y me compele a hacer cosas para no ser… ¿qué? Eso que temo ser, y que en tanto temido está ya en mí, como motor de mis “decisiones”, “propósitos” y “objetivos”.

Pero mientras esté prisionero de esa imagen será justamente la maldición de esa imagen literalizándose en mi vida, motor de mi destino, agente de la fatalidad. Siempre estamos poseídos, en principio ya por la ilusión de que yo hago, eso es lo primero que debiera perderse; tú no, no es lo que tú haces, sino lo que se hace en ti, y podría atender al que lo hace en mí, en lugar de padecerlo literalmente.

Simone Weil hace esta primera pregunta. Imaginemos-porque nosotros no somos así- un avaro. El avaro junta, junta y no gasta. La imagen de Saturno: del judío, del catalán … ( risas ): mete en una caja que no toca sino para guardar más en ella y para recontar lo que hay, nunca para usarla de otro modo; tiene su tesoro escondido ; el tesoro está escondido, ese tesoro está bajo tierra lo tiene escondido, no lo ve, hace días que no ha ido a contarlo. Pero se siente seguro. ¿Cuándo le roban el tesoro a un avaro, qué le roban? ¿Qué le roban, realmente? ¿se han dado cuenta de que le roban lo que nunca tuvo? ¿Qué es lo que importa para el avaro? El sentir que ahí hay algo, no el tesoro, sino la imagen de que hay un tesoro, mientras pueda sustentar esa imagen, la imagen le trae una seguridad de que está ahí y que no tiene nada que temer. De hecho si le han robado el tesoro y todavía no lo ha visto, el día que ve que no está el tesoro (risas) se angustia, no se angustia en tanto el tesoro ha desaparecido, si no lo sabe. Por lo tanto: ¿qué se le roba a aquel a quien se le roba un tesoro? Aparece en su desnudez que lo que tenía no era un tesoro, sino un terrible miedo y ahora el miedo aparece al desnudo: se le ha robado la imaginación de una seguridad; no la seguridad, ya nunca la hubo, pero se le ha robado la posibilidad de imaginar la seguridad; no la seguridad, la seguridad no la hubo, solo había la imagen de la seguridad. Vivía miserablemente, pero con la seguridad de que había algo – aunque no hubiera –pero mientras tuviera la imagen ¿qué le sustentaba? ¿En qué se apoyaba? No en el tesoro, ya que cuando se lo han robado y aún no lo sabe, sigue sustentándose. Si el tesoro fuera su sustento, al desaparecer el tesoro caería. Pero todo sigue igual para él, mientras no sabe que el tesoro YA no está. Cuando se da cuenta, entonces es claro que no le han robado sino lo imaginario. Sólo cuando ya no puede sustentar su imagen que está adherida al cofre enterrado, entonces ésta desaparece y con ella la seguridad que tenía digamos tres días antes, cuando el tesoro tampoco estaba, pero estaba la imaginación. Hasta qué punto éste condiciona la existencia. ¿Qué se yo de la realidad, si donde estoy viviendo no sé ni lo que hay? Sólo se lo que temo. ¿Qué nos hace este miedo, qué nos inflingimos por este miedo? Nuestro temor a la miseria nos lleva a estar viviendo miserablemente. Y su puede así tener toda la fortuna del mundo y vivir miserablemente porque se tiene sólo lo imaginario. Sustentados por la imagen, ¿porqué hacer depender esa imagen de algo tan frágil como un tesoro, y no de algo ya perdido y , por tanto, imposible de perder? Sólo puede poseerse aquello a lo que se ha renunciado.

La miseria, por tanto, ¿está en tener o no tener? No es “un hecho”, la miseria, no depende de cosas, no hay cosas con las que se acabe la miseria, porque la miseria es un estado del alma. Por lo tanto cuando crees que te estás preparando contra la miseria, esa misma miseria está actuando ya en ti. Pero no la adviertes: atiende uno a la comida imaginaria, en lugar de atenerse al hambre!

Lo que le han quitado al avaro a quien le roban su tesoro, es la posibilidad de imaginarse comida, y se queda ahora con el puro hambre que siempre hubo, pero sin el sustento para lo imaginario. No le han quitado nada, pero se lo han quitado todo. No le han quitado algo que “tuviera”, algo de lo que dispusiera, porque nunca existió como algo disponible: no disponía de ese tesoro. Sólo era sustento de lo imaginario. Ahí vemos una forma como Saturno entra en nuestra vida, cómo limita, cómo seca, como enrigidece, como cierra puertas mientras creemos que nos las abre, cómo se vuelve defensivo, y en su defensa contra lo temible cierra la puerta a la posibilidad misma de vida y de gracia. Saturno es el viejo, la imagen del Sénex. Nos volvemos eso, porque eso ya habita en nosotros y nunca ha sido atendido como tal, sino que hemos seguido literalmente lo que nos susurraba al oído. “Dentro de 10 años serás pobre si no tomas medidas ahora” No habla de un tiempo que no existe: su truco es el tiempo, el tiempo que es imaginación, mientras se alimenta del presente, y alienta a la desconexión del presente con la eternidad, volviéndolo sólo un medio para un futuro. Actúa en nosotros YA, mediante la imagen de “dentro de diez años”. Por supuesto que nadie tiene idea del futuro, no hay “dentro de diez años”, no hay sino imaginación. Pero esa imaginación no reconocida como imagen, literalizada, desencarna la propia existencia. Simone Weil insiste en que estamos desencarnados por la imaginación. No tenemos contención, somos así como fantasmas desencarnados por lo imaginario. Lo imaginario desencarna, no da cuerpo, en tanto que presencia. No posibilita así la atención, que es presencia. Y que es presente. Y por ello mismo es eternidad. Lo imaginario en tanto que desconocido como tal mundo de imágenes, no da absolutamente nada: roba realidad. De modo que mientras nos imaginamos situaciones somos criaturas de lo imaginario. No hay cuerpo, no hay caricia. Sólo hay miedo y esperanza, que son dos caras de una sola moneda. Sólo hay defensa. El no ver ésto no lo hace menos tremendo, sino que lo hace más implacable: se cumple como un destino. De modo que “el destino” te lleva a eso con lo que estás viviendo en todo momento inadvertidamente. La cuestión no es: “¿qué será de mí?”. La cuestión es: “¿qué está siendo?” Esto, en tanto esa imaginación no se refleja sino que se literaliza y no es reconocida como alma, sino anticipada como “hechos”. De ahí lo interesante que es reconocer la imagen y retornarla, reflejarla en su origen. Y eso que en mí dice “yo” es ya una criatura de la imaginación, creada a partir de imágenes poderosas. El yo es la prolongación, la proyección de esas imágenes.

Volvamos al avaro. Este, por el deseo de su tesoro, se priva de él. Dice Simone Weil: “Si se puede poner todo el bien en una cosa oculta bajo tierra, ¿por qué no en Dios?”

Qué buena pregunta! Si se puede poner todo el bien en un objeto que no se ve, que está ausente porque está bajo tierra, ¿por qué no poner todo el bien en la dirección polar, en el octavo clima? Ese tampoco lo ves, no con los ojos con que se ven las cosas de este mundo. Pero ese plano, ese mundo, no puede robarlo nadie. “Pero lo de aquí es real”, decimos, “lo otro no”. ¿Y qué realidad tiene el tesoro del avaro, para ese avaro? ¿Qué realidad tiene que no sea la de lo imaginario?

“Pero cuando Dios se vuelve tan pleno de significado como el tesoro para el avaro” dice Simone Weil, “hay que repetirse que no existe: experimentar que se lo ama aún sin existir”

Ese es el desapego.

“El”- dice Simone Weil refiriéndose a Dios- “es quien, por la operación de la noche oscura, se retira a fin de no ser amado como un tesoro por el avaro”

Cuando se ama a Dios como el avaro ama a su tesoro, se ha perdido a Dios. Porque en ese caso sólo se le ama como lo imaginario. Por eso mismo en la ausencia de Dios, ahí mismo, para Simone, está su presencia. Mientras que cuando el avaro nota la ausencia de su tesoro, entonces ya no le sirve, Dios para Simone es más presente cuanto más ausente. Mientras más se aprecia el vacío respecto a las cosas imaginables, más “espacio” para la gracia.

En otra reflexión, Simone Weil escribe: “Llegar a saber exactamente lo que perdió el avaro a quien se ha robado su tesoro. Se aprendería mucho”

Y luego: “Perder a alguien. Se sufre porque el muerto, el ausente, se convierte en lo imaginario, lo falso. Pero el deseo de él no es imaginario. Descender dentro de sí mismo hasta donde reside el deseo, que no es imaginario”.

Volvemos a los temas que vimos al mencionar la alquimia: el deseo no es lo imaginario, sino los objetos del deseo. Por ello escribió:

“Hambre. Uno imagina alimentos. Pero el hambre es real. Por lo tanto, asirse al hambre”.

Así, volviendo a la pérdida de alguien, a su muerte, Simone indica: “La presencia del muerto es imaginaria. Pero su ausencia es muy real. Es desde entonces, su manera de aparecer”

“De modo que amarlo es poder amar su ausencia. Pero hacer como que le veo en todas partes, es negarle su única manera de ser, que es su ausencia”.

Hace años conocí a una mujer, un caso patológico, muy unida a su hijo, viviendo a través de la vida de su hijo, hasta que éste murió, bastante joven. Entonces ella decía que no había muerto su hijo. Ella se consideraba feliz porque para ella su hijo seguía presentándose de diversas formas:”Me responde cuando le hablo”, decía, “siento el olor, está presente”-todo esto que ella llamaba “vivir con su hijo” era, sin embargo, negar la única forma en que su hijo podía ser: como ausencia. Al negarse a sentir su ausencia y volverlo imaginario, le negaba su ser y su singular manera de presentarse: como una ausencia. La única forma en que un muerto está presente a través de su ausencia. Si se llena esa ausencia con imaginación, se le está negando inadvertidamente. Hasta ese grado de posesión llega a pasar por amor. Otro camino, sin duda más doloroso, es amarle tal como es, mediante su ausencia, sin cubrir su ausencia con imaginación. Aceptar que es otro, aceptar que no es una criatura de la imaginación, aceptar que es el vacío que ha quedado en tu vida, en lugar de llenar ese vacío con una compensación.

Por ello Simone Weil escribió: “No poseemos nada en el mundo pues el azar puede quitárnoslo todo”- esto es: no poseemos nada, el tesoro que posees es puramente imaginario, no poseemos absolutamente nada, luego la idea misma de posesión sigue siendo una imagen; pero cómo condiciona esa imagen! ¡Si solemos hacerlo todo en función de la imaginación!: posesión del otro, posesión de un titulo, posesión de un crédito… Posesión de un futuro, posesión de una salud que no me pertenece, posesión de un amor que no es amor, posesión de un dinero que no es más que una fantasía ¿Qué posesión? Simone Weil lo tenía claro y decía “No poseemos nada en este mundo, pues el azar puede quitárnoslo todo. Lo único que poseemos es poder decir yo. Y eso es lo que hay que dar a Dios es decir, destruirlo”

También escribió: “No hay absolutamente ningún acto libre que nos sea permitido sino la destrucción del yo”.

La destrucción no debe entenderse literalmente, no está hablando del suicidio, está hablando de la exclusión de ese punto de mira que interfiere continuamente diciendo, “yo”, “para mí”, “me”, “me hacen”, “no me hacen”, “¿y yo qué?”, “¿qué hay de mi?” … eso, eso el lo único que se puede entregar, ya que entregar cualquier otra cosa no es sino un desquite, una revancha del yo. Así uno puede dar dinero, dar regalos, dar “tiempo” a fin de no darse, y por lo tanto uno no da nada. Lo único que puede darse es lo único que tienes, y lo único que tienes es este yo. Interesante la observación

De modo que sólo puedes estar agradecido a Dios, y al otro sólo en la medida en que el otro dejó pasar a Dios, pues en cuanto el otro estuvo presente como tal otro (o sea, como un yo) no hay nada que agradecer, porque no ha dado nada sino prolongarse en ti; solo puedes amar en el otro la distancia, cuando el otro ha sabido retirarse para dejar pasar el don a través suyo.

“Los fariseos –escribió Weil- eran gente que contaban con su propia fuerza para ser virtuosos” Tenían, digámoslo así, la convicción de que podían curarse, mejorarse, desarrollarse por voluntad, ya que con fuerza, con voluntad uno crece; esos son los fariseos, quienes creen que el yo puede hacer algo más que autoafirmarse, que el yo puede ascender“Los fariseos -escribió- eran gente que contaban con su propia fuerza para ser virtuosos. La humildad consiste en saber que lo que se llama “yo” no tiene ninguna fuente de energía que le permita elevarse. Todo lo que es precioso en mí, sin excepción, viene de otra parte, no como un don sino como un préstamo, que debe renovarse sin cesar; todo lo que es mío, sin excepción, carece absolutamente de valor, y entre los dones recibidos, todo aquello de lo que me apropio pierde de inmediato su valor.”

Esta es la visión de Saturno, desencarnada, desapegada, y por lo mismo capaz de acoger al vacío, y por ello capaz de acogerlo todo. Cuando las imágenes son desvestidas de literalidad, originan así una sincera humildad, que es el único camino. No entrando en lo imaginario, sino mostrando la vanidad de lo imaginario – que no es lo imaginal eh? Son dos cosas distintas. Dice así:

“No se posee sino aquello a lo que se renuncia. Todo a lo que no se renuncia se nos escapa. En este sentido no se puede poseer nada sin pasar por Dios”.

También escribió: “Entre todas las cosas la única que nos viene desde fuera gratuitamente” -la gracia, lo gratis, gratuito, porque si, porque nada, no para nada, porque sí; lo opuesto a todo lo que el yo hace ( risas) que siempre es por algo, para algo, para compensar para pagar, para obtener, para llegar, para lograr, para comprar, para reparar, para acceder, siempre es para el yo, – hay que darle la vuelta, uno mismo decirse ¿ pero que me estoy contando cuando digo esto? Así se refleja y se encuentra el propio sitio, que no es sino la pequeñez y la humildad que deja ser a todo lo demás.

Vuelvo al texto de Simone Weil:

“Entre todas las cosas la única que nos viene desde fuera gratuitamente, por sorpresa, como un don de la suerte, sin que la hayamos buscado, es la alegría pura” -Pura porque no hay yo en ello – “Paralelamente, el bien real sólo puede venir desde fuera, jamás por nuestro esfuerzo; en ninguna caso podemos fabricar algo que sea mejor que nosotros”- lo que yo fabrico es producto del yo, lo que me supera, no lo puedo hacer yo, – “así el esfuerzo tendido verdaderamente hacia el bien no debe alcanzarlo. Después de una larga y estéril tensión, que termina en la desesperación, cuando ya no se espera nada, desde afuera viene el don. Ese esfuerzo destruye una parte de la falsa plenitud que hay en nosotros, el vacío divino, mas pleno que la plenitud, ha venido así a instalarse en nosotros”

Es notable el platonismo -y el gnosticismo- que se patentiza en esa reflexión, en especial cuando insiste que “en ningún caso podemos fabricar algo que sea mejor que nosotros”. El efecto no puede ser superior a lo que lo origina, el fruto ya está contenido en la raíz. Luego, lo que me supera debe venir de otra parte.

En otro texto, Simone dice: “El tiempo, hablando con propiedad, no existe, salvo el presente como un límite”, – ¿limite de qué? De lo desconocido, lo que no sé, no lo imaginario: lo que no sé. Lo imaginario es el intento de romper el limite, y no es más que una proyección de lo que hay ya en uno mas allá de un límite. ¿Después del límite, qué hay? No sé lo que hay, hay…el instante. Dice Simone Weil: “El tiempo, hablando con propiedad, no existe, salvo el presente como el límite, y sin embargo estamos sometidos a él. Tal es nuestra condición, estamos sometidos a lo que nunca existe”.

Aquí se ve el descubrimiento de la Caverna: estamos sometidos a lo irreal. Y estamos sometidos. Continúa Simone: “Ya se trate de la duración pasivamente sufrida, como dolor físico, espera, pesar, remordimiento, miedo, o del tiempo manejado: orden, método, necesidad, programación” -todo esto es tiempo- “En los dos casos estamos sometidos a lo que no existe. Pero nuestra sumisión sí existe; estamos atados realmente por cadenas irreales. El tiempo irreal vela todas las cosas y a nosotros mismos de irrealidad”.

Esta reflexión es sumamente reveladora. Lo imaginario esclaviza. Lo imaginario es “irreal”, pero la esclavitud es real. Pero fíjate cuánto cambia cuando sé que estoy atado, y no me creo libre pero las cosas me exigen, es decir cuando creo en la realidad del tiempo, doy una razón para estar atado que es puramente imaginaria; cuando me doy cuenta de que no hay, no quiere decir que no este atado pero me doy cuenta que ya no hay explicación para dar cuenta. Se acabó la excusa, el estado de atadura, el hambre que hay en mí, quieren ser reconocidos sin ser atribuidos a algo, sin ser “explicados”. Son lo esencial. Lo original. Y no soy yo. Esa es su gran visión, aceptada se transforma en humildad. Pero entonces no decir que hago esto por esto y por aquello y que hago esto para mañana, porque eso no existe. Lo hago porque soy un esclavo, porque estoy sometido, pero no lo hago por las razones y motivos que me doy, porque eso es lo irreal. Hay en Simone Weil una gran lucidez, una desconcertante revelación a partir de las experiencias básicamente saturninas de limitación, de esclavitud, de gravedad, de la temporalidad, del instante y de la eternidad, y de la inevitable humildad.

Escribió: “Todo deseo de gozo se sitúa en el futuro” -Ya sabemos que el futuro es irreal- “Todo deseo de gozo se sitúa en el futuro, en lo ilusorio. En cambio, si se desea solamente que un ser exista, existe. ¿Qué más desear? El ser amado está entonces desnudo y real, no velado por un porvenir imaginario. El avaro no piensa jamás en su tesoro sin imaginarlo n veces más grande o proyectado al futuro. Es necesario estar muerto para ver las cosas” -”estar muerto” quiere decir abandonar el futuro, abandonar la ilusión: es esto, el instante, y no otra cosa. Entonces se deja de “mañana”, “otro día”, “cambiaré”, “no cambiaré”, toda esta mentira. Y aparece el desapego. Continúa Simone: “Así en el amor hay o castidad” – quiere decir pureza, retiro, respeto; no se refiere específicamente a la sexualidad- “o castidad o falta de castidad, según que el deseo esté dirigido o no hacia el futuro”. Dirigido hacia el futuro: perturbación de lo imaginario, negación de la realidad del otro, no querer lo que hay, sino querer que haya lo que uno quiere que haya, o lo que en uno se quiere. Continúa Simone: “En este sentido y a condición de que no esté dirigido a ninguna pseudo inmortalidad, el amor que se profesa a los muertos es perfectamente puro. Pues no es el deseo de una vida finita que ya no puede darnos nada” –ya no está, está muerto- “pues se desea que el muerto haya existido, y es cierto: ha existido”. O sea: no se desea nada más que lo que es real.

Bueno, antes de despedirnos de Simone Weil, leo una esta reflexión suya: “El movimiento ascendente en nosotros es vano, y peor que vano, si no proviene de un movimiento descendente”. “No podemos ascender, solo podemos caer”. Increíble pero es cuando caemos que se produce la ascensión. Pero cuando ascendemos no ascendemos nos inflamos como pavos. Risas … ….

Así Simone afirma:

“Que la luz eterna de” –la luz eterna no es la luz del exterior, no es la luz del sol de allá afuera, no es la luz del brillo social, no es la luz de las promesas. En absoluto. Es el sol de medianoche de los místicos, es la aurora boreal de ese polo que no está en ningún clima terrenal, esa es la luz eterna. Toda otra luz es luz temporal, provisional: luz de un día que luego se vuelve noche. No, esta luz eterna está más allá del ciclo día-noche. Simone Weil dice así: “Que la luz eterna dé, no una razón para vivir y trabajar, sino una plenitud que haga superflua la búsqueda de estas razones”. Ya no hay aquí necesidad de imaginar razones para vivir, sino la plenitud que es, simplemente, “de gratis”, sin “razón de ser”. Es, entonces, la gracia.

Así podemos advertir que usualmente buscamos razones para ocultar la vaciedad y las insatisfacciones; si no, uno necesita razones: “hago esto por esto, por eso y por aquello”. Todo eso es porque no es nada; si fuera “real”, y por tanto “pleno”, no necesitaría razones.

Hemos hecho así nuestro homenaje a Simone Weil, que ofrece así una de las perspectivas más profundas sobre la temática del exilio, de lo ilusorio, de lo temporal, de la carencia, el límite y la gravedad; y ciertamente también de la gracia, la plenitud, la eternidad que aparecen en cuanto no se compensa “imaginariamente” la carencia. Una maravillosa “vuelta de tuerca” de la temática Saturnina: el limite y lo ilimitado, el vacío y la plenitud, el tiempo y la eternidad. La unión de todos estos contrarios que la literalidad tiende a separar y a desmembrar, sin aprehender su mutual convocatoria.

Cuarta Parte

Bueno, vamos a la cuarta y ultima parte de este Seminario, la ultima imagen con la que se cerrará esta tarde.

Hablaremos sobre dos pinturas del siglo XVI, del Renacimiento: el Paidogeron de Durero, y el San Cristóbal de Konrad Witz: Es curioso que la época de la fundamental reflexión sobre la melancolía por parte de Ficino, sea justamente la del Renacimiento, que habla de “renacer”, de volver a ser como niños (el Puer), parece que siempre que hay una imagen del viejo (Saturno y la melancolía) también hay una imagen del niño (Paidos en griego, Puer en latín)

El tema de Saturno, el tema de la melancolía, el tema del miedo, el tema del apego y la defensa, el tema de la necesidad de poner orden y construir caminos, de acuñar y acumular monedas para sentirse seguro, es el tema de lo que se llama el Sénex o el viejo (Geron, en griego), no un viejo concreto, sino la imagen de la vejez: el viejo arquetípico, el viejo con sus miedos; ese viejo con el que comenzamos la oración a Saturno, que leímos al iniciar este Seminario: tu el que siempre sufres, tu el desvalido, tú que riges lo que crece y lo que mengua, como el que más oro acapara mas vulnerable es. Ese viejo, esa imagen del viejo, a la que llamamos el Sénex como arquetipo, sobre el cual trabajamos mucho el Seminario anterior, se vuelve a presentar ahora; en el curso pasado dijimos lo terrible que podía ser el Sénex: la senectud. De la palabra sénex viene senil, senado, senador, señor; lo opuesto al sénex es el puer, que en latín que es el niño, de ahí viene pueril, puerilidad, puericultura El sénex es así, al menos en principio, lo opuesto del puer; de tal manera que cada vez que nosotros vivimos el sénex como lo que no es puer, eso que no afrontamos, aparece afuera: y vemos así el caos como peligro, el desorden, la amenaza de todo lo que es el niño que no tiene forma, y que en verdad no tiene acogida en nuestro sistema de orden; por ello es que aparece como una amenaza. El sénex siempre remite al puer, por eso los viejos que se han vuelto rígidos (sénex-sin-puer, decíamos el Seminario anterior) desprecian a la juventud: los jóvenes caóticos que no saben adónde van, esta juventud caótica, eso dice el sénex-sin-puer, que en esa juventud ve su propio joven no atendido. A su vez el joven que encarna al puer-sin-sénex, ve el sénex afuera – pelea con el padre, pelea con la autoridad, pelea con los viejos –ve allí afuera, al viejo que lleva a cuestas. ¡Sorprendente!: porque en esa escisión del arquetipo, ese puer que desea vivir y ser libre, se transforma inexorablemente en ese viejo al que no atiende en su interior. Y se tienen sueños que se venden y prostituyen para conseguir seguridades, para conseguir poder, y se termina siempre siendo el viejo aposentado que pone defensas para que ningún joven le quite el puesto, ( risas). Sí, es que son el mismo, aunque parezca asombroso. Es ese puer que no ha conectado con lo que el sénex indica, sino que lo ha vivido afuera es el eterno rebelde que termina en la frustración y la amargura, la depresión de que la vida no fue los sueños que tuvo, o la sed del poder que ha adquirido, volviéndose así el viejo agarrado a su propio poder que se está muriendo de seco y se siente amenazado. Es que – y eso lo vimos en la pasada charla, no lo voy a hablar mucho – el uno trae al otro. No hay salida de esto, no hay … ¿ como puedo coger lo bueno y no lo malo? Como puedo transformarme en un viejo, en lo bonito del viejo sin lo malo? Como puedo coger lo bonito del puer, que es su deseo y su aspiración, sin caer en su leche de virgen inocente, banal, inconsistente? no se puede, sólo se puede reparar la escisión: cuando uno comprende que no hay sénex por un lado y puer por otro, sino que todo sénex contiene a su puer, y viceversa.

Tu manera de ser joven, lleva un viejo en su interior, tu manera de ser viejo lleva al niño en su interior. Lo que le haces a ese niño cuando eres viejo es lo que te hace ser este viejo. Dicho de otra manera, uno de los engaños de la literalidad es el de que si soy joven no soy viejo y que si soy viejo no soy joven, que si soy hijo no soy padre, que si soy padre no soy hijo, cuando en tu ser hijo está en juego tu ser padre; no cuando seas padre, esta en juego ya mismo tu exigencia ante tu padre, que es el propio padre que hay en ti. Tú puedes ser hijo-padre-madre, porque no eres ninguna de esas cosas: son roles, y cuando te identificas con uno, pierdes su complemento, que es el que te posee; cuando te crees sólo-mujer agredes al hombre que hay en ti, y eso te vuelve en tu relación con todos los hombres, ellos no son sino los portadores de esa masculinidad castrada en ti por identificarte con sólo-mujer, o sólo-varón, porque no eres ninguna de las puntas de ese juego de roles; en tu modo de ser varón hay una relación con lo femenino en ti, en tu modo de ser mujer hay una relación con lo masculino en ti; donde hay el uno hay el otro: El error, ciertamente saturnino, es creer que “o lo uno o lo otro”, pero cuando uno aprende y esto es muy difícil, a ver en lo uno lo otro, aprende que no son contradictorios – o lo uno o lo otro – sino que el camino es la ambigüedad; dicho de otra manera: aquel punto en donde lo uno es lo otro y lo otro es lo uno, el unus ambo. Y mientras vas así, de sólo-hombre ¿qué le haces a la mujer que hay en ti, y por lo tanto a todas las mujeres como portadoras de eso? Y mientras te identificas con el adulto ¿qué fantaseas que hay en los niños que no es sino el niño, que en ti no esta siendo atendido? Fíjense que en nuestra cultura el tema de los niños se ha vuelto desproporcionado: todos se preocupan porque el niño es frágil, y lo que se le haga al niño -así se piensa- marcará su futuro, y cuando uno tiene problemas piensa que yo fui niño y me hicieron algo y por eso soy así. No, tu no fuiste niño: lo eres. Lo eres mientras eres ésto. ¿Qué pasa con ese niño? En la charla pasada hablamos mucho de cómo se van integrando, no hay puer sin sénex, no hay sénex sin puer. Quisiera contar, si me da tiempo, unos cuentos relacionado con Kronos y con Saturno, que nos hablan del sénex-puer y del puer-sénex. Podemos ver lo que pintó Durero que se llamo el Paidogeron, “el niño viejo”: es un bebé y es un anciano. El anciano está en él, es un niño con barbas. Las barbas de un viejo y el rostro de un niño, no es que hay un viejo mientras por otra parte hay niño que él ya no es. No: el niño es el viejo, esta visión renacentista. En este otro cuadro de Witz vemos a San Cristóbal, que es el viejo llevando al niño, el viejo lleva al niño a cuestas. El niño que no es sustentado por un viejo es un niño sin continente que ve la vejez fuera; se vuelve luego un viejo sin niño. El viejo siempre lleva al niño y el niño siempre está sostenido por un viejo: el niño en ti es como es, porque se apoya en el viejo en ti, Bueno, esto habría que desarrollarlo mas y no vamos a poder pero sí me referiré un mito curioso e interesante, al que se refiere James Hillman.

Entre los hijos de Kronos, poco conocida esta historia- entre los hijos de Kronos están, por supuesto, todos los dioses olímpicos, pero también hay los hijos ilegítimos de Kronos; o sea otras criaturas semidivinas que nacen de Kronos con sus aventuras que tiene extramatrimoniales, digámoslo así. Por ejemplo: hay una leyenda en que Kronos se enamoro de una ninfa y para escapar de los celos de su mujer se transformó a si mismo y a esa ninfa en caballo, se aparearon como caballos, para escapar a las iras de Rea, y nació un niño que era mitad humano y mitad caballo, que se llamo Quirón. Quirón es uno de los hijos de Kronos, por lo tanto en la simbología de Quirón también está la presencia de Kronos. Iba a contar ese pero no me alcanza el tiempo (Khronos!): hay que sacrificar algo. Vamos a contar el otro, vamos a contar la historia de Pothos. Pothos, de donde viene el pothos: esa plantita que consiste en largos brazos colgantes que se extienden.

Pregunta: ¿el potus?

Sí pero que en griego se llama pothos. Y que según el mito nace de la unión de Kronos y Afrodita. Pothos es una de las formas del Eros, pothos es el eterno puer. Quirón es un sénex, Quirón es el centauro que enseña a los jóvenes héroes, el centauro que enseña a Eneas … es un sénex. Pero pothos es la otra cara de lo que contiene Kronos, es el eterno joven, una de las tres formas de Eros. Los griegos decían Eros – saben que Eros es Cupido – hijo de Afrodita, tiene tres formas de Eros que es el Amor, o Himeros que es el Amor que se puede realizar, el amor a lo presente, el amor a lo que está ahí; Anteros es el amor recompensado, tu amas y eso te ama a ti. Pero de la unión de Afrodita con Kronos, nació Pothos, que es el amor de lo que nunca está presente, el amor que consigo lleva nostalgia, tristeza: es el amor de lo imposible. Pothos nunca ama lo presente sino lo que no está: es la añoranza de lo que no hay. Un personaje histórico habló, y creo la expresión, de “ser poseído por pothos” y se llamó Alejandro Magno. Alejandro decía: soy hijo de Pothos, continuamente a donde quiera que llegue siento que no está aquí sino más allí. La búsqueda de Alejandro de algo más allá que no era un espacio físico, buscaba en el espacio una dimensión que justamente si se hacia presente no era. Alejandro era un puer, Alejandro murió muy joven, tiene todas las características del símbolo puer. El sénex es lisiado, es viejo, es torpe, es avaricioso, es profundo, es meditativo, es constante, es ordenado, acuña monedas, crea ciudades. El puer, en cambio, es la faceta opuesta y complementaria, y tiene otros rasgos típicos, por ejemplo: la herida, los púeres (pueri) siempre están heridos, Cristo es un puer, sangre que mana joven; muere en la cruz. Remito aquí al excelente artículo de James Hillman: “Las heridas del puer y la cicatriz de Ulises”.

La herida, la caída, la lastimadura, ¿porqué? Porque el puer no vive en el tiempo, el puer es la verticalidad, y cada vez que choca con el mundo horizontal se lastima. El puer vive la aceleración de un vuelo ascensional. Por eso los púeres (pueri), cuando salen, a la historia aceleran las épocas, hacen que pasen cosas. Como Alejandro, cuando aparece un puer literalizado,la historia se acelera al cien por cien. La herida es también característica del puer, fíjense que hay un paralelismo con el sénex: el sénex es cojo, o le falta una pierna, va con muletas; no son tan distintos, en el fondo: ni el sénex ni el puer cambian, el sénex quiere seguir siendo lo que es y se resiste a todo cambio, el puer niega el tiempo y permanece en un eterno presente, que no puede cambiarle. Los púeres no maduran, los púeres no afrontan transformaciones, ni siquiera acogen el sufrimiento: permanecen impávidos con su rostro de joven intocado por la experiencia, y por eso mueren jóvenes los púeres. El puer tiene heridas, se caracteriza por el movimiento ascensional: Ícaro, el impulso a volar, Faetón con su carro alado, Ganímedes secuestrado por Zeus bajo forma de águila para servir copas a los dioses en el Olimpo. El puer siempre va hacia arriba, el sénex siempre toca tierra. Otro rasgo del puer: el esteticismo, propio de los dioses-flores: Narciso, Atis, Jacinto, son frágiles como flores. El Principito de Saint Exupery es otro ejemplo: mueren jóvenes, y son como flores, bellos, frágiles, fugaces. Hay otros rasgos en el puer, como la autodestructividad: el puer tiene una fascinación por la caída, muere joven y se destruye a sí mismo: Cristo en la cruz, Atis atravesado por un jabalí, Narciso sumergiéndose enamorado de su propia imagen. Mueren jóvenes porque hay una atracción por desvanecerse, volatilizarse, en el puer; y hay mucha gente que lo literaliza eh? Hay muchos púeres en la historia. Alejandro tiene todo lo del puer, el pothos permanente, la muerte joven, el envenenamiento, la muerte en condiciones raras. El puer siempre tiene un mito de su nacimiento: o padres divinos o padres demoníacos – piensen en Cristo – el tema del hijo y el padre en el puer es determinante: el puer no es hijo de cualquiera o es hijo de un dios o es hijo un demonio poderoso. El hipermoralismo, o amoralismo extremo: una moral que no es de este mundo – el puritano extremo o un total pasar de la moral de este mundo, siempre rompiendo la convención, que no es sino el reino del sénex. Otro rasgo del puer es un exagerado falicismo – un falo, un tener que, no poder quedarse quieto, tener que investigar, tener que viajar, tener que seducir; Don Juan es un Puer, de una en otra, en otra, en otra, nunca es esta; lo penetra todo, lo fecunda todo, lo descubre todo, tiene que volar, no puede detenerse; el puer es acción que no se detiene, penetración incesante que termina y culmina en la autodestrucción. Todos estos rasgos del puer, es como si dijéramos, es como si el puer sin saberlo, está movido por pothos: el anhelo de lo que no puede ser, por eso quiere a esta mujer pero cuando la tiene no es y tiene que ser otra, ¿Qué quiere don Juan? a ninguna. A todas pero a ninguna en particular, puesto que lo que busca no está en ninguna. ¿Qué territorio quiere conquistar Alejandro? Ninguno. Simplemente el que no está aún. Cuando está no cesa la conquista. Pothos era el nombre que se le daba a un delphinium, a una flor azul muy común que se ponía en las tumbas y monumentos funerarios. Pothos es el hijo del amor que conecta con la muerte. A diferencia de Himeros, que conecta con el amor que se puede realizar, o Anteros, el amor gratificado, Pothos es el amor que cruza las puertas de la muerte, el amor a lo que no está en la superficie, el amor a lo que no es, a lo que puede ser. También se llama pothos al potus ¿ por que? Porque el potus no cesa nunca de alargar ramas, siempre esta buscando otra cosa, no se detiene, de ahí se llama potus, esa planta es este dios. No, lo curioso es lo que vamos a ver ahora porque se sabe poco de pothos, hay algunas representaciones – pero la única estatua de pothos que ha quedado es de Samotracia, una isla al norte de Grecia. De Samotracia se sabe poco, porque esta entre Tracia y Grecia, al norte, cerca de Macedonia; solo se sabe que había un ritual de iniciación del que ha quedado muy poca información.

En la isla de Samotracia se practicaba un culto iniciático, el segundo mas importante después del culto de Perséfone y de Deméter, los ritos órficos de la madre y la hija que implicaban muerte y renacimiento; ritos de iniciación que han sido muy famosos; los misterios de Eleusis, tenían su contraparte en los misterios de Samotracia, pero no se sabe muy bien qué había en Samotracia. Se sabe – Kerenyi habla de eso y ahora lo vamos a fantasear psicológicamente siguiendo a Hillman – se sabe que había un ritual de iniciación que no ponía condiciones: era para ricos y pobres, libres y esclavos, hombres y mujeres, se podía ir solo o se podía ir acompañado, estaba abierto a todos. Era un misterio secretísimo en el que se iniciaban a una revelación que buscaban especialmente los marineros. La zona de la isla de Samotracia, es muy pedregosa, mucha piedra, con una gran montaña que se ve a kilómetros en todas la islas, en una zona donde los marineros se estrellaban con frecuencia. A las iniciaciones de Samotracia iban sobre todo los viajeros, los peregrinos y los que iban de paso: a ser iniciados en los misterios del viaje. Se sabe que en esa isla se adoraban principalmente tres divinidades: Pothos, Afrodita, y a unos seres misteriosos llamados Kabiros o Megalotheoi: Los Grandes Dioses- de los que se sabe poquísimo. Han sido tan misteriosos que se sabe poco –pero se ha supuesto que eran los gemelos ¿no? Castor y Pólux. No, no eran los Dióscuros. Estos Megalotheoi, grandes dioses, eran del mismo sexo, no era una pareja de opuestos sino que era una pareja de semejantes, y muchos suponen que eran un viejo y un niño. El viejo y el niño, la dualidad que no es igual sino que es asimétrica. También se ha descubierto en Samotracia – la estatua de un anciano ciego. Muchos suponen que es Tiresias. Tiresias fue el maestro de Odiseo o Ulises. Otros suponen que es Aristóteles – Aristóteles fue el maestro de Alejandro. Otros suponen que es Homero. Kerenyi ha supuesto que la iniciación tenía que ver con los rituales del maestro y el discípulo, el joven y el viejo, y podemos imaginarlo así: ¿qué se iniciaba en la isla de Pothos, isla para los que están siempre de viaje, isla para los que no están en casa, como Ulises que esta siempre de camino hacia su casa, aquel que siempre añora llegar a casa y está de viaje y que tiene que ver con el exiliado? ¿Qué se podía enseñar en estos misterios? En estos misterios se podía enseñar la razón del exilio,

Sí, el de Samotracia era un misterio en el que se iniciaba en la dualidad, en el descubrir que se es la mitad visible, que se mueve por un deseo de algo que no está aquí – aquí no -: de la mitad invisible. La razón de su movimiento, ya sea longitudinal u horizontal, no es sino la búsqueda de lo arquetipal, es la búsqueda de lo que no es ninguna cosa. El no iniciado es el que cree en la unidad, pero la iniciación en el misterio era saber vivir en la dualidad para que no descolles, no caigas, no naufragues en las literalidades de la vida. Las rocas que amenazan al peregrino son las literalizaciones, “los hechos puros y duros”, la superficialidad, la literalidad en la que puede estrellarse; y a través de este misterio uno no deja de sentir el anhelo. Pero sabe de dónde viene este anhelo, y adónde empuja. En los vasos griegos se ve a Afrodita en un carro: cuando lo tira Pothos, que es un pequeño Eros, lo tira hacia arriba. Pothos no va hacia delante, hacia otra persona, no, no: va hacia lo que no hay. Así que la historia de Pothos es la historia de darnos cuenta de que habita en nosotros un deseo que no se llenará en este mundo, no porque no tenga objeto, sino porque su objeto es sacarnos de este mundo, de la identidad y de la mismidad. Es que seamos dobles, duales, dos: unus-ambo, decía Corbin. Que sepamos que somos dos, que somos esto y aquello que en nosotros añora, y no seamos tan literales, de creer que lo que añoramos está aquí, sino gracias a la añoranza vivir aquí contemplando allí. Nos vuelve duales, otra vez monas-dua, esa unidad formada de dos que nunca serán uno, la unidad de lo semejante, no la unidad de lo polar reproductivo, la unidad de hombre y hombre, era un ritual donde los dioses eran masculinos; por eso decía que era el complemento de Deméter y Perséfone. Era un dios pequeño con un dios grande, el ritual por el cual el puer sabe que lo que añora es el sénex que está en él, y el sénex sabe que no puede perder al niño, que es la promesa de otra cosa en su vida. Este era uno de los cuentos que quería contar, y este es un hijo de Saturno. Claro, Saturno y Afrodita no producirán un amor que se realiza casándose y teniendo niños y comprando neveras a plazos, evidentemente: no, es el amor a lo que no está. Es el amor al ideal y el saber que el ideal existe, pero no como un hecho, un facto, una cosa. ¡Bonito¡

El otro cuento y con esto acabamos, está en la tradición cristiana. Le vamos a quitar toda la moralina cristiana y nos vamos a quedar con la imagen. La tradición cristiana cuenta que había una vez un gigante, muy primario, dispuesto a servir sólo al más poderoso de los reyes. Era tan fuerte que sólo quería servir a quien fuera más fuerte que él, y por lo tanto averiguó dónde estaba el más fuerte de los reyes y fue a servirle y le sirvió con toda su fuerza, hasta que un día vio que ese rey le tenía miedo al diablo; cuando oía hablar del diablo se asustaba, y se dijo: “Si éste, que es el rey más poderoso, le tiene miedo al diablo, el diablo debe ser más poderoso aún”. Así que abandonó el servicio del rey y se puso al servicio del diablo, a quien sirvió años y años y años. Pero un día vio que el diablo le tenía miedo a una pequeña cruz y se dijo: “Si éste le tiene miedo a la cruz, lo que la cruz indica debe ser más poderoso”. Y así se enteró que la cruz simbolizaba a Cristo. Abandonó así al diablo y se dedicó a buscar a Cristo que debía ser más poderoso, ya que el mismo diablo lo temía. Empezó un peregrinaje por la tierra a buscar a Cristo, a quien no encontraba, y así llego hasta un ermitaño – con frecuencia en las representaciones de san Cristóbal aparece la figura del ermitaño. Durero tiene un grabado maravilloso donde vemos un ermitaño como el del tarot. Si se mira con atención también puede verse en el cuadro de Konrad Witz el ermitaño en una orilla. Y nuestro gigante le preguntó al ermitaño :”Dime:¿sabes dónde puedo encontrar a Cristo?” Y el ermitaño le respondió: “Yo creo que siendo tan fuerte como eres, a la vez que esperas información para encontrar a Cristo, podrías ayudar a la gente a cruzar este río, ya que no hay puente ni hay vado y es un río muy profundo. Siendo tú un gigante tan alto, lleva tú a la gente de una orilla a otra, y la gente podrá indicarte acaso cómo hallar a Cristo ” Y así lo hizo. Mientras esperaba información sobre el camino para llegar a ese Cristo que él no conocía, llevaba a la gente de un lado al otro del rió. Hasta que un día apareció un niño, apareció un pequeño niño que pidió ser cruzado, y nuestro amigo pensó “pan comido: un niño, si a éste lo llevo en volandas”. Se lo cargo a la espalda, pero cuando empezó a andar ese niño pesaba cada vez más, pesaba tanto y tan profundamente que en la mitad del río casi se hundía; recurriendo toda su fuerza consiguió llegar al otro lado, depositó al niño y cayó exhausto. Y le preguntó: ¿pero quien eres que pesas tanto? Cada vez pesabas tanto más, que creí llevar el mundo a mis espaldas, Y el niño le dijo: “Es que has llevado en tus espaldas a aquél que lleva al mundo en sus espaldas; porque yo soy Cristo y a partir de hoy te llamarás el portador de Cristo, es decir Cristophoros”.Y esta es la leyenda de san Cristóbal. Quitándole el contenido teológico, Cristóbal es aquel gigante que lleva al niño que más pesa, y no lo suelta y no lo deja caer. El mito de Cristóbal está representado en muchísimos cuadros, medallas, estatuas. Elegí el de Witz, porque es el que no tiene elementos tan obviamente religiosos, generalmente el niño aparece con una cruz, con halo, con rayos. Pero es la unión del niño y el viejo lo que aquí nos interesa: del niño que, cuando lo llevas, claro que pesa, no es un niño ligero, porque hacerse responsable del puer en ti, aceptar tu historia puer, ser fiel a eso, te encarna. Es cuando olvidas al puer cuando te vuelves un viejo y caes, paradójicamente, en la puerilidad. No perder nunca aquello que en ti quiere volar, sin dejarlo volatilizarse, sustentándolo: él te lleva y tú lo llevas a él, ese es el ideal renacentista: no lo uno o lo otro, sino aquello que siendo lo uno es también lo otro; es decir el Paidogeron.

Y termino con dos frases, una de un motete precioso que musicaron Palestrina, Tomas de Victoria, Byrd, y otros músicos del Renacimiento y que dice así: “Sénex puerum portabat” – el anciano llevaba al niño- “Puer autem sénex regebat” -y el niño dirigía al viejo”. O sea: el viejo llevaba al niño y sin embargo el niño regía al viejo. Este es una imagen de una manera de salirse de la dualidad “o sénex sin puer, o puer sin sénex”. Y por último, un deseo que formula San Agustín en sus “Enarrationes in Psalmos 112,2″. Una breve frase en latín pero creo que lo dice todo, dice así; primero la leo en latín y luego la traduzco porque es fácil eh? Dice así: “Sic senectus vostra puerilis et pueritia senilis” Y es mi mejor deseo para todos ustedes y también para mí; traducido al castellano dice: “Que vuestra vejez sea jovial y vuestra juventud madura”

(risas)

Es característico del sénex y de la depresión, ese sentir que “ya pasaron los mejores años de mi vida”,y he ahí otra vez el león verde, el león reprimido, el león de la voracidad, que ya no sale para afuera pero que no renuncia interiormente. “Ya está, ya perdí”, y “qué me queda”, “la vida me estafó”, ” ahora qué me queda sino envejecer”… Y ahí se ve un sénex que no lleva al puer: ha perdido sus sueños confundiéndolos con literalidades, ha perdido su posibilidad y , así, su potencia. Pero aún así y todo, ese sénex finalmente puede re-unirse con su puer. Porque cuando uno, después de la rigidez y el estancamiento en la identificación con los “hechos” duros y los conceptos “abstractos” acepta el fracaso, acepta que no sabe nada, porque el saber es sabrosa sabiduría, psique, y no insípido precaverse; cuando acepta que el poder no sirvió de nada, acepta que se volvió seco, rígido, sin vida (sin contacto con la psique), y su única manera de vivir era devorar la vida de otros para alimentar su complejo, como un vivir a través de sus hijos, vivir a través de sus alumnos, vivir a través de sus empleados, absorber vicariamente otras vidas porque uno estaba reseco; cuando en lugar de estar poseído por eso, puede advertirlo, ese mismo complejo reducido a una semilla, deviene fuente y simiente de la sabiduría: uno ve ahora la amargura del poder, la soledad del poder, la impotencia y el fracaso y, curiosamente, esto abre de nuevo el corazón, lo abre a los sueños perdidos y al amor por la imaginación que no se había valorado. Y el sénex, cuando no se engaña más -”lo tienes que hacer porque tienes que estar seguro”, “porque así evitas”, “porque te aseguras el futuro” y así esta defensa contra el puer va consumiendo tu vida bajo la ilusión de con-solidarla, de la “solidez”; y sin embargo, cuándo ha llegado incluso a devorarla, y entonces ves que la ha consumido, en ese momento descubres que lleva un puer, y un puer que pesa mucho. Porque en el camino del poder no hay sino impotencia y, o uno no lo advierte y muere impotente, atragantado por un poder que ha consumido su vida, o uno a través del fracaso, ha mordido el polvo – el viejo es vulnerable y ahora se revela encadenado, sometido, prisionero. Por eso en el seminario pasado acabé con la imagen del viejo mamando del seno de la joven, el viejo sin dientes que mama la leche ¿Qué leche bebe, sediento, débil y desdentado? La leche de la sabiduría, que no es sino leche de vida (alma), vía láctea, no está en conceptos, no está en fórmulas, no está en hechos -los ámbitos usuales de Saturno; bebe la sabiduría imaginal, Sapientia. No se trata de la “leche de virgen”, insípida y sin nutrientes, sino de la sabrosa leche de la sabiduría. Saber y saborear. La Sapientia (Sabiduría) ilustrada en la Aurora Consurgens en su “De processu naturali” y que es también la Sulamita del Cantar de los Cantares.

Cuando uno descubre que ya no sabe nada y que su pretendido saber carecía de sabor, que nada de esto controlado tiene ya sabor ni es leche de sabiduría- dicho de otra manera, que todo tu orden es locura – cuando lo puedes ver así, estás contemplando al sénex y al puer en su misteriosa ambo-unidad. Cuando te ves planificando compulsivamente, defendiéndote de imaginaciones literalizadas, y entonces adviertes quién planifica en ti, ves la locura que hay en tu orden, ese orden que es expresión de una locura, que te empuja a hacer cosas movido por el miedo, que es finalmente quien las hace, perpetuándose así… ¡Qué insensatez! y en el momento en que se reconoce que esa “sensatez” de orden y planificación está re-unida con la insensatez, en ese momento aparece la Sabiduría. No hay órdenes ni estructuras que no se originen como defensa contra un caos no atendido, y cuando contemplas tus cálculos para evitar el caos (el puer) súbitamente descubres quién está calculando en ti, ah: es un loco, un loco maniaco y paranoico, que te seduce con su insípido “saber” de “hechos” y de “reglas”, empujándote a creer que sabe-sin-sabor lo que conviene hacer. Su cálculo no es sino la abstracción pneumática (Acuario) o la opaca piedra -”cálculo”, nunca mejor dicho- (Capricornio) del viejo Saturno. La base del orden del sénex descansa en el caos del puer, y este reconocimiento no es necesariamente una invitación a renunciar al orden; sólo sugiere la posibilidad de ordenar sabiendo que se ordena y co-ordena para el puer y no contra el puer. Si se ordena y coordina para el puer, se deja de literalizar el orden, deja de creerse que su paranoia es una anticipación de “hechos”, un “cálculo” sin riesgos: mira la imagen misma y verás al puer a quien servir. Y aquél sénex que porta y comporta a sabiendas al puer, ese, como en el mito de Platón, cada vez se vuelve más joven, como la tierra que gira al revés y que re-torna, el viejo es mas joven, cada año que pasa más fresco, más brillante, porque ha sostenido la carga de su niño (sénex puerum portabat) y el niño lo guía (puer autem Sénex. regebat), el niño no está tirado por la borda y visto allí, “afuera”, como un peligro. El niño pesa e ilumina. Cuando se ha tirado al niño, la vejez es la encarnación y la literalidad del sénex: miedos, defensas, retención, seco, seco sin vida, devorándolo todo en su ansiedad, detrás de lo cual ¿que hay? Miedo y pequeñez. Si puede acoger al “tengo miedo” en lugar de hacer cosas para no tenerlo, entonces está llevando al puer consigo. Este es uno de los grandes secretos: abrirse a la gracia y renunciar al poder. Hay otro poder: la honestidad con el puer, la no renuncia a nada de lo que es original, a aquello en ti que vuela hacia más allá, hacia el polo celestial, que es el origen y reclama un re-torno, una con-versión. No literalizar, no correr, apretando el acelerador, a consolidar un nuevo éxito en el mundo, un puer arrojado en la horizontal; no, no, como en los misterios de Samotracia, saber que eso que te empuja pide que tiendas más-allá. Estando aquí, pero siempre abierto al más-allá (pothos) . Todo tu coraje, todo tu orden, para sustentar la posibilidad de atenerte al Polo celestial, mientras caminas por la geografía terrestre. Ese es otro tipo de coraje: otro aliento en el corazón. Otro tipo de orden, en co-orden-adas imaginales. Eso es todo lo que hay, no hay más que eso, en verdad, y está orientado siempre al infinito.